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Un libro detalla el papel de Sevilla en el nacimiento de la Generación del 27

,La segunda edad de oro de la poesía española tuvo con Sevilla una relación muy especial. Madrid fue decisiva en el desarrollo de la Generación del 27. Pero también es cierto que fue en Sevilla donde se celebró en 1927 el homenaje a Luis de Góngora, que supuso el bautizo de esta generación. El escritor y periodista Francisco Narbona (Sevilla, 1916) ha publicado recientemente un libro que trata de resaltar el papel de la capital andaluza en la gestación de este grupo poético. El libro, Sevilla, Góngora y la Generación del 27, está editado por Sevillana de Electricidad.

Nada semejante había ocurrido desde la época en que Francisco de Quevedo, Luis de Góngora y Lope de Vega se repartían mandobles líricos en el colodrillo, al tiempo que escribían poemas memorables. La segunda edad de oro estaba a punto de fraguarse a mediados de los años veinte. Narbona relata cómo el momento clave, el homenaje a Góngora organizado por el Ateneo de Sevilla con motivo del tercer centenario de la muerte del poeta cordobés, tuvo un prólogo escatológico. Los patrocinadores del homenaje llevaron a cabo una meada colectiva en las paredes de la Real Academia de la Lengua el 23 de mayo de 1927. Uno de los poetas de la Generación del 27, Gerardo Diego, hizo en una revista literaria de la época "una descripción inefable y divertida sobre esa concreta catarata urinaria", relata Narbona en su libro. "Es el homenaje a Góngora lo que dio lugar a que la gente conociera a los poetas de la Generación del 27. Lo que propició el homenaje fue la amistad de Rafael Alberti con el torero Ignacio Sánchez Mejías. A Sánchez Mejías le gustaba la compañía de los poetas y escritores", explica Narbona. El torero actuó como patrocinador de aquel homenaje, que en palabras de Narbona, "iba a molestar". Las nuevas generaciones de poetas suelen emerger a costa de levantar ampollas en los grupos anteriores. El objetivo de los jóvenes poetas era "llegar hasta el final, sin ahorrar mortificaciones a quienes estaban contra la celebración", relata Narbona. "Sánchez Mejías llevó a los poetas a Sevilla a cuenta suya al mejor hotel y los alojó durante tres o cuatro días", explica el periodista. Narbona dice que "nadie se ocupó de hacer la crónica de lo que fueron esos días que rodearon el homenaje". "Yo he intentado hacer un relato de ellos", agrega Narbona. El libro incluye, además, una valiosa y completa guía de poetas y artistas de la Generación del 27. El acto se celebró el viernes 16 de diciembre de 1927 en el auditorio de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Hubo lleno total. Entre el público destacaba un poeta en ciernes que, posteriormente, se convirtió en uno de los monstruos sagrados de la literatura española, Luis Cernuda. El anfitrión de los poetas, Sánchez Mejías, también estaba allí. En la tribuna de oradores intervinieron Dámaso Alonso y Juan Chabás. Rafael Alberti y Federico García Lorca cerraron el acto con un recital del diálogo entre el poeta y el náufrago de la Primera soledad de Góngora. A los presentes se les convocó para el día siguiente con el objeto de seguir el homenaje. "La segunda velada registró también un lleno hasta la bandera", relata Narbona. Intervinieron Gerardo Diego, José Bergamín y Chabás. Después de un breve descanso se dio paso a un "verdadero torneo poético", cuenta Narbona. En esta justa levantaron sus lanzas todos los poetas invitados y algunos sevillanos. Hasta Jorge Guillén, que hasta ese momento guardaba silencio, se lanzó a recitar sus versos. La gente jaleó las décimas de Guillén. "Aunque la apoteosis se desbordó cuando Federico García Lorca recitó algunos poemas de su Romancero gitano", explica Narbona. "Se agitaron pañuelos como ante cualquier faena de la Real Maestranza", resume el periodista y escritor. La Generación del 27 había explotado con la contundencia de una mascletà. Muchos de aquellos poetas -Lorca, Alberti, Guillén, Dámaso Alonso o Gerardo Diego- se estudian hoy en los colegios y, en algunos casos, sus libros se reeditan sin interrupción para una legión de lectores.

Un poeta maldito

Había un poeta cordobés del siglo XVII llamado Luis de Góngora. Desdeñado durante siglos, un grupo de jóvenes poetas se encomendó a Góngora como a un genio literario que sirviera para marcar distancias respecto a las generaciones anteriores. ¿Pero quién conocía a Góngora en los medios culturales de las primeras décadas del siglo? "La mayoría de la gente no sabía quién era Góngora. Era un poeta maldito. Un cura al que le gustaba mucho la fiesta, los toros, las cartas... ¿Por que se ordenó sacerdote? Para él, era una manera de ganar dinero. Y así podía dedicarse a escribir", dice Francisco Narbona. El escritor y periodista sevillano deja bien claro en su libro que Góngora "fue acusado de frecuentar prostíbulos, de desentenderse de sus obligaciones eclesiásticas y de ir mucho a los toros". Góngora se defendió achacando las mismas faltas a otros colegas. Tres siglos más tarde abanderó la segunda edad de oro de la poesía. Como el Cid de Anthony Mann, ganó su batalla después de muerto.

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