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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Jospin y Chez Francis

EL PRIMER ministro francés, Lionel Jospin, se ha movido rápidamente para que lo que parece una chapuza dirigida por el inspector Clouseau no se convierta en el más dañino asunto de Estado en los dos años de su Gobierno socialista. El incendio por gendarmes de élite, hace 15 días, de un chiringuito ilegal de playa en Córcega -un caso aparente de operación en la sombra- ha puesto contra las cuerdas al Gabinete. Que unidades especiales de un cuerpo militarizado se dediquen a destruir restaurantes para complacer al prefecto local sería grave en cualquier lugar de Francia. Que suceda en Córcega, la isla mediterránea de postal que trae de cabeza a París desde hace más de 20 años por su violencia separatista, lo es mucho más. Bernard Bonnet, el máximo representante de París en la isla, está detenido junto con varios agentes que han admitido haber actuado por órdenes del coronel que mandaba la guarnición local. El escándalo amenaza al ministro del Interior, Jean-Pierre Chevénement.Córcega, que goza de un ampliado estatuto de autonomía desde 1991, es una isla agreste de 250.000 habitantes, gangrenada por el crimen organizado y una extendida corrupción. Decenas de personas han muerto en ajustes de cuentas o atentados, y los sabotajes se cuentan por millares. El asesinato sin aclarar del antecesor de Bonnet, el año pasado, en las calles de Ajaccio movió al Gobierno de Jospin a desencadenar una vasta campaña -denunciada inmediatamente por los nacionalistas como dirigida contra ellos- para restablecer el orden en la isla. De esa campaña, encargada al prefecto Bonnet (que fuera cónsul en Barcelona), forma parte la lucha contra los establecimientos turísticos ilegales, que se cuentan por centenares.

La unidad especial responsable de la destrucción del restaurante -teóricamente, prohibido, como otros muchos junto al mar, y por lo demás frecuentado por el "todo Ajaccio"- había sido creada hace menos de un año a petición de Bernard Bonnet, un alto funcionario con fama de preferir los métodos paralelos, y tenía entre sus misiones fundamentales combatir el terrorismo. A los nacionalistas corsos les ha faltado tiempo para acusar a París de intentar implicarles en el incendio de Chez Francis. Una operación que quizá habría engrosado la abultada crónica de sucesos de la isla de la belleza de no ser porque los chapuceros pirómanos se dejaron pruebas irrefutables en el lugar de su hazaña.

Jospin fue contundente ayer al señalar ante el Parlamento que ninguna autoridad del Estado o del Gobierno está detrás de los hechos de Córcega y prometió un castigo ejemplar de los responsables. Bonnet será destituido y disuelta su unidad especial de gendarmes. Uno de los pilares del Estado de derecho es que sus servidores sirven, no violan las normas tomándose la justicia por su mano. París debe dejar bien claro ante los ciudadanos que las democracias no tienen necesidad de supercélulas ni supergendarmes. Tampoco en Córcega.

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