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Tribuna
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Madrid es capital

"Capital. 1. Tocante o perteneciente a la cabeza... 3.Dícese de la población principal y cabeza de un Estado. 4.Principal". Diccionario de la RAE.Tres factores convierten a todo proceso de elección del gobierno municipal de Madrid en una cuestión esencial para la reflexión y participación del ciudadano. El primer factor es general y corresponde al tipo de civilización y valores que deben definir este fin de siglo. Es el menos coyuntural. Es esencial en nuestra perspectiva histórica. Los otros dos afectan muy directamente al horizonte político español.

Los tres factores convocan a la participación en el proceso electoral municipal madrileño. La reflexión sobre ellos me ha decidido a mí a hacerlo en la forma de candidato a la designación por el partido en el que milito.

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Se acabó lo que se daba

1. "El aire de la ciudad hace al hombre libre", proclamaba la medieval fábula gala. Libres y seguros sus habitantes frente a las presiones de los señores feudales y las violencias de las revueltas campesinas. La ciudad era refugio necesario para la gestación de la cultura que haría, frente a la naturaleza y frente al desafuero de los poderes, posible convertir al hombre en medida de todas las cosas. Era el ideal clásico, posible desde la ciudadanía. "Me interesan los árboles y los pájaros, y sobre todo los hombres en la ciudad", ponía Platón en boca de Sócrates. Humanismo, libertad, marco jurídico están unidos en la ciudad. Pero ésta está hoy amenazada por las consecuencias de su mismo éxito: aglomeración, dificultad en la accesibilidad -no solamente por el tráfico que nos detiene y devora como esas plantas carnívoras- por la incomunicación humana, por la pérdida del sentido de la propia identidad que la urbe sin estilo no complementa, sino que diluye; por el ruido, por la inseguridad..., por la sectorialización de la urbe (espacios de comercio, de ocio, de trabajo, áreas que cuando termina la labor en ellas, se sumen en la soledad, en desiertos donde domina el miedo, donde aprieta el caminante el paso para refugiarse en las zonas de vida plural e integrada).

De la ciudad necesitamos todos, pero más los menos fuertes y menos dotados para resistir la agresión: los de mayor edad, las mujeres, los niños; aquellos que la necesiten más y que lejos de encontrar en ella ahora un espacio de seguridad y tranquilidad, se enfrentan al reinado del automóvil, la marea del ruido, el desorden o la acumulación avasalladora de regulaciones que se apilan incluso cuando su razón social, su función, ha periclitado. Estas presiones sobre el ciudadano son difícilmente soslayables, salvo por la huida; o conversión de la urbe en mero centro de trabajo que se abandona al fin de la jornada para volver a él mecánicamente al día siguiente. En víspera del Mayo parisino de 1968 se recitaba una forma de vida: transporte, trabajo, reposo para volver a empezar ("metro, boulot, dodo"). Es decir, la negación no ya de la dulzura de la vida, sino de los valores occidentales.

El reto alienador de la ciudad moderna sin plan, abandonados sus ciudadanos a la desesperanza, no es invencible. De hecho, en nuestra Europa a partir de los setenta se inicia una recuperación de la ciudad, de la cultura urbana, empezando por el interés por su gestión. Los gobiernos municipales pueden, primero, detener los efectos alienantes y marginadores; luego, iniciar la recuperación en el buen sentido y la solidaridad. Si se tiene conciencia de lo que está en juego y también de que es posible definir entre todos un proyecto para una ciudad capital -esencial- y ejecutarlo, no se puede rechazar la invitación a participar. Es lo que he hecho. Los índices de dificultad en acceso, de ruido, los de reducción de velocidad en el transporte, el vaciamiento parcial, la pérdida de capacidad de creación de modelos sociales, el aumento del cinismo y a la vez de la resignación son en Madrid crecientes. ¿Cómo rehusar servir?

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Hacia los años ochenta pareció que una identidad cultural de Madrid no reducible a lo verbenero y zarzuelero estaba a la vista. Era también un producto del entusiasmo que provocó la llegada de la democracia; pero hemos entrado en un torpor en que todo se adormece, en especial la capacidad de felicidad colectiva. De él es preciso salir. Ésta es la principal razón para participar en el proceso electoral. Pero existen otras dos que afectan a la cultura y situación políticas españolas.

2. Sin ganar, o mejorar substancialmente, Madrid y su provincia en las próximas elecciones generales no es posible formar un Gobierno progresista que coloque a España en posición de aplicar una política racional y de centro izquierda, y ello cuando ciertos procesos -la acción no controlada del Banco Central Europeo y los criterios monetaristas- reclaman unas acciones compensadoras.

En la última elección general, el PSOE obtuvo a escala nacional fuera de Madrid unos 200.000 votos más que el PP. Pero este resultado se anuló por la abultada mayoría popular en Madrid. De hecho, en las municipales anteriores los socialistas perdimos un número considerable de grandes ciudades. Sin su recuperación, el panorama político está cerrado. En Madrid viene aumentando nuestro déficit desde 1986 progresiva y acumulativamente. Desde esta perspectiva, es inconsecuente repetir candidaturas, cambiando tal vez miméticamente de lugar a alguna de sus cabeceras. ¿Qué posibilidad hay de mejorar sin una novación clara de personas, de ideas, de hábitos partidarios? Aspirar a una elección para situarse dentro de un partido, no para ganar, es tomar el nombre del ciudadano en vano.

Dijeron las encuestas en 1987 y en 1991 que una candidatura encabezada por mí hubiera ganado en Madrid. ¿Y en 1999? Todo dependerá de la capacidad de ilusión y del realismo que seamos capaces de generar: concretamente, de si acertamos con una oferta, programa, disposición a que sean los ciudadanos individual y colectivamente, sus grupos, sus asociaciones, quienes definan, controlen y alimenten el gobierno que corresponde a la compleja constitución social de legitimidad y encauce sus ideales y objetivos. Porque no es cierto que Madrid sea profunda y estructuralmente conservadora. La realidad es menos simple. Hay en esta ciudad un deseo de descubrir y de realizar proyectos progresistas. Hasta ahora no hemos sabido inducirlos, pero en Madrid, como en toda España, y también a escala europea, una época termina y otra se anuncia.

3. Sin primarias dentro del PSOE ningún cambio profundo podía tener resultado claro dentro de la Federación Socialista Madrileña. Militante desde 1978 -cuando a ella llegué por la fusión del PSP en el PSOE-, me he mantenido con disciplina, no ahorrando esfuerzos y debates claros, pero, y ésta es la diferencia, sin perseguir como individuo o miembro de una fracción posiciones de poder. Puse también un exquisito cuidado en no dañar a sus estructuras. Nunca aspiré a cargo orgánico, sino a servir al proyecto socialista. De manera que por no haber participado en las luchas internas me encontraría en mejor situación para representar a los compañeros socialistas que quienes, por vocación o necesidad de la coyuntura, han pasado de los enfrentamientos a los pactos de sutura epidérmica, y vuelta a empezar.

Es claro que sin este cambio vitalizador de las primarias cualquier candidatura y toda oferta a la ciudadanía quedaría definida por las componendas y acuerdos interiores. Es evidente que las primarias abren a los militantes posibilidades; sin ellas, la mayoría quedaríamos marginados: es mi caso. Por eso mi opción tiene un alcance que rebasa mi propia persona.

En abril de este año, las elecciones primarias para designar al candidato a la presidencia del Gobierno introdujeron un vendaval fresco en los interiores de la organización socialista y aún más entre sus militantes, votantes y entre los que participando en un proyecto globalmente progresista no vencían el rechazo que la inevitable tendencia oligárquica de las direcciones produce. Pero el proceso de la elección a Borrell debe desarrollarse en las otras consultas. No cabe dar un paso adelante y varios atrás. O se avanza con responsabilidad, pero clara y resueltamente, o el proceso se detiene.

El reequilibrio del mapa político español exige un mejor resultado electoral para los socialistas. En buena medida, esto pasa por un buen resultado en Madrid. Es, pues, necesario que se ofrezca a los madrileños una opción política clara y unos nombres que sean congruentes con ella, por su trayectoria, por la experiencia demostrada, por su disposición de servir a la ciudadanía.

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