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Tribuna
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Cortar por lo sano

Últimamente no doy pie con bola: estoy más despistado que la paloma de Serrat. Así que pensabas circular como un príncipe por Madrid aprovechando la ausencia vacacional de la mitad de la población, ¿eh, barbián? Pues, en castigo, vas a escribir tres mil veces "soy gilí" y a tragarte trescientas cucharadas de aceite de ricino municipal. La verdad es que debía venir yo muy groggy de las vacaciones para escribir las esperanzadas tontunas que incluía mi tribuna anterior, o puede que un conato de Alzheimer hubiera borrado de mi mente las duras realidades del Madrid manzanero.Menos mal que esta ciudad está dotada de estupendas clínicas para la recuperación del hilo mental, y ni aun tuve que ponerme en lista de espera porque ya el lunes 3 de agosto perdí mis vanas ilusiones juveniles cuando trataba de transportar a unos familiares hasta la estación de autobuses de Conde de Casal. Yo, ¡imbécil de mí, mea culpa, mea máxima culpa!, había alardeado de que diez minutos bastaban y sobraban para llegar. Figuraos, un lunes de agosto, a las tres de la tarde, ¡si no queda ni una rata! Zarpamos, de todos modos, con media hora de antelación sobre la prevista para la salida, y ya al desembocar en el puente de Raimundo Fernández Villaverde (por cierto, ¿cuándo lo reemplazan por quince túneles, dos intercomunicadores y tres subestaciones de servicio para facilitar el tráfico?) nos percatamos de que aquello no iba nada bien. Morosillo andaba el túnel de República Argentina, imposible la confluencia de Francisco Silvela con la avenida de América, patético el paso de Manuel Becerra, comatosas las proximidades de O"Donnell. Al final pude depositar a mi "preciosa carga" (Xavier de Montempin y otros autores) en su destino dos minutos antes de la salida del chisme, pero antes se me había salido el corazón por la boca al menos tres veces, y creo que es malísimo. Lo que sí se me puso bien fue el hilo, y espero no volver a perderlo durante el "curso" venidero. Falta va a hacernos a todos tenerlo bien puesto, porque en medio del aquelarre atisbé un cartelón ofreciéndonos un año 2000 esplendoroso, pero del 98 y 99 no se decía ni mu, así que póngase en lo peor.

Y es que el señor alcalde ha empezado a trabajar en su "retúnel" de O"Donnell, el señor presidente de la Comunidad continúa erre que erre ("ora et labora") con su multiestación de la avenida de América, y se perpetúan las obras del puente de Ventas, cuyo vecindario, sometido a los más monstruosos ruidos diurnos y nocturnos, sobrevive de milagro, y si no que se lo pregunten a mi hijo primogénito, que tiene la desgracia de residir en la calle de Cyesa. El señor concejal de Obras ha afirmado que esto "no afecta para nada" al bochinche circulatorio. Sobre la inauguración del susodicho puente (una vez terminado, que ésa es otra, claro), el edil afirmó que se hará "cuando lo permita la agenda del alcalde". O sea que cualquiera sabe, con el apretadísimo calendario y procesiones, ritos, verbenas y kermesses que le aguardan al pobre con motivo de la Paloma y otros fastos. Más terminante estuvo el señor consejero de Obras Públicas de la Comunidad de Madrid, quien, comentando el estreñimiento viario, afirmó con gran gallardía: "Las ciudades hay que cortarlas en agosto. Cuando no se pueden cortar es en diciembre". Según fuentes bien informadas, tras proferir esta frase trascendental se largó... de veraneo.

No sólo está decapitada la ciudad por el noreste, con los horrores descritos, clausurada la calle de Cartagena y en marcha las operaciones asfalto, que afectan, encima, a la carretera de Barcelona. Todo Madrid está lleno de zanjas, zanjonas, zanjitas y zanjuelas, peligrosísimas sobre todo para motoristas y peatones, y a partir de mañana se cortará la calle Mayor, en el curso de "las obras de rehabilitación del casco histórico de Madrid" (sic), porque el señor alcalde quiere plantar en ella dos escudos muy bonitos de la Villa y Corte. También se rehabilitará la calle de Toledo (su primer tramo sigue precioso desde el hundimiento de mayo, fruto de la megalomanía parkingsoniana), Cea Bermúdez y muchos etcéteras. El cuento de nunca acabar.

¿Qué dice la leal oposición? Dice (lo ha afirmado el concejal del PSOE Eugenio Morales) que todas estas obras son "electoralistas". Y líbreme Dios de contradecir tal opinión. Lo que sí asevero es que a mí me asombra el hecho de que tanta angustia de la ciudadanía se traduzca en votos para los causantes. ¿Masoquismo?

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