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Buscando al actor integral

¿Teatro por antonomasia o de diseño? ¿Stanislavsky, Barba, Grotowsky? Mientras los teóricos siguen llenando páginas con aproximaciones y conjeturas más o menos retóricas, la gente de escena se debate en el dilema de apostar por una corriente de expresión ajustada a los nuevos tiempos. En Cádiz están ahora mismo manos a la obra. La XIII edición del Festival Iberoamericano de Teatro ha vuelto a poner de manifiesto la lucha por la hegemonía de dos posturas contrapuestas: el actor experimental frente al actor puro. Para el astro de los escenarios cubanos, Mario Balmaseda, "es una obligación del actor buscar constantemente nuevas posibilidades expresivas. El actor no debe salir nunca del laboratorio ni limitarse a una sola tendencia. Como los músicos, trabajamos sobre la partitura que nos proponen y la batuta del director", comenta. "No es menos cierto", añade Balmaseda, "que algunos se escudan en un teatro falsamente vanguardista, en el que es más fácil engañarse a sí mismo y engañar al espectador". En esta opinión coincide el argentino Rafael Spregeburd, formado en la compañía Sportivo Teatral, bandera de superación del realismo en su país. "El actor es la herramienta, no me interesa el oficio", afirma. "Por ello, debe entrenarse para hacer del texto un mecanismo propio de expresión, no someterse a él, sino modificarlo según su propio interés". Sobre estos presupuestos, muchos actores de ambos lados del Atlántico se muestran más interesados en los procesos de búsqueda que en los productos teatrales que, eventualmente, puedan quedar en el camino. "El territorio de la creación no puede producir como si fuera una fábrica", apostilla Spregeburd. ¿Escenarios vacíos? Un planteamiento más elemental es el que propone Marco Antonio Caudillo, miembro del grupo mexicano que fue bautizado de manera elocuente como Actores del Método, como esa escuela que ha llenado el cine de astros: "Se trata de aprender y desarrollar la propia técnica. Lo importante es que los actores actúen con verdad, sobre los problemas que le atañen. Actuar de manera contraria sería muy falso". Por encima de estos criterios, los escenarios del futuro se vislumbran bajo la sombra de una insólita amenaza: la idea de un teatro sin actores. Lo advierte Orlando Paredes, de Trilingo, Fundación Teatro de Marionetas de Venezuela: "Me aterra la creciente tecnificación que hemos podido comprobar en el último Festival Internacional de Caracas, en el que pudimos ver pantallas y luces, pero no actores. Las propuestas dramáticas concretas no existen en algunos espectáculos, más cercanos al cine o al videoclip que al verdadero sentido del teatro", explica. Una posible conclusión la aventura el crítico del diario cubano Granma Jorge Ignacio Pérez: "En todo caso, el teatro debe concebirse como un medio de comunicación. Se puede crear un extrañamiento en el espectador siempre que sirva para mover sensaciones, pensamiento o ambas cosas. Ahí tienes un intercambio de parte y parte, y ése es el verdadero sentido del teatro. No entiendo por qué algunos hacen una puesta en escena para sí mismos o para complacer al grupo de amigos de todos los días".

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