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La fiesta más mestiza

La cara más mestiza del BAM irrumpió con fuerza en la noche del viernes en la fiesta mayor barcelonesa y por partida doble. En la plaza Reial, la legendaria Cheikha Rimiti asombraba con su sola presencia, mientras que ante la catedral sorprendía, y mucho, el acercamiento entre el flamenco y la música vocal búlgara. En ambos casos, al interés y éxito artístico se unió una asistencia de público notable y, sobre todo, un hecho tan poco banal como la ausencia de lluvia. La climatología simplemente amenazó, sin llegar a causar problemas de gravedad en unos días en los que la inestabilidad parece ser la constante. Si la plaza Reial es ya de por sí una auténtica encrucijada de culturas de Barcelona, en la noche del viernes lo fue todavía más gracias a la presencia de una de las personalidades más importantes y atractivas de la moderna música norteafricana: Cheikha Rimiti, a la que llaman (y no sin razón) la Edith Piaff del rai. La plaza más mestiza de Barcelona vibró como pocas veces lo ha hecho con el ritmo apabullante de esta septuagenaria argelina capaz de poner a bailar hasta a las mismas piedras. Cheikha Rimiti, vestida con una túnica negra de preciosos adornos plateados, gafas de sol, pelo recogido y una enigmática sonrisa (de ésas que encierran muchos mundos pasados, presentes y futuros), sedujo a todo aquel que se acercó hasta el escenario de la plaza en la noche del viernes. Ritmos potentes y eléctricos marcados por el bajo, los teclados, la batería y las percusiones (orientales y occidentales) sobre los que la voz de Rimiti se imponía al paso del tiempo uniendo tradición y modernidad, cultura árabe e instrumentos occidentales. Una auténtica gozada servida, además, por una sonorización mucho mejor que la registrada en noches anteriores. Flamencos y búlgaros Al mismo tiempo que Cheikha Rimiti arrasaba en el escenario de la plaza Reial, en el de la catedral se presentaban una serie de voces flamencas como preludio a su inminente encuentro con las voces búlgaras. Como suele ser habitual en los actos de las Festes de la Mercè obligaron a escoger y es una lástima porque, se escoja lo que se escoja, siempre se deja de ver algo interesante. A los flamencos les siguió el coro búlgaro Angelite, retomando algunas canciones tradicionales de su tierra y, ya casi a la medianoche, se produjo el esperado encuentro de las dos culturas bajo la enérgica y eficaz batuta de Joan Albert Amargós. Enrique Morente había escrito las partituras que, con arreglos del propio Joan Albert Amargós, fueron servidas con fuertes dosis de sentimiento en medio de la noche. El mismo Enrique Morente, a pesar de no estar anunciado, se llevó la parte del león, cantando casi todas las canciones sobre las voces casi mágicas de las 18 cantantes búlgaras y un fondo de guitarras y cajones. Una mezcla tremendamente vitalista en el escenario único de la plaza de la Catedral.

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