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Shakespeare, inventor del hombre actual

Harold Bloom publica un apasionado y exhaustivo análisis sobre el dramaturgo inglés

Andrés Fernández Rubio

Asumiendo a veces la máscara de un Falstaff paródico y otras la de un Hamlet trascendente, el crítico Harold Bloom proclama en su último libro que Shakespeare es el hombre que "en esencia inventó la personalidad humana como la seguimos conociendo y valorando". Bloom, cuya obra El canon occidental situaba a Shakespeare y Dante como los máximos genios en "precisión cognitiva, energía lingüística y poder de invención", explora ahora en el inmenso territorio del dramaturgo inglés con una obra de 750 páginas, Shakespeare, la invención de lo humano.

Aficionado a la diatriba y el humor afilado, como Falstaff, pero apasionado y sentimental al mismo tiempo (con un estilo claro y preciso aunque a veces desaliñado), Bloom escribe un canto de amor a Shakespeare en un grueso volumen editado en Estados Unidos por Riverhead Books y que en España, como en el caso de El canon occidental, será publicado por Anagrama. "No hay nada arbitrario en esta supremacía, cuyas bases son sólo una: los dones de Shakespeare, los más misteriosos y bellos, una confluencia de hombres y mujeres sin paralelo en el resto de la literatura".Freud, Nietzsche, Strindberg, Beckett, Pirandello, Kierkegaard o Ibsen son citados como herederos directos, desde perspectivas diferentes, del legado de Shakespeare. Michiko Kakutani escribe en The New York Times que mientras muchos críticos se han detenido en los elementos redentores de Shakespeare -justicia, renovación y resurrección-, Bloom adopta una perspectiva más sombría. "De hecho, este volumen acentúa la visión oscura y sin compromisos de Shakespeare, su firme análisis de las consecuencias del tiempo, la mudanza y la pérdida, y su precisa conciencia de la contingencia del amor y la razón. En la radical alienación de Hamlet, en la voluntad maligna de Yago, en la confrontación de Lear con el abismo, en la percepción de Macbeth de que la vida es una historia que significa nada, Bloom sugiere que están contenidas las semillas del nihilismo del siglo XIX, el existencialismo incubado en Dostoievski y el malestar espiritual de Baudelaire".

Sexteto maravilloso

Si el estudioso A. C. Bradley citó a Falstaff, Hamlet, Yago y Cleopatra como los personajes "más maravillosos", Bloom añade a la Rosalinda de Como gustéis y a Macbeth para crear "un sexteto de maravillas", "pues éstas son las mayores invenciones de Shakespeare, y todas ellas llevan la naturaleza humana a alguno de sus límites, sin violar esos límites. El ingenio de Falstaff, la ambivalencia aunque carismática intensidad de Hamlet y la volubilidad de espíritu de Cleopatra encuentran rivales en la proléptica imaginación de Macbeth, el control de todas las perspectivas de Rosalinda y el genio para la improvisación de Yago".Profesor de Humanidades en la Universidad de Yale y de Inglés en la de Nueva York, Bloom sostiene que Shakespeare inventó lo que se ha convertido en la forma más aceptada de representación del carácter y la personalidad en el lenguaje, y de ese modo inventó lo humano tal y como lo conocemos. Entre los personajes, Hamlet y Falstaff prevalecen en su clasificación. Y entre las obras, El rey Lear y Hamlet frustran cualquier comentario ya que su infinitud "quizá trascienda los límites de la literatura".

"Antes de que Hamlet nos enseñara a no tener fe en el lenguaje ni en nosotros mismos, ser humano era mucho más simple para nosotros pero también bastante menos interesante", escribe Bloom. "Shakespeare, a través de Hamlet, nos ha hecho escépticos en nuestras relaciones con los demás, porque hemos aprendido a dudar sobre la claridad en el dominio de los afectos". En el caso de Falstaff, Bloom cree que le debemos "nuestra habilidad para reírnos de nosotros mismos con tanta disposición como nos reímos de los demás". Asimismo, comprendemos mejor la naturaleza del poder a través de Yago, el "demi-diablo", como lo define Otelo -"Shakespeare sabía que el amor al poder, que es otro nombre para el amor a la perversidad, era natural al hombre", en palabras de William Hazlitt-. Cleopatra, por su parte, nos enseña "lo complejo que es el eros, y lo imposible que resulta separar el hecho de actuar en el papel de estar enamorado y la realidad de estar enamorado".

Michiko Kakutani escribe que una noción excéntrica -que no sabíamos cómo ser humanos hasta que Shakespeare vino a contárnoslo- "le da a Bloom un título y una tesis, pero afortunadamente contamina poco su libro. En realidad, este volumen se lee mejor como un comentario al viejo estilo humanístico sobre las obras de Shakespeare, que renueva nuestra percepción de los asombrosos logros del dramaturgo".

El autor reconoce que su libro está escrito en la estela de los críticos de Shakespeare que más admira: Samuel Johnson, William Hazlitt, A. C. Bradley y Harold Goddard. De otro crítico indispensable, Samuel Taylor Coleridge, Bloom rescata una frase: "Shakespeare es la deidad espinoziana -una creatividad omnipresente". Y de la obra maestra de Jacob Burckhardt, La cultura del Renacimiento en Italia (1860), Bloom cita la única pero suficiente frase referida a Shakespere: "Una mente así es el más raro de los dones del cielo".

Como buen polemista, Bloom no se olvida de atacar a quienes fueron ya su principal objetivo en El canon occidental: los miembros de la Escuela del Resentimiento, encabezados por los "profetas posestructuralistas". Interpretar alegóricamente o ironizar sobre Shakespeare desde "la antropología cultural, o la historia teatral, o la religión, o el psicoanálisis, o la política, o Foucault, o Marx, o el feminismo, sólo funciona de forma limitada". Con Shakespeare, cualquier reduccionismo es igual a ignorancia: "Su universalidad te derrotará, sus obras saben más que tú".

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