_
_
_
_
_
Reportaje:ECOLOGÍA

La vida rebrota en el Guadiamar pese a la lesiva retirada de lodo

Ecólogos de Sevilla recomiendan detener las tareas de limpieza en el entorno de Doñana

Javier Sampedro

Casi 400 camiones y 264 excavadoras siguen trabajando febrilmente en la limpieza del cauce del río Guadiamar, en el entorno de Doñana, cinco meses después de la rotura de la balsa minera de Aznalcóllar (Sevilla). Las prisas se deben al temor de que las lluvias del otoño agraven la situación, pero algunos científicos independientes dan la tarea por acabada y recomiendan detener las máquinas: la vida está rebrotando en el río, y las excavadoras se han convertido en un enemigo peor aún que los metales pesados.

Las especies vegetales típicas de los cauces -carrizo, enea, juncos, álamos, adelfas y otros árboles y matorrales nobles- son, en los ecosistemas mediterráneos como el andaluz, verdaderas especialistas en sobreponerse a las catástrofes. La razón es que las riadas son frecuentes en estos climas, y esas especies están diseñadas para rebrotar muy eficazmente tras una avenida desastrosa.Un equipo de ecólogos de la Universidad de Sevilla dirigido por Francisco García Novo, probablemente los mejores conocedores de la biología del cauce del Guadiamar, ha seguido exhaustivamente la evolución de la zona afectada, mediante el estudio de 30 puntos de muestreo y áreas especiales reservadas a investigación. Su conclusión se resume así: el vertido fue grave, pero las excavadoras lo han sido aún más. Y su dictamen es breve: que paren ya las tareas de remoción de terrenos.

Demasiada exigencia

Según García Novo, los criterios de limpieza se han aplicado de forma demasiado exigente. Las máquinas han pasado por cada zona dos y hasta tres veces a lo largo de estos cinco meses, interrumpiendo en cada ocasión el proceso de regeneración de las plantas. La capacidad de rebrote es alta después de una pasada, pobre después de dos y casi nula después de tres: lo correcto hubiera sido remover el terreno a conciencia, pero una sola vez.Además, las excavadoras han concedido indultos con criterios poco científicos: han respetado los árboles grandes -en su mayoría eucaliptos sin ningún valor ecológico- y han arrancado el arbolado bajo, el matorral noble, los rizomas y los brotes, que son de gran utilidad para consolidar el terreno, disminuir el arrastre de las márgenes e imprimir variedad y capacidad de reacción a la flora de la zona.

El resultado ha sido un enorme empobrecimiento vegetal. El cauce del Guadiamar podía verse el viernes, entre los resquicios del tráfago de palas y camiones, convertido en una llanura lunar salpicada de ocasionales eucaliptos (un catedrático de Sevilla lo definió como un "canal").

El representante del Gobierno central en la comisión de seguimiento formada tras la catástrofe, Félix Pérez Miyares, admitió el viernes a este diario que los criterios de limpieza están resultando "probablemente excesivos", a causa de la enorme presión que los grupos ecologistas y algunos técnicos han ejercido sobre las administraciones. También admite este responsable que dejar en pie los eucaliptos ha constituido posiblemente un error, ya que algunos de ellos parecen afectados por los metales tóxicos y deberán ser arrancados después de todo.

Pérez Miyares se mostró de acuerdo en lo esencial con el ecólogo García Novo, pero se quejó de la desbordante cantidad de informes técnicos contradictorios que la comisión oficial ha recibido a lo largo de estos meses. El consejero de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, José Luis Blanco, ha inclinado la balanza hacia la precaución máxima, en un intento de evitar la presión de los ecologistas y de los expertos más cautos.

Pese a la asoladora labor de remoción de las máquinas, lo cierto es que las herbáceas ribereñas están rebrotando junto a las márgenes del Guadiamar. Las pequeñas y escasas islas de vegetación que han sobrevivido han aportado semillas a su entorno que están regenerando los matorrales y hierbas. Muchas han germinado y hasta florecido, como se puede comprobar dando un paseo por la zona afectada cercana a Aznalcázar, una de las más afectadas.

Las temidas lluvias no han supuesto un problema hasta el momento. Antes al contrario, han favorecido el rebrote y han disminuido el número de partículas en suspensión en el aire. La caída del agua sobre algunos montones de residuos produjo esta semana unas fumarolas que provocaron cierta alarma, pero, en contra de las versiones más ruidosas, el humo ha resultado consistir en mero vapor de agua y dióxido de carbono y no supone riesgo alguno. Algunos responsables políticos ven en las próximas lluvias la excusa perfecta para detener unas tareas de limpieza que dan, en privado u oficiosamente, por concluidas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_