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Copenhague duplica el espacio de su Museo

El reformado centro de arte abre sus puertas hoy al público tras dos años de obras

Elsa Fernández-Santos

El Museo Nacional de Arte de Copenhague, situado cerca del corazón de la ciudad, abre hoy sus puertas al público tras dos años de obras y una inversión de casi 5.000 millones de pesetas. Un nuevo edificio blanco -unido al antiguo, de ladrillo rojo, por un techo de cristal- ha duplicado el espacio de este centro de arte, cuyos fondos superan las 9.000 obras. La fachada sur, acceso principal, sigue siendo la construida en 1896, mientras que la norte es hoy una gigantesca ventana, que moviliza los árboles y el agua que rodean el edificio hacia la escenografía del interior.

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Una mirada al sur

, La búsqueda de la naturaleza y la luz y el intento de dar sentido a un museo en el que cabe de todo (del siglo XIII a nuestros días) convierten la nueva construcción en una gran caja de dos caras donde el hierro y el cristal abren los ojos del viejo y húmedo ladrillo. La arquitecta italiana Anna Maria Indrio (afincada en Dinamarca desde hace años) es la directora del proyecto de este nuevo centro de arte, que fue inaugurado ayer por la reina de Dinamarca y que hoy abre sus puertas con más de 3.000 obras en sus salas. Para muchos es, por calidad y volumen, el museo más importante de Escandinavia. En el viejo edificio se mantienen las piezas antiguas (de Tintoretto a Mantegna, Rubens o Durero) mientras que el nuevo está dedicado exclusivamente al siglo XX (Picasso, Braque, Matisse, Modigliani o Beuys).El juego creado con las ventanas y las perspectivas permite que mientras se miran unas flores de Emil Nolde, de quien el museo posee nueve maravillosos óleos, o un retrato de Matisse, otro de los pintores que destacan en las salas, se pueda ver a lo lejos un paisaje del arte flamenco. Paredes blancas para el siglo XX y colores (rojo, azul y verde) para las colecciones antiguas. "Tanto como la luz, buscamos el silencio y la calma para acceder al arte", explica la directora del museo, Allice Helleland.

"El viejo edificio era antiguo e impracticable para los visitantes, los trabajadores y las pinturas. En un principio el proyecto era todavía más limpio, con menos salas y recovecos, quizá era mejor arquitectónicamente, pero el ruido hubiera sido mayor, un defecto de muchos museos, y se decidió que la búsqueda del silencio fuera tan importante como la búsqueda estética", añade la directora, a cargo del centro desde hace cuatro años.

"La reforma no es una suma al museo que realizó Dahlerup en 1896, sino una transformación de su museo en una entidad contemporánea", señala la arquitecta Anna Maria Indrio. "Ha cambiado todo el edificio, se ha alterado su orden. Con las ventanas no sólo entran en el edificio las ramas de los árboles y el agua del lago, sino que el sur y el norte de la construcción se unen en un mismo centro".

Clásico y moderno

Desde ese centro, cuyo eje son unas escaleras que descienden a la orilla misma del lago, el blanco de las paredes y columnas constrasta con el verde de los jardines, el rojo de los edificios y el gris de una cancha de baloncesto, en la que juega un grupo de estudiantes. "En todo el proyecto se ha mantenido el concepto de unir lo clásico a lo moderno", continúa Indrio. "Es clásico en su estructura hierática, fácil de reconocer. Todas las salas que dan al norte, de este a oeste, tienen una doble altura y están iluminadas por la luz natural que llega de arriba. Al contrario, las salas de la zona sur son uniformes, y están iluminadas por luz artificial". Todo con la fuerte tendencia minimalista ("pacífica, de reposo") que caracteriza la arquitectura nórdica. "Lo que buscamos es la armonía, lo esencial, y la falta de pretensiones", aclara la directora del museo.El centro, para hacer aún más evidente su afán didáctico, ha creado el museo de los niños, un edificio dentro del edificio, dividido en tres pequeñas plantas, para el estudio y trabajo de estudiantes. En la primera sala se instalarán exposiciones temporales, en la segunda cada mes se exhibirá una pintura (estos días es La esposa y la hija del coleccionista se retratan, de Gillis van Tilborgh) de la colección del museo sobre la que los niños trabajarán en el taller de la tercera sala

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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