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Una visión común para un mundo en vías de desarrollo

Dos años después de España y de Barcelona, le corresponde a Francia el honor de acoger en París, del 15 al 17 de marzo, la Asamblea Anual del Banco Interamericano de Desarrollo. Será la ocasión de celebrar los 40 años de esta institución al servicio del desarrollo y de reunir a más de 6.000 personas. También lo será de acoger en París a la delegación que presidirá mi colega y amigo Rodrigo de Rato y Figaredo, Ministro de Economía y Hacienda español, a los numerosos participantes en la Asamblea procedentes de España y a todos nuestros amigos de Latinoamérica.Esta Asamblea, lugar de encuentro anual de todos los protagonistas públicos y privados del desarrollo en América Latina y en el Caribe, se celebra en un momento importante para el continente latinoamericano, que ha pasado en 1998 por momentos difíciles, con la extensión de la crisis financiera asiática y la destrucción provocada por un huracán de una virulencia excepcional en Centroamérica. La Asamblea deberá permitirnos orientar conjuntamente nuestras acciones y las del Banco Interamericano de Desarrollo en beneficio de Latinoamérica y del Caribe.

En un periodo en el que muchos países de Latinoamérica sufren las consecuencias de una crisis financiera que empezó hará pronto dos años en países emergentes de Asia, la Asamblea es una cita importante que permite a los responsables políticos hacer balance de la situación y debatir las medidas que hay que tomar. La reacción solidaria de la comunidad financiera internacional frente a la crisis fue rápida e importante. Las reformas llevadas a cabo por los gobiernos de los países afectados por esta crisis, con el apoyo del Fondo Monetario Internacional, del Banco Interamericano de Desarrollo, del Banco Mundial y de varios países, entre los que se encuentran España y Francia, deberían devolver la confianza y permitir el retorno a una situación más estable, cosas necesarias para sostener el crecimiento.

Más allá del tratamiento de la crisis, la inestabilidad del sistema financiero exige la evolución de sus reglas e instituciones. Francia ha propuesto el fortalecimiento del sistema económico y financiero internacional para permitir una mayor vigilancia de los flujos financieros y una liberalización ordenada de los movimientos de capitales. Con el apoyo de España y del conjunto de nuestros socios europeos, hemos propuesto consolidar la gobernabilidad política de las instituciones financieras internacionales, con el fin de dotarlas de una legitimidad renovada, especialmente en situaciones de crisis.

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Las instituciones financieras internacionales deben reforzar la vigilancia de los flujos de capital para prevenir mejor los desequilibrios y aumentar la transparencia y la solidez de los mercados financieros. Todas las instituciones financieras internacionales tienen una función clave que desempeñar. Está claro que el FMI debe representar el papel de piloto en situación de crisis y contribuir a la estabilidad del sistema internacional por medio de una supervisión atenta de la economía mundial y de sus principales aspectos financieros, en especial de los flujos de capital internacionales. Los Bancos de Desarrollo deben contribuir a mejorar la transparencia de los sistemas financieros y a la reestructuración de los sectores bancarios. En este sentido, estoy satisfecho con los progresos realizados por las instituciones para adaptar sus intervenciones a estas prioridades. Hay que señalar que el Banco Interamericano de Desarrollo puso en marcha a finales de 1998 un programa que le permitió contribuir, junto al FMI, a la financiación de las reformas en los países de la zona afectados por la crisis.

El fortalecimiento de la gobernabilidad política de nuestras instituciones internacionales es una necesidad. Éstas, en especial el FMI, deben beneficiarse de un poder y de una legitimidad claras por parte de los responsables políticos de la comunidad financiera internacional. Por este motivo, proponemos reforzar el papel del Comité Interino del FMI transformándolo en órgano colegiado, tal como está previsto en los Estatutos del Fondo, del Comité de Desarrollo del Banco Mundial y del Comité de Gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo. Espero y deseo que la Asamblea de París nos permita avanzar en este sentido.

En un momento en que la crisis financiera afecta al crecimiento económico de algunos países emergentes y demuestra la fragilidad del proceso de desarrollo, es necesario que la comunidad financiera internacional debata sus puntos de vista sobre el desarrollo, sus prioridades, sus formas de intervención y sus modos de financiación. Lo más importante es que todos compartamos una visión europea de un modelo de desarrollo económico armonioso, basado en un reparto equitativo de los frutos del crecimiento, en la prosperidad social y en el Estado de derecho.

La financiación del desarrollo, especialmente en los países emergentes, deja un espacio cada vez mayor al sector privado. Esta evolución es positiva, y el papel de las instituciones para el desarrollo es apoyarla y velar por una buena regulación de los flujos de capital. La decisión reciente del Banco Interamericano de Desarrollo de aumentar el volumen de sus financiaciones en común con los inversores privados va por buen camino. Todos nuestros países pueden contribuir de la misma manera. Francia desea sobre todo que se recurra más a la conversión de créditos en inversiones.

Sin embargo, el acceso a las inversiones privadas se limita a un reducido número de países, y los países más pobres siguen dependiendo en gran medida de las ayudas públicas para el desarrollo.

El problema de la deuda sigue siendo un obstáculo para el desarrollo de algunos países, sobre todo de los más pobres. Francia, que ejerce la presidencia del Club de París, ha tenido siempre el firme propósito de abordar este problema con la mayor rapidez posible. Se han logrado avances en el marco de la iniciativa sobre la deuda de los países pobres muy endeudados que se inició en la Cumbre del G7 en Lyon, pero, en vísperas del nuevo milenio, cuando tantas voces se alzan contra la anulación de la deuda externa de los países más pobres, hay que ir más allá. Por ese motivo, ante la perspectiva de la Cumbre del G7 de Colonia, que se celebrará el próximo mes de junio, he propuesto, en nombre del Gobierno francés, una nueva iniciativa a favor de estos países como respuesta a las propuestas presentadas por Alemania. Dicha iniciativa está destinada a anular la deuda de los países más pobres durante 30 años, es decir, durante toda una generación.

Naturalmente, Francia desea que este esfuerzo excepcional sea compartido de forma equitativa entre todos los países desarrollados. Además, arreglar el problema del endeudamiento no basta

para permitir a los países más pobres avanzar con rapidez por la vía del desarrollo. También es necesario el mantenimiento de unos flujos suficientes de ayuda pública. Desde hace diez años, la ayuda pública para el desarrollo mundial no ha dejado de disminuir. A pesar de esta tendencia, la Unión Europea ha hecho un esfuerzo muy importante. De ella procede actualmente el 57% de la ayuda pública mundial y representa el 42% de la ayuda a los países de Latinoamérica y del Caribe. Por su parte, Francia destina el 0,45% de su PIB a la ayuda pública, lo que la convierte en el país más generoso del G7 y en el segundo donante en términos absolutos. La ayuda pública es indispensable para que los países más pobres dispongan de las infraestructuras y servicios básicos, desarrollen las competencias de los organismos públicos y creen las condiciones favorables para el desarrollo del sector privado. Francia y sus socios europeos hacen un llamamiento a la comunidad internacional para que se comprometa firmemente en el mantenimiento de los flujos adecuados de ayuda pública.Nuestra solidaridad financiera debe conducirnos también a apoyar con premura a los países que se ven sometidos a pruebas excepcionales, como las que han vivido los países de Centroamérica a finales de 1998. La movilización de la comunidad financiera internacional, bajo la égida del Banco Interamericano de Desarrollo, fue especialmente rápida. Francia contribuyó a este esfuerzo, sobre todo con medidas que permitieron aportar rápidamente un margen de maniobra presupuestaria a los países más afectados por el huracán Mitch. A propuesta de Francia, que preside el Club de París, los acreedores concedieron a estos países un aplazamiento de tres años para la devolución del conjunto de los pagos de la deuda. Francia también decidió la anulación de la totalidad de la deuda de ayuda pública para el desarrollo de los cuatro países afectados, lo que representa un esfuerzo total de unos 20.000 millones de pesetas. Francia y España son los dos países que han hecho el esfuerzo inmediato más grande a favor de los países afectados por el huracán Mitch. La XL Asamblea Anual del Banco Interamericano de Desarrollo, para la que el presidente Iglesias ha elegido el tema del desarrollo y la cultura, será un momento privilegiado para el reencuentro de Europa y Latinoamérica. Los responsables políticos, los directivos de empresas y los responsables de las instituciones financieras públicas y privadas de ambos continentes se volverán a reunir durante varios días para intercambiar ideas y proyectos para el desarrollo en Latinoamérica y en el Caribe.

Las relaciones económicas y comerciales entre nuestras dos regiones son, en efecto, muy importantes, y han conocido un desarrollo muy rápido a lo largo de los últimos años. Europa es el segundo socio comercial de Latinoamérica y el primero de Mercosur. Es la primera fuente de inversiones en Suramérica. De los países europeos, España y Francia son los socios que tienen mayor presencia en estos intercambios. Este dinamismo económico refleja también una mayor proximidad, basada en una herencia, una lengua y unas culturas comunes. Mi deseo es que este momento de intercambio entre Europa y Latinoamérica y el Caribe contribuya a reforzar estos vínculos.

Nuestra moneda común, el euro, es percibida por el conjunto de la comunidad financiera internacional como un factor de estabilización del sistema monetario internacional. Es necesario que en el futuro la zona euro y, más en general, Europa contribuyan en gran medida al mantenimiento de la estabilidad monetaria y el crecimiento mundiales. En un momento en el que ciertos países de la región se hacen preguntas sobre su cooperación monetaria, la experiencia del euro me parece muy útil para dar un nuevo impulso a nuestras relaciones. En vísperas del siglo XXI, reforcemos los vínculos entre Europa y Latinoamérica para lograr una visión común de un mundo en vías de desarrollo.

Dominique Strauss-Kahn es ministro de Economía, Finanzas e Industria de Francia.

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