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Un cheque en blanco

Juan Jesús Aznárez

Las disputas sobre los poderes que vaya a tener la futura Asamblea Constituyente -que Hugo Chávez quiere originarios, plenipotenciarios, y la Corte Suprema limitó en una sentencia- dominarán el trabajo político de los próximos meses. Probablemente, una de las primeras acciones que tomará la Asamblea, si, como es de esperar, el gubernamental Polo Patriótico copa las elecciones convocadas al efecto, será disolver el actual Congreso, en el que la oposición es mayoría. Otra programada intención es renovar casi desde cero el poder judicial, corrupto y vendido a los partidos tradicionales e incapaz de asegurar la fundación de una nueva república, según las imputaciones del presidente. La Corte Suprema de Justicia no parece dispuesta a entregar el cheque en blanco pedido por el Gobierno, y falló que la Asamblea Constituyente deberá respetar los cimientos políticos establecidos en la Constitución de 1961: no podrá hacer tabla rasa, y aprobar, por poner un ejemplo, que los tribunales de justicia sean populares.

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El Ejecutivo acató la sentencia a regañadientes, pero no abandona. A fin de cuentas, declaró Chávez, las instituciones vigentes sujetas a cambio carecen de legitimitidad porque emanan de un régimen podrido, moribundo, que empobreció al 80% de la sociedad: la Asamblea Constituyente determinará sus atribuciones, entre ellas la capacidad para disolver el Congreso, la Corte Suprema o los poderes públicos tenidos como obsoletos. "Todo permite presagiar tensiones que han quedado simplemente pospuestas y que podrán llegar a la violación del orden constitucional y a una dictadura asambleísta", advierte el analista Pedro Carmona. "Ha decaído el ánimo de la población por fatiga, por dudas respecto al futuro y la capacidad de la constituyente para resolver los problemas cotidianos, entre ellos los económicos".

AD y Copei sufrieron entre sus filas las consecuencias de la ineptitud o el robo a mano armada, pero Chávez, todavía entronizado entre la mayoría de sus compatriotas, acusa también algunas deserciones. El intelectual Jorge Olavarría le apoyó en campaña, y ahora aborrece su programa. "Si los venezolanos aborreciéramos la tiranía, no permitiríamos que un presidente electo amenazara descaradamente convertirse en un tirano".

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