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LA CRISIS DE LOS BALCANES

La Alianza Atlántica recuerda a Milosevic que su plan de intervención se puede reactivar

La Alianza Atlántica se reunió ayer con carácter de urgencia para estudiar la nueva crisis kosovar y buscar una salida al conflicto. Pero del Consejo Atlántico sólo salió una advertencia a Slobodan Milosevic, el presidente federal de Yugoslavia (Serbia y Montenegro) para hacerle ver que está incumpliendo los acuerdos firmados el pasado mes de octubre y recordarle que el plan de intervención puesto en marcha entonces se puede volver a activar en cualquier momento. La cúpula de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) viajará a Belgrado para presionar al líder serbio.

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El Consejo Atlántico se reunió a las seis de la tarde de ayer en Bruselas, tras la indignación provocada por las matanzas de civiles de origen albanés a manos de fuerzas serbias en la provincia de Kosovo. Al término de cuatro horas, el portavoz de la Alianza leyó un comunicado del secretario general, Javier Solana. El texto, aunque duro en las formas, viene a descartar cualquier intervención militar inmediata en el conflicto, pero deja la puerta abierta a esa posibilidad si Milosevic no rectifica. "Ahora mismo se registran importantes combates en la zona y no parece que una intervención sea viable", señalaron fuentes atlánticas.Un eventual ataque armado se ve dificultado en estos momentos por la presencia de 600 observadores de la OSCE desplegados en Kosovo y que podrían ser tomados como rehenes por cualquiera de las dos partes en conflicto. La OTAN tiene también en Belgrado militares que aseguran, junto a las autoridades yugoslavas, el desarrollo de una misión de control aéreo de Kosovo. El 13 de noviembre pasado, la OTAN adoptó un plan para crear una fuerza de extracción formada por 1.500 hombres para rescatar a los observadores de la OSCE en caso de necesidad. Esta fuerza se encuentra acantonada en la vecina Macedonia.

La OTAN decidió ayer enviar a Belgrado al comandante jefe de las fuerzas aliadas en Europa, el general Wesley Clark, y al presidente del Comité Militar, el general Klaus Neumann. El objetivo de su visita es presionar a Milosevic y hacerle ver que está incumpliendo los acuerdos de alto el fuego firmados en octubre. La cúpula militar de la Alianza deberá también hacerle ver al dictador serbio que el plan de intervención aliada aprobado en octubre y que acabó siendo desactivado puede volver a estar en vigor en cualquier momento. Fuentes de la Alianza señalaron que ningún embajador exigió ayer la inmediata puesta en marcha de este plan y por lo tanto no hay todavía un ultimátum con fecha fija para ataques aliados.

El Consejo Atlántico decidió también ofrecer todo su apoyo al Tribunal Internacional Penal de la Haya y, en consecuencia, exige a Milosevic que permita la entrada de su fiscal general, Louise Arbour, "de forma inmediata y sin restricciones".

Los embajadores manejaron material fotográfico que demuestra la presencia de mujeres y niños entre los kosovares de etnia albanesa ajusticiados por la policía especial serbia, desmintiendo así la versión de que los muertos son guerrilleros independentistas abatidos por las fuerzas serbias en defensa propia. Solana la calificó de "una matanza que viola todas las leyes sobre derechos humanos".

El recrudecimiento del conflicto kosovar ha puesto de nuevo sobre la mesa la legalidad o no de una intervención armada de la Alianza Atlántica. Fuentes de la OTAN recordaron ayer que las dos posiciones de alerta puestas en marcha durante la crisis de otoño pasado "las pusimos en la nevera, pero no están congeladas, siguen estando en stand-by". Eso significa reabrir también el debate sobre la legitimidad jurídica internacional de un eventual ataque en territorio serbio.

El 13 de octubre pasado, la OTAN dio una "orden de activación" a los planes de ataque elaborados por los militares y un ultimátum de cuatro días a Milosevic para que retirara las fuerzas de la policía especial desplegadas en Kosovo. El ultimátum acabó obligando a Milosevic a ceder. La Alianza consideró entonces que se habían cumplido sus exigencias y acordó desactivar el dispositivo, pero no desmantelarlo.

Ese dispositivo prevé varias posibilidades. Desde el lanzamiento de misiles hasta intervenciones aéreas limitadas sobre objetivos militares en Yugoslavia, y llegó a barajar la opción de una intervención con tropas para controlar las fronteras. La propuesta atlántica provocó roces en el seno de la Alianza, donde las posiciones estaban entonces divididas entre quienes (como EEUU y Reino Unido) consideraban que las resoluciones de Naciones Unidas legitimaban cualquier decisión unilateral de ataque y quienes, como Francia, preferían el paraguas de una nueva resolución antes de autorizar una intervención militar aliada.

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