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Los rebeldes de Congo rechazan el acuerdo de paz firmado por Kabila

Alfonso Armada

Los presidentes de los países involucrados en la guerra de Congo firmaron ayer un acuerdo de paz. Están los aliados de Kabila, Angola, Zimbabue y Namibia y los de la rebelión, Ruanda y Uganda. Queda todo pendiente de nuevas reuniones para concretar el alto el fuego y el despliegue de tropas de interposición. El jefe político de la rebelión, Arthur Z"Ahidi Ngoma, exige reuniones directas con Kabila y anuncia la intensificación de los combates.

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Representantes civiles del movimiento rebelde, que exigen la renuncia de Kabila, mostraron su malestar por el trato recibido en Zimbabue y se reservaron el derecho a recurrir a las armas si sus derechos no son respetados.Todo el mundo le conoce como El Profesor. Viste camisa blanca bajo la que se trasparenta una camiseta de asas, pantalón negro holgado de cartucheras y gasta teléfono móvil. Étienne Ngangura Kasole es el jefe del Departamento de Comunicación y Prensa (léase propaganda) en Goma, capital de la región congoleña de Kivu Norte. "No estamos en absoluto contentos del trato dispensado por Mugabe [el presidente de Zimbabue] a nuestra delegación", dice en el jardín de su mansión, ultraprotegida por soldados que observan con cierta abulia. "No nos dejaron sentarnos a la misma mesa que los jefes de Estado, pero ha sido reconocido que nuestra presencia en la solución política del conflicto es insoslayable". Junto a Kabila sí se sentaron sus aliados: Angola, Zimbabue y Namibia; y los padrinos de los rebeldes, Uganda y Ruanda, además del presidente de Zambia, Frederick Chiluba, que ofició de mediador.

En una región tan volátil como la de los Grandes Lagos, en continua ebullición tras el genocidio de 800.000 tutsis y hutus ruandeses moderados en 1994, es difícil encontrar a alguien que le conceda un adarme de esperanza al acuerdo de Victoria Falls, que debe desarrollarse mañana en la capital etíope, Addis Abeba: despliegue de una fuerza africana de interposición, salida de las tropas extranjeras, verificación del alto el fuego y congelación de las posiciones en el frente. Demasiados milagros encadenados, y más cuando los rebeldes piden sin paliativos "el abandono de Kabila del poder" y Kabila la "salida de las tropas extranjeras", banyamulengues incluidos (tutsis residentes en Congo desde hace 200 años). El propio Profesor manifiesta sin inmutarse que sus fuerzas controlan "casi la mitad de Congo: todo Kivu , buena parte de las provincias Oriental y de Katanga y el puerto de Kalemie , y la de Alto Congo, con Kisangani, la tercera ciudad del país".

De sus presuntos aliados ugandeses y ruandeses, El Profesor cuenta que sólo reciben apoyo moral. Pero otras fuentes menos parciales aseguran que el paso por Goma de unidades procedentes del otro lado de las fronteras (ruandesa y ugandesa) ha sido continuo desde que el 2 de agosto la radio anunciara que Kabila había dejado de ser presidente de la RDC y todas las emisoras y teléfonos satélite en manos de las comunidades religiosas fueran incautados. Tanto en el aeropuerto de Kigali, la capital ruandesa, como en el de Goma, el tráfico nocturno de aviones ha sido incesante y el paso de camiones "cargados de olivas", como comenta un observador imparcial, "interminable".

Mientras, aparentemente, la vida sigue su curso mortecino en Goma, con tiendas abiertas, campesinos descalzos que acuden a vender y a comprar a mercados concurridos y cambistas en las calles con fajos de viejos billetes de Zaire con la efigie de Mobutu y nuevos billetes de Congo de1 franco con Patrice Lumumba

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