_
_
_
_
_
NECROLÓGICAS

En memoria de Sarah Kane, la chica mala del teatro británico

Acababa de cumplir 28 años y el pasado 20 de febrero se ahorcó en una habitación del King"s College Hospital londinense. Cuando en 1995 subió a las tablas del Royal Court Theater su primera obra, Blasted (Condenados), buena parte de la crítica la tituló de "inmundicia". Sarah Kane (1971) ha muerto dejando cuatro piezas en las que la Europa teatral entera -casi entera; España, no- se puso a trabajar a partir de 1996; sobre todo en Alemania, donde directores como Peter Zadek o Rüdiger Burbach vieron en la violencia casi apocalíptica de Sarah Kane una metáfora de la crueldad de las relaciones entre las personas y el sistema en este fin de siglo. Al año siguiente de acabar sus estudios de arte dramático en las universidades de Bristol y Birmingham, esta hija de un periodista de Daily Mirror sacaba a escena en Blasted a un periodista y a su hija para convertirlos en héroes encerrados en un cuarto de hotel: la escalada de violencia llega, como en un campo de batalla, a la violación, la escatología, la castración, el canibalismo: desde Salvados, de Edward Bond -otro meteoro teatral que hace tres décadas cruza Europa sin que haya llegado a lengua española-, no se había producido tan gran escándalo en los escenarios británicos. Le había bastado ese título para convertirse en heredera de los jóvenes airados del cincuenta y en continuadora de la furia seca de un Joe Orton, a los que se mezclaban influencias de Sófocles o Shakespeare. Los periódicos volvieron a utilizar el término de "escándalo" con su segunda obra, Phaedra"s love (El amor de Fedra), donde un Hipólito tranquilamente desesperado utiliza el sexo -incluida Fedra- como alimento enlatado sin apartar los ojos del televisor. Cleansed (Purificados, 1997), "una de las experiencias más repelentes de mi vida teatral" para algún crítico, era otro banquete de crueldades y violencia; pero Sarah Kane empezaba a rebajar el tono brutal de sus dos primeros títulos, que en Crave (Ansia, 1998) se convertía en canto desolado y dulce: la trama ocurre en un campo de concentración donde resuenan los versos del T.S. Eliot de The waste land. Inquieta por el escándalo que acompañaba a su nombre, utilizó el seudónimo de Marie Kelvedon para esta última pieza. "Escribo la verdad, y eso me mata", había dicho. Desde Cleansed había ido hundiéndose en intensas depresiones y buscando en hospitales remedio para el fatal desinterés por la vida que la habitó.- MAURO ARMIÑO

Bing Xin, escritora china

La escritora Bing Xin, una de las figuras más destacadas de la literatura china de los años veinte y treinta, falleció el domingo en Pekín, a los 99 años. Muy comprometida en el combate por la emancipación de la mujer, Bing Xin, cuyo verdadero nombre era Xie Wangying, participó en los principales movimientos intelectuales chinos. Autora muy prolífica, poetisa, novelista y ensayista, estudió en Estados Unidos de 1923 a 1926. Entre sus obras figuran la novela El nido vacío y el ensayo A propósito de los hombres. En 1989 apoyó el movimiento a favor de la democracia de los estudiantes. Su nombre figuró entre los posibles candidatos al Premio Nobel.-

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_