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La presidencia de Nigeria, en manos de la cúpula militar tras la inesperada muerte de Abacha

El general Sani Abacha ha muerto. Su inesperado fallecimiento deja al país sin presidiente, ministro de Defensa y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. No hay vicepresidente ni mecanismo previsto para la sucesión. Será el mando militar, que anoche se hallaba reunido de urgencia, el que decida qué pasos dar. Las elecciones presidenciales previstas para el 1 de agosto se quedan sin su único candidato. El país, el más poblado de África (con más de 104 millones de habitantes) y con una producción petrolera de casi dos millones de barriles diarios, queda sumido ahora en un peligroso vacío de poder.

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El rumor de la noticia del fallecimiento del dictador corrió ayer como la pólvora por las calles de Abuja (la nueva capital). Numerosos efectivos militares acordonaron el palacio presidencial en Aso Rock, en donde un ir y venir de mandos circunspectos daba a entender de que algo grave había sucedido. Por la tarde, el general Abdusalam Abubakar, jefe de Estado Mayor del Ejército, hizo público un comunicado oficial: «El general Sani Abacha ha muerto en las primeras horas del hoy (por ayer)... que su alma reste en paz». No se hizo referencia alguna a la causa del fallecimiento, aunque en círculos diplomáticos se habla de infarto de miocardio.La preeminencia del general Abubakar puede ser un síntoma sobre su futuro papel. Él será el que presida los funerales. No obstante, no hay previsto mecanismo legal alguno para la sustitución del presidente. Su último número dos, el general Oladipo Diya, espera en prisión la orden de ejecución. No existe puesto de vicepresidente y la oposición está proscrita, exiliada o encarcelada. Hay vacío de poder.

La noticia de su muerte, difundida por la televisión oficial, provocó el estupor en la mayoría de la población, que se recogió en sus hogares. Sólo en el Estado de Kanu, al norte, y de mayoría musulmana, miles de personas salieron a las calles para homenajear al presidente muerto. El féretro llegó anoche a su localidad natal envuelto con una bandera nacional. Las noticias, contradictorias en muchos casos, aseguran que fue enterrado inmediatamente.

La presencia de tropas en varias ciudades del país era ayer más evidente que nunca. No hay noticias de disturbios ni de protestas. Ni siquiera en el sur, feudo de la oposición al régimen y de donde es originario Mashood Abiola, el millonario musulmán que ganó las anuladas elecciones de 1993, las que provocaron el golpe de Abacha. Estos partidos pidieron ayer la restauración democrática por la vía más directa: dar la jefatura del Estado a Abiola, quien la ganó en las urnas y que pena por ello ahora en una cárcel.

Son muchos los Gobiernos que han incluido en sus telegramas de condolencia una llamada a la esperanza para que la muerte del dictador, uno de los más sangrientos de África según Amnistía Internacional, sirva para empujar a este país por la senda de la democracia. Nigeria se hallaba virtualmente fuera de la Commonwealth desde la ejecución, en 1995, del escritor Ken Saro-Wiwa.

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El ministro británico de Exteriores, Robin Cook, fue rotundo: «Esperamos que ahora Nigeria tenga una transición y un rápido retorno a la democracia con un Gobierno civil que respete los derechos humanos». Washington dio un paso más y reclamó «un Gobierno civil responsable».

«Gracias a Dios que se ha ido», dijo el abogado Gani Fawehinbmi, uno de las principales figuras de la oposición al dictador. «El pueblo nigeriano no va a permitir un nuevo Gobierno militar», aseguró con tono de amenaza.

Nigeria es uno de los países claves de África. El más poblado con 104 millones de habitantes. En él conviven 250 etnias, lo que le hace inestable. Su principal fuente de riqueza es el petróleo, de donde obtiene el 90% de sus divisas. Hasta ahora, cualquier amenaza occidental al régimen ha dejado a un lado a estos lucrativos ingresos. Era la última baza de presión. La Mobil Oil norteamericana, la principal explotadora de los casi dos millones de barriles diarios, genera cada día unos beneficios de ocho millones de dólares para el régimen. La esperanza es que, a partir de ahora, sin la presencia omnipresente de Abacha, el cambio sea real. La respuesta está en manos de la cúpula militar.

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