_
_
_
_
_
Reportaje:MUJERES

'Madre coraje'

Una mujer se disfraza de prostituta y de yonqui para descubrir quiénes violaron y asesinaron a su hija de 20 años

Eleni Fotiadou, de 44 años, nunca imaginó que asesinarían a su hija, que tendría que limpiar su nombre, que recibiría amenazas e insultos de las autoridades y que tendría que hacerse pasar por prostituta. La tarde del 10 de agosto, sus dos hijas salieron a dar una vuelta por el centro de Salónica, ciudad portuaria del norte de Grecia. Antes de regresar a casa, Eva, una estudiante de Marketing de 20 años, le dijo a su hermana que la esperase mientras iba a beber agua a un local cercano. Nunca regresó. Ni siquiera hubo tiempo para denunciar su desaparición. La policía les llamó antes: habían encontrado el cuerpo sin vida de Eva en un edificio en construcción.En ese momento empezó la pesadilla para Eleni Fotiadou. El certificado de defunción hablaba de una inflamación pulmonar y cerebral. Además, le dijeron que al lado de su hija había aparecido una jeringuilla con sangre y un líquido transparente dentro. La conclusión era muy simple: Eva había muerto de sobredosis. Sin haber asimilado todavía la noticia, devuelven a Eva a sus padres, ya en el féretro, y lista para enterrar. La policía les recomienda que no vean el cuerpo porque "han pasado varios días".

De nada valieron las recomendaciones. Los familiares y los amigos insistieron en ver la cara de Eva por última vez. "No se puede imaginar lo que sentí", recuerda Fotiadou, "cuando levanté la tapa y vi a mi hija destrozada: los labios reventados, la nariz rota, mechones de pelo arrancados, un agujero en la mejilla... Todos los que la vieron entendieron que la habían asesinado de la manera más salvaje. Yo sentí que allí se acababa mi vida y, ante el cuerpo de mi hija, prometí descubrir a los responsables". Convencida de que su hija había sido asesinada, Eleni Fotiadou, junto a su marido, comienzan a buscar pruebas para demostrar que la droga no había sido la causa de la muerte de Eva. Mientras tanto, la policía cierra el caso "sin ni siquiera examinar las huellas dactilares o la sangre de la jeringuilla", afirma la madre de la víctima, que trabaja como técnico de laboratorio en un hospital de la Seguridad Social griega. "Sólo en el lugar donde encontraron el cuerpo había pruebas de asesinato por todas partes", asegura Eleni. "Además, la ropa que me devolvieron mostraba violencia. Faltaba el sujetador, las bragas estaban hechas jirones, el pantalón tenía manchas de semen y la cremallera rota... También había una barra de labios y un líquido dental que no eran de Eva, y faltaba su crucifijo".

Con las nuevas evidencias y las declaraciones de varios testigos, la familia Fotiadou acudió a la policía para reabrir el caso. "Lo máximo que conseguimos fue su indiferencia. Se habían centrado en la jeringuilla y no querían saber nada más", dice sin alterar la voz. Comprendiendo que sólo a ellos les importaba la verdad, Eleni dejó a su marido al cuidado de su hija menor, y decidió infiltrarse en el mundo de la droga y de la prostitución, de donde, según todos los indicios, provenían los culpables.

Cada día, después del trabajo, se disfrazaba de yonqui o prostituta, y se iba al parque de Sofía Benvo, en pleno centro de la ciudad, donde se fue ganando la confianza de algunas de las chicas. A pesar de que siempre la acompañaba una ex drogadicta, "pasaba mucho miedo", confiesa la madre de Eva, "los chulos pasean por allí con navajas, los camellos pasan droga frente a un centro de desintoxicación y por una dosis allí se vende y se compra de todo. Lo más irónico es que justo enfrente hay una cantina donde los policías se dedican a beber frappé sin hacer nada".

Los rumores, los cotilleos, alguna propina y una llamada anónima llevan a Eleni Fotiadou a descubrir a los ocho hombres y mujeres involucrados en la violación y asesinato de su hija. Muchas veces se encontró cara a cara con el hombre que supuestamente encabezó el asesinato, y en una ocasión vio que una de sus amantes llevaba puesto el crucifijo de Eva. Consciente de que no podía correr el riesgo de que las pruebas fueran consideradas invalidadas por un juez, Fotiadou contrató a Stratos Bakirtzis, un detective privado que se ofreció a trabajar gratis al conocer la historia.

"En una ocasión", dice Fotiadou, "que ya nos habían sacado las navajas porque empezaban a desconfiar de nuestras excusas para no ir con los clientes, Stratos hizo ver que había contratado nuestros servicios. Además, por mis preguntas estaban empezando a relacionarme con Eva. Una vez pude hablar por teléfono con una prostituta que me describió detalladamente cómo habían violado y asesinado a mi hija. Cuando le pedí que declarase ante un juez, colgó y no volví a saber de ella".

Ya con suficientes pruebas como para inculpar a ocho personas por asesinato, violación y robo, Eleni Fotiadou y su abogado, Nikos Dialinás, esperan desde septiembre a que exhumen el cadáver de Eva y le hagan la autopsia.

Durante todos estos meses, Eleni Fotiadou carece de protección policial a pesar de las amenazas recibidas. Acogida por la familia de Dialinás hasta que se normalice la situación, intenta llevar una vida normal. "Sé que con toda esta lucha no recupero a mi hija", dice para despedirse esta madre coraje, "pero, además de cumplir con la promesa que le hice al enterrarla, espero que todo esto sirva para que ninguna otra madre se tenga que volver a enfrentar a una indiferencia similar frente al asesinato sin clarificar de un hijo. El amor de una madre es más fuerte que cualquier obstáculo".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_