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LA CRÓNICA Lirios y cardos ISABEL OLESTI

Era la primera vez que ocurría: el ganador del Card, premio periodístico que otorga la Asociación de Mujeres Periodistas de Cataluña a un hombre del medio que se haya destacado por sus mensajes en contra de la mujer, no se presentó. Xavier Sardà no reconoció el galardón, aunque el alcalde de Barcelona, Joan Clos, se lo entregó simbólicamente en una fiesta celebrada en La Paloma. Otros, igual que Sardà, tuvieron el honor, en pasadas ediciones, de ser merecedores de tan ilustre galardón: Luis del Olmo, Mikimoto, Alfonso Arús... El año pasado fue para todos los directores de los diarios que se editan en Cataluña (en aquella ocasión, el único director que se presentó fue Lluís Bassets). La Paloma estaba a rebosar de mujeres, la mayoría periodistas, claro, y muchas de ellas de la asociación, que cuenta ya con 200 socias y celebra su séptimo año de existencia. Antes de entrar en la sala se ofrecía una bolsa llena de cosméticos -regalo de una firma colaboradora-, más un número que daba opción a participar en un sorteo de infinidad de regalos. Reconfortada por la perspectiva de los cosméticos (¿será una indirecta a lo estresante que resulta trabajar hoy en este ramo?), entré en La Paloma y me situé en una mesa con la presidenta de la ADPC, Montserrat Minobis, Marta Cáceres, que actuaba de presentadora, Milagros Pérez Oliva, a quien le tocó leer el pregón -con gran éxito, por cierto- y un tropel de periodistas más que iban pasando. Todas esperaban a Joan Clos ante una bandeja de pastelitos y con una copa de cava en la mano. La fiesta de los premios periodísticos quiere ser una reivindicación de las mujeres que se dedican a esta profesión, que cada vez son más pero que siguen necesitando sacar las uñas para conseguir estar en el sitio que les corresponde. Llegó el alcalde y empezó la fiesta. Tras la presentación de Marta Cáceres, Milagros Pérez Oliva leyó su pregón, un recorrido por las penalidades de periodistas supuestas: sus míseros sueldos, las dificultades de ser madre y periodista a la vez y no estar loca... Mencionó a Julia Otero y Montserrat Minobis como ejemplo de periodismo inteligente que ha sufrido el ataque del poder y terminó diciendo: "Fins ara lluitàvem per poder-hi ser, ara per ser-hi d"una manera molt diferent". Montserrat Minobis recalcó que el periodismo contribuye a la libertad, igualdad y fraternidad. Tras ella subió al escenario Joan Clos con el título de "honorable", ligero patinazo de la presentadora, que rectifico más tarde por el de "excelentísimo señor". Todo quedó en broma y empezaron a sonar los premios. El Card para el invisible Sardà, que, aunque agudo e inteligente, ahora se obstina en perpetuar estereotipos femeninos y frivoliza sobre situaciones vividas por mujeres en su programa Crónicas marcianas. Pero en contraposición al Card existe un Lliri, que fue a parar al fotógrafo Kim Manresa, que ha retratado con sensibilidad el entorno social de las mujeres de todo el mundo: recuérdese el reportaje sobre la ablación de Kadi o las niñas de Bangladesh que son obligadas a casarse y acaban con el rostro destrozado por ácido. Forges y Gabilondo, entre otros, merecieron el Lliri los pasados años. Anna Murià y Ana María Martínez recibieron el premio honorífico Rosa del Desert, reconocimiento a toda una vida profesional de unas pioneras en el mundo del periodismo de mujeres. Ninguna de las dos pudo asistir, pero se recordó la trayectoria de sus interesantes vidas. En su discurso, Joan Clos explicó cómo consiguieron votar las mujeres en Suiza, cosa que, por cierto, fue en la reciente fecha de 1971. Llegaron luego los sorteos de viajes a Mallorca, a Port Aventura, a las Termes Montbrió... El ambiente se caldeaba bajo la batuta de Marta Cáceres, que creó una atmósfera de tómbola muy divertida. Aplausos, felicitaciones, fotos, pastel con velas... y la fiesta terminó con el tradicional baile de los jueves en La Paloma. Ya de camino a casa, la casualidad me llevó a presenciar una sonada pelea de una pareja delante del Macba. Lo que me chocó fue el terrible insulto que ella le espetó con toda su rabia: "¡Hombre, que eres un hombre!".

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