_
_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Chernomirdin 2

La política rusa parece que vuelve indefectiblemente siempre al punto de partida. Y en ese estéril tejer y destejer se mueve el presidente ruso, Borís Yeltsin, que, a los cinco meses del nombramiento y cuatro de ejercicio del joven funcionario Serguéi Kiriyenko, con el rublo devaluado en un 50% y la reforma en ruinas, se sitúa de nuevo en la primera casilla del tablero y devuelve la jefatura del Gobierno al veterano funcionario Víktor Chernomirdin, despedido entonces casi en la ignominia. Aunque en la Rusia de Yeltsin las predicciones son un bingo de azar incalculable, Kiriyenko tenía que estar lógicamente liquidado desde que la semana pasada proclamó que sólo se devaluaría el rublo casi pasando por encima de su cadáver. Sus restos mortales ya los tenemos, pero ¿y el rublo?Pese a todos los pesares, la divisa rusa se había sostenido durante el último año, alrededor del 70% de la economía del país se halla privatizada y la devaluación no tendría por qué ser un desastre al favorecer las exportaciones y mejorar la liquidez del Gobierno. Y, sin embargo, Kiriyenko ha tenido en los últimos días que consolidar a largo plazo la deuda interior y establecer una moratoria de 90 días del pago de la deuda exterior. ¿A qué se debe semejante desastre?

Más información
Rusia promete que seguirá el plan de austeridad que le exige el FMI

Los casi 23.000 millones de dólares que Rusia recibió en préstamo hace sólo unas semanas ya han sido engullidos, repartidos o malgastados para ningún fin restaurador de la economía; la desconfianza generalizada hacia el rublo hace que las grandes compañías, que en su día fueron estatales y hoy están en manos de paniaguados del poder, prefieran una economía de trueque a una dineraria y abonen sus impuestos con servicios en lugar de efectivo; ello se presta, naturalmente, a una valoración arbitraria y desmesurada de esos servicios, amén de impedir que el Gobierno allegue recursos para atender sus necesidades, y, finalmente, los grandes inversionistas extranjeros han huido de Rusia ante la penalización de unas cargas desorbitadas, que ésas sí que se exigen en especie.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Chernomirdin, gato viejo, está tratando de recomponer una alianza en la Duma para que la ratificación parlamentaria de su nombramiento no se convierta en un calvario como la de Kiriyenko. Se está entrevistando para ello con casi todo el arco político y anuncia un Gobierno de gran coalición, lo que puede ser bueno porque será más representativo, o no tanto si su composición hace que se autocancelen los sacrificios que la reforma precisa y que los dirigentes occidentales, con Kohl a la cabeza, le han exigido. Al mismo tiempo, este Chernomirdin vuelve con fuerza, y más bien parece que es Yeltsin el que se le encomienda para que le reconcilie con los grandes lobbies económicos, a cambio de lo cual el apparatchik podría ser el candidato investido por Yeltsin en las próximas presidenciales.

Sacar a Rusia del pantano va a ser, en definitiva, mucho más dramático hoy que hace dos o tres años. Un presupuesto con una fuerte reducción del déficit, por demoledor que sea para las economías familiares, parece imperativo; como lo son unas cuentas claras e impuestos cobrados en efectivo que permitan el abono de 8.000 millones de dólares en atrasos a empleados del Estado, y, lo que es más problemático, una renovación a fondo de la clase político-industrial, para lo que el nuevo jefe de Gobierno no parece el más indicado.

Yeltsin no ha hecho hasta la fecha más que maniobrar para ser candidato en el año 2000, lo que hoy parece muy lejano; pero si quiere que la posteridad no abomine de él, bien haría en reemprender otra vez la reforma, ya que ha vuelto al punto de partida.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_