PJ Harvey escarba en las raíces del deseo
La cantante británica colmó las expectativas en la jornada inaugural del certamen
Polly Jean Harvey no defraudó. Protagonizó una actuación menos cruda y desgarrada de lo habitual, pero colmó las esperanzas de sus seguidores. Ante un público rendido a sus pies desde mucho antes de que subiera al escenario del Festival Internacional de Música Independiente de Benicàssim (FIB), la artista inglesa interpretó, en lo que constituyó un estreno mundial, piezas de su esperado último trabajo, titulado Is this desire? La jornada inaugural del certamen de Benicàssim, el viernes por la noche, incluyó otras joyas, como Sonic Youth y Tindersticks. Tres actuaciones para recordar.
A los galeses Superfurry Animals se les había reservado el honor, rechazado por otros nombres más sugestivos del cartel, de poner el broche final a la jornada inaugural. Se esperaba un concierto contundente y divertido, pero acabaron ofreciendo uno de los espectáculos más prescindibles y tediosos del día.A esas horas de la madrugada ya se habían escrito tres de las páginas más memorables de esta cuarta edición del FIB. No es una exageración: Sonic Youth, Tindersticks y PJ Harvey brillaron como las estrellas de este luminiscente firmamento independiente que son. Un lujo, un regalo precioso, para los oídos y los sentidos. Tres momentos rebosantes de magia e inspiración que quedaron grabados en la memoria de los aficionados.
PJ Harvey jugaba con ventaja; han pasado tres años desde su último álbum, To bring you my love, y el público aguardaba como un jarro de agua fresca en el desierto sus nuevas canciones. Se anunciaba su comparecencia en Benicàssim como la del estreno mundial de su próximo disco, Is this desire? Así fue: fueron piezas de reciente factura como Perfect day las que conformaron el grueso de su repertorio. Un racimo de composiciones soberbias que, sin embargo, mostraron a una Polly Jean Harvey menos cruda y desgarrada de lo habitual. Pero igual de intensa y dramática, eso sí, como se le recordaba antes, y después, de su celebrada colaboración con Pascal Comelade. Intimista y sensual. Con John Paris, saltando con pasmosa habilidad del bajo a la batería o la guitarra, siempre a su lado.
Elixir de la juventud
Pasaron con la celeridad de un suspiro y fueron muchos los que, aun después de que la cantante se despidiera con un lacónico "muchas gracias", se quedaron clavados en sus sitios, esperando un bis que no llegó. También buena parte de la prensa enviada para cubrir el festival conservó hasta el último minuto la esperanza de que PJ Harvey concediera una conferencia de prensa que tampoco llegó a celebrarse. Caprichos de diva alternativa, decían algunos. Los motivos eran otros: la publicación británica New Musical Express tenía reservada la exclusiva del estreno en directo de sus nuevas canciones.En cambio, los neoyorquinos Sonic Youth derrocharon simpatía y palabras a su paso por la carpa de prensa del festival. No cabía ni un alfiler y, mientras paladeaban con suma delectación una botella de vino, respondieron con la amabilidad de unos principiantes y demostraron que el elixir de la eterna juventud sólo está reservado para unos cuantos privilegiados. Sonic Youth, claro, son unos de ellos: "Para mantenernos frescos durante tanto tiempo tenemos que estar continuamente experimentando y creando nuevas canciones frescas y originales", afirmaron. Por eso, precisamente, no quisieron ofrecer un repertorio plagado de temas clásicos y optaron por un exhaustivo repaso a su último trabajo, A thousand leaves. "Nuestra intención es convencer al público con nuestro material nuevo y no con todas esas piezas antiguas que, al fin y al cabo, se pueden escuchar tranquilamente en casa", explicaron. Veteranos y experimentados, Sonic Youth no necesitaron desviarse de su propio estilo para convencer a una audiencia que perdió el resuello durante el último tramo de la actuación, protagonizado por una impresionante lectura de la añeja Deadh valley 69 envuelta en electricidad y toneladas de distorsión.
El último gran concierto de la velada corrió a cargo de Tindersticks. Un espectáculo guiado por el grandísimo Stuart Staples, perfecto en su papel de crooner intimista y quejumbroso, que acortó con maestría el trayecto que separa a Nick Cave de Leonard Cohen.
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