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En nombre de la afición

JOSU BILBAO FULLAONDO En Gernika, el Museo de Euskal Herria expone Bizkaiari begira con textos de Bernardo Atxaga. Es una visión sobre los grandes espacios que pueden apreciarse en la zona de Karranza, Orduña, el Duranguesado, lugares que marcan línea divisoria de Vizcaya con otras provincias donde puede escucharse el silencio. Se trata de uno de los últimos trabajos del polifacético Ramón Serras (Zarautz, 1943) hecho con una cámara panorámica (24x58) que, en su recorrido itinerante, ha coincidido en el tiempo con la publicación de su libro Zarauzko argazkiak. Polaroid 1988-1998. Serras dice contento haber nacido el 31 de julio, fiesta de San Ignacio, patrón de Guipúzcoa. Tercera generación de una familia de pasteleros, se le puede encontrar en su local de la calle Nagusia, cerca de la emblemática casa-torre de su pueblo natal. Allí, con aire campechano cuenta las dificultades que presenta la actividad fotográfica para vivir de ella. "Lo mío, más que un hobby, se ha convertido en un vicio", afirma con rotundidad. Desde niño estuvo en contacto con la fotografía. Su padre, Juan, de 89 años, siempre fue un gran aficionado que revelaba las fotografías en su propio laboratorio. A modo de rito iniciático, le ayudó a tomar sus primeras instantáneas. Como es frecuente, este juego paterno-filial no dio frutos de inmediato. Ramón se decantó hacia la pintura y hasta 1978 no se volvió a preocupar de las cámaras de fotos, que siempre estuvieron por casa. Fue entonces cuando, haciendo huecos en su tiempo de pastelería, emprendió una labor sistemática que no ha cesado hasta nuestros días. Sin tener que esperar a nuevas y múltiples aportaciones, que seguro llegan de alguien que está constantemente intentando crear, su pasado ya guarda un patrimonio más que relevante de su actividad fotográfica. En 1979 crea la Asociación Fotográfica de Zarautz, que pasa a presidir. Dos años más tarde realiza su primera exposición. Entre varios temas dispersos destaca uno que cuando lo desarrolla se convierte en un relato con evocaciones mitológicas. Su interés iconográfico permite que alcance las paredes del Museo San Telmo en San Sebastián. Es la propia esposa del autor quien hace de modelo. Posa entre abruptos paisajes de mar y montaña para recrear la imagen de lamiak y sorgiñak, personajes legendarios de la cultura vasca. Mientras busca en armarios y cajones perdidos fotografías olvidadas, algunas de 1866, prepara una serie de desnudos femeninos como homenaje a la mujer. El museo de Bellas Artes de Bilbao le abre sus puertas. No tardan en llegar premios internacionales en París, Florencia y Londres. A principios de los años noventa se convierte uno de los principales artífices de la fundación del Photomuseum, también en su localidad natal, que hoy dirige Leopoldo Zugaza. Zarauzko argazkiak son 55 fotografías realizadas por el sistema polaroid y manipuladas en su emulsión. A pesar de su evidente carácter figurativo, los retoques sufridos las envuelve en cierto halo evanescente que no puede menos que recordar las primeras piruetas pictóricas de su autor. Un estilo que, según confiesa, no termina de convencer a su progenitor, más dado a conservar la expresión realista que facilita el proceso de la cámara oscura. El libro lo conforman cuatro recorridos precedidos por un poema de Pello Esnal. Primero nos llevan al casco urbano donde discurren iglesia, torre, casas solariegas e incluso algún caserío. Luego viene la orilla del mar con sus olas, su espuma y las gentes que en ella se divierten. En el malecón hombres y mujeres disfrutan de un paseo con sabor a sal. Finalmente los toldos protectores del sol y miradas indiscretas discurren en línea de colores a lo largo de la playa. Un conjunto de escenas que según dice el poeta en uno de sus versos: "Una a una vi, una a una me encantaron".

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