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Tribuna
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Desazón

Septiembre es en sí mismo un mes lírico y hermoso, un mes que predispone a la benevolencia, el amor y el romanticismo, de modo que me he sentado ante mi fastuosa máquina con la sacrosanta intención de dedicarle a Madrid, que para algo es mi pueblo, una buena oda septembrina. En realidad, yo prefiero alabar que despotricar, poner la otra mejilla antes de asestar un cachete en mejilla ajena. El que se enfada es quien más pierde. El que se pica, ajos come, asevera el refrán, y es cierto: ¿qué gozos podrá meterse en el bolsillo el infortunado cascarrabias que se lanza cotidianamente a la calle buscando agravios en cualquier minucia? Bueno, pues con toda esta filosofía de la vida (estrecha, OK, pero me da igual), heme aquí metido a cronista cascarrabias cada vez que abordo en esta tribuna los múltiples temas municipales y espesos que se me vienen a las mientes; y preocupado conmigo mismo, porque "yo no soy ése que tú te imaginas", sino alegre y longánimo, no sé cómo explicarte, y por eso quería rehacer mi vida escribiendo esa preciosa oda septembrina. Sin embargo -como podrán comprobar los valerosos lectores que hayan llegado hasta aquí-, no me sale. Y es que el nutricio y ubérrimo mes de las vendimias será adorable en sí mismo, pero en Madrid y como cabeza de un nuevo "curso", que se anuncia inexorable y salvaje, agobia. Desazona.El tórrido mes pasado hubo 150 obras censadas en nuestras calles por aquello de que "en agosto es cuando se corta". ¿Se han contabilizado las estruendosas perforaciones en numerosas esquinas de mi barrio, o la zanja tapada sólo con tierra que adorna desde hace meses la acera de mi portal o el agujero tapado con una mera tabla que decora la parte izquierda? ¿Y se han clausurado, zanjado, "finito", esas 150 obras oficiales? Pasen, vean y juzguen los veraneantes, automovilistas o peatones que acaban de regresar. Tenemos más vallas, más agujeros, más hormigoneras, más andamios, más grúas, más sacos repletos de escombros, más contenedores carroñeros, más atascos, más excavadoras, más angustias que nadie "en este Madrid tan precioso, tan maravilloso, tan..., de verdad, y con este público tan lindo, tan maravilloso, al que todas nosotras tenemos tanto respeto y un cariño tan especial, tan, tan..." que diría con verbo cálido, tan lindo, nuestra admirada tonadillera presentadora de televisión, tan inmersa en la vida real finisecular del mundo, España y este Madrid tan.

Mas, amén del fragor y el aherrojamiento circulatorio de cada día presente y venidero, ¿cómo no vamos a sentirnos desazonados mientras contemplamos cómo la demencial obsesión por las obras públicas, simultáneas y megalómanas, borra el paisaje sólito y por ende entrañable y lo reemplaza sistemáticamente por panoramas hoscos y mamotréticos, lineales y alienantes; por toda una teoría de bolardos innumerables y arbolitos sarasas? (alguien se estará forrando en alguna parte, digo yo). Nos borran los recuerdos, nos desbaratan las vivencias en pro de un Madrid mejor que jamás llega -con la técnica de la zanahoria blandida ante el hocico del asno, me parece-, y para nada, pues el ritmo circulatorio no mejora en Madrid, sino que decrece, el aparcamiento en doble fila no merma, sino que se incrementa, y así sucesivamente. De tal guisa, resulta difícil comprender a qué viene el inútil y fatuo sistema de túneles y parkings hasta en la sopa. Además, y por razones puramente cronológicas, a mí y otros muchos cientos de miles de madrileños, acaso un milloncito largo, nos importa un rábano, aparte de no creérnoslo, que para el 2030 Madrid sea una ciudad ideal, donde se circule con fluidez y se viva sin angustia. En otras palabras, constituye una triste gracia que para garantizar la felicidad del madrileño futuro se esté hundiendo en la miseria la existencia del madrileño presente. Además, no se encuentra el horno mundial para bollos. ¿Quién le dice a usted que mañana no va a levantarse Yeltsin más chocho que hoy, o que Clinton no amenace decidido a lavar del todo la mancha en el vestidito de Lewinsky, y organizan un "apocalipsis nuclear"? Y adiós, Madrid del 2030, que te quedas sin gente.

También añadiré, ya que no sale ni a la de tres la oda septembrina, que me importa un rábano el hecho de que el metro llegue hasta Pitis, ¡vaya poema!

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