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Crítica:POP
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sin guantes, sin red

Diego A. Manrique

Cuando un grupo español se recicla o sateliza, lo que viene a continuación suele ser una simplificación -cuando no una vulgarización- de lo anterior, como si dominara el arrepentimiento respecto a la anterior ambición creativa o el ansia de dejarse de gaitas e ir a pillar. Ese esquema se rompe con Lliso: la suya es una propuesta más exigente, más radical que la de sus predecesores, los inquietos Esclarecidos. Lliso ha renunciado casi totalmente a las melancólicas narraciones envueltas en confortables arreglos que caracterizaban a Esclarecidos. Se trata de una tajante depuración estética que ocasionalmente parece deleitarse en sacudir al mero oyente, en arrancarle de una postura complaciente.Conviene no confundirlo con una conversión al lenguaje tecno, aunque se haga amplio uso de material pregrabado; en realidad, Lliso es un grupo de apariencia convencional, con un baterista hiperenérgico, una cantante poderosa -que incluso prescinde de esa marca distintiva que eran los guantes de vampiresa- y Suso Saiz, cuyos modos de colgarse la guitarra se corresponden con su gusto por la tímbrica inusual o la modificación de la señal. El hecho de que el fondo del escenario esté ocupado por un modo de altar donde oficia el técnico de monitores seguramente sólo responde al deseo de confundir las expectativas.

Lliso

Cristina Lliso (voz), Suso Saiz (guitarras), Tino Di Geraldo (bateria, bajo, guitarra).Invitado:Tito Fargo (guitarra). Sala caracol, Madrid, 10 de febrero.

Reconstrucción

Que son confundidas, desde luego. De principio, por la no utilización del riquísimo cancionero de Esclarecidos. Por el contrario, del principio al final se da prioridad a las versiones -una ensalada de temas prestados por Lee Marvin, Daniel Viglietti, Deep Purple, The Jesus & Mary Chain y Pablo Guerrero- que suelen tener lecturas catárticas. Y que inevitablemente eclipsan a las creaciones propias, con excepción de la furiosa Canción estúpida y de esa proclama contra angustias milenaristas que es El futuro. El efecto final tiende hacia lo desconcertante. Por momentos, Lliso parece una banda de versiones de categoría superior, con instrumentistas supercapaces deleitándose en un apabullante ejercicio de reconstrucción, más una vocalista que quizás no sea completamente consciente de su (enorme) poder de seducción.

La voluntad de ruptura llevada hasta las últimas consecuencias se revela como una posible rueda de molino colgada del recién nacido. La de Madrid fue sólo la tercera de sus presentaciones en directo, y la superación de pequeños inconvenientes técnicos, junto con una reordenación del repertorio, harán maravillas por su capacidad de comunicación. Y por su supervivencia en un mercado como el nuestro, donde desdichadamente se prima el conformismo y la falta de ambición.

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