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Juan Arias publica un libro sobre la búsqueda de una religión personal

El hombre del final de milenio ha perdido el miedo a Dios y busca una religión más personalizada. Estas opiniones del periodista Juan Arias están contenidas en su libro Un Dios para el 2000, contra el miedo y a favor de la felicidad, publicado por la editorial Descleé de Brouwer, de Bilbao, y que ayer fue presentado en Madrid. Traducido ya a seis idiomas, este ensayo retoma las reflexiones que Juan Arias plasmó en un libro en 1968 con el título de El Dios en quien no creo. Arias rechaza que el mundo contemporáneo asista a un renacimiento de las religiones, que, en su opinión, "se han burocratizado". "Lo que está ocurriendo", agrega, "es que cada vez hay más gente que busca el misterio y la espiritualidad". Este periodista de EL PAÍS, experto en temas religiosos y que fue corresponsal en Roma y en el Vaticano durante muchos años, no piensa que el auge de la espiritualidad guarde relación con un fracaso del racionalismo. "Esa búsqueda de un Dios de la compasión, de la fraternidad, de la felicidad, tiene más que ver con la sequedad burocrática de las iglesias y con el intento de separar la razón de los sentimientos, dos cosas que resultan inseparables".

Después de reseñar que aumentan los creyentes en el mundo, pero no los practicantes de las distintas religiones, Juan Arias opina que los tiempos de crisis también favorecen los renacimientos espirituales. Pero el ensayista atribuye sobre todo a las cúpulas dirigentes de las iglesias la tendencia de muchos creyentes a buscar otros caminos. "Las iglesias siempre se han servido del miedo para someter a los fieles y cada día la política está más presente que el misterio en la actuación de las jerarquías religiosas".

Con un prólogo del teólogo Leonardo Boff y unos poemas de Roseana Murray, ambos brasileños, Juan Arias comenta que su libro trata de plantear cuatro preguntas fundamentales sobre el sentido de la vida, las razones para vivir como vivimos, el misterio de la muerte y el sentimiento de que nacemos para ser felices. "El Dios que buscamos también es un dios del humor", apostilla el autor.

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