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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Barones de tribu

EL CONGRESO celebrado este fin de semana por los socialistas del País Valenciano merece entrar en la historia del disparate político. No es seguro que la intervención del secretario general, Joaquín Almunia, logre borrar la desastrosa imagen proyectada hacia los ciudadanos, pero al menos ha actuado con rapidez y eficacia. La dimisión de la nueva cúpula regional, que encabezaban Lerma y Pla, era el precio mínimo después de una elección en la que ni siquiera tomaron parte la mitad de los compromisarios. Estas renuncias completan el camino ya emprendido por el portavoz socialista en las Cortes Valencianas, Antoni Asunción, que dimitió el lunes pasado.Lo hizo al finalizar un congreso extraordinario que había sido convocado para soldar las fracturas internas del partido y cuyo resultado fue agravar la división entre tribus irreconciliables, desbordantes de personalismo e incapaces no ya de ponerse de acuerdo en torno a un programa, sino siquiera de expresar con claridad qué divergencias políticas les separan entre sí. El juego variable y oportunista de alianzas que se produjo en el congreso ha transmitido una imagen de lucha descarnada por el poder que, sin duda, pagará el partido en las urnas y que merece la retirada de la vida pública, por una larga temporada, de los principales protagonistas del espectáculo.

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Almunia fuerza la dimisión de los nuevos dirigentes del PSOE valenciano

La federación valenciana del PSOE es la segunda de España por número de militantes, y sin un buen resultado en esa comunidad es imposible aspirar al triunfo en las elecciones generales. Los orígenes de esta atomización y nudo de rencores se remontan a la derrota de las elecciones autonómicas de 1995; se agravaron dos años después en el VIII congreso del PSPV, en el que la candidatura de Joan Romero, apoyada por el ex ministro del Interior, Antoni Asunción, e Izquierda Socialista, se impuso por sólo tres votos de diferencia a la que contaba con el respaldo de Joan Lerma y con el del secretario de Organización federal, Ciprià Ciscar. El PSOE valenciano entró en un periodo de convulsiones que desembocaron en la dimisión de Romero.

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Esta nueva crisis se corrigió con la elección de Asunción como candidato y con la formación de una gestora afín a Ciprià Ciscar, que fue quien la nombró. La derrota electoral en las autonómicas de 1999 forzó a Ciscar a autorizar la convocatoria de un congreso extraordinario que concluyó el domingo en estrepitoso fracaso. Las cuatro familias del socialismo valenciano -aglutinadas en torno a Ciscar, Lerma, Asunción y Pla- fueron incapaces de elaborar una lista de integración.

La dimisión de Lerma y Pla parece un reconocimiento implícito de su incompetencia y un intento razonable de resolver la situación a partir de un hipotético borrón y cuenta nueva que sólo será posible si la nueva dirección provisional se aleja de las tentaciones de sectarismo y de favorecer a una de las familias en pugna. El tribalismo de los socialistas valencianos es el peor ejemplo imaginable para un partido que aspira al Gobierno de la nación.

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