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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Muerte de un dictador

LA MUERTE, aparentemente por infarto, de Sani Abacha, el general que se autoproclamó presidente de Nigeria tras el golpe de 1993, que abortó las primeras elecciones democráticas en 22 años, ofrece una oportunidad para que ese país inicie una transición hacia las libertades y el pluralismo. La decisión de que el general Abdusalam Abukabar, jefe del Estado Mayor, asuma la presidencia no parece la más adecuada y es comprensible su rechazo por la oposición. Pero la intención anunciada ayer de que el país retorne a un régimen civil en un plazo de cuatro meses puede ser un paso en la buena dirección.No se puede minimizar la importancia que tiene para el conjunto de África el que Nigeria, con más de 100 millones de habitantes y quinto país productor de petróleo del mundo, tenga un sistema político abierto, estable y que facilite el saneamiento de su economía. Nigeria no ha sabido aprovechar las ventajas que le aportaba la naturaleza. Abacha ha dejado tras de sí un país destrozado, con una deuda exterior colosal, con una economía en declive a pesar del petróleo. Es, además, una sociedad con profundas divisiones étnicas y religiosas, con diferencias sociales que no han hecho sino crecer bajo un sistema corrupto en el que se han enriquecido unos pocos. La respuesta del poder ha sido la represión política y las ejecuciones sumarias. Miles de presos políticos se pudren en las cárceles.

La intención anunciada de devolver el poder a los civiles el próximo 1 de octubre tendría credibilidad si los militares procedieran a poner en libertad a estos presos, empezando por Abiola, el vencedor de las frustradas elecciones de 1993. Iniciar una transición no será fácil en un país que desde la independencia, en 1960, sólo ha conocido 10 años de gobiernos civiles. Pero la presión interna, la de la OUA (Organización para la Unidad Africana), reunida en Burkina Fasso, y la de Occidente podrían torcer el brazo de los militares para romper el aislamiento diplomático internacional que impidió a Abacha recibir tratamiento médico fuera de su país.

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