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Reportaje:

Distorsión política de un problema sanitario

Casi un tercio de las investigaciones realizadas para determinar las causas del síndrome del Golfo se han cerrado sin hallazgos concluyentes. Una de las más recientes ha encontrado una alteración genética que explicaría por qué razón algunos soldados expuestos a determinados agentes químicos han resultado afectados, mientras que otros que estaban en el mismo lugar que ellos han salido indemnes. El estudio ha comprobado que los soldados que presentan alguno de los cuadros relacionados con el síndrome del Golfo tienen en común una característica genética que les hace más vulnerables a determinados agentes tóxicos.

Éste es uno de los muchos estudios emprendidos. Pero los resultados de los realizados no permiten dar una respuesta global al misterio.

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La labor científica se ha visto obstaculizada por la falta de datos sobre las condiciones concretas en que se encontraron los soldados y por la dispersión de los afectados, que están diseminados por todo Estados Unidos. Por otra parte, la gran trascendencia política que rápidamente cobró el asunto contribuyó a distorsionar el enfoque y ha impedido un planteamiento estrictamente sanitario.

Los veteranos no son los únicos frustrados con la falta de respuestas. El senador Donald Riegle dejó su escaño por Michigan tras acusar al Pentágono de ocultar la verdad al Congreso. "Es una abdicación de la responsabilidad tan impresionante que sencillamente quita el aliento", declaró al periódico The New York Times.

Otro congresista que al igual que Riegle ha chocado contra una pared al tratar de investigar a fondo, Christopher Shays, ha acusado a la Administración de Veteranos de "castigar" a los médicos que se salían de la línea oficial y cuestionaban la actuación de los mandos militares y de inteligencia: "Los que se atreven a hablar reciben amenazas de despido o son silenciados", manifestó Shays al rotativo neoyorquino.

El matrimonio de agentes de la CIA Patrick y Robin Eddington dimitió en 1996 para denunciar que la agencia poseía más de medio centenar de documentos secretos que probaban que decenas de miles de soldados habían estado expuestos a los efectos de armas químicas en la guerra contra Irak. La CIA se limitó entonces a desacreditar a los agentes y alegó que no podía hacer públicos los informes por razones de seguridad.

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