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El primer Speed & Festival transforma al Jarama en un parque de atracciones

Siempre se ha relacionado al rock and roll con la velocidad. Muy rápidos se le debieron de pasar a Joe Cocker, estrella anoche en el Jarama, los años sesenta, en pleno éxito, cuando al rock -y a él- también se le relacionaba con las drogas. Pero pocas veces se ha relacionado con la velocidad, con los coches todoterreno, los castillos y toboganes hinchables para niños, las escaladas, los majestuosos Rolls-Royce o la posibilidad de lanzarse al vacío catapultado por una goma elástica que pende a 50 metros del suelo.

Para conseguir todo ello se ha creado el Speed & Festival: una mezcla de la trepidación de las carreras con otro tipo de espectáculos y actividades. Desde el viernes hasta hoy, domingo, el circuito del Jarama se ha convertido en un gran parque de atracciones donde lo principal, claro, son las carreras, pero donde para no atronarse con el rugido de los motores se puede hacer otras cosas.Por ejemplo, sentir el estómago en las amígdalas practicando bungy: es decir, lanzarse hacia arriba atado por una enorme cinta de látex que cuelga de una grúa de 50 metros y sometida a la tensión de un contrapeso que sujeta por un arnés al suelo al que lo practica. Un mosquetón lo suelta, y el individuo sale disparado hasta que la goma vuelve a estirarse y le deja poco a poco colgado en el aire. Un centenar y medio de personas lo probaron ayer con cara de susto.

Al lado, castillos y toboganes inflables como en las ferias, y una pared artificial donde los niños se iniciaban en la escalada. Un poco más allá, casi un millar de personas experimentaban el circuito para los vehículos todoterreno, donde en menos de cinco minutos se recorrían 600 metros de obstáculos y dificultades. Lo organizaba Jeep, cuyos monitores conducían los vehículos invitando a subir a quien quisiera sentirse en un safari por África. Pendientes arriba y abajo, caras de pavor, gritos de emoción, agua, cruces de puentes y ruedas en el aire. "Claro que he gritado, pero de placer", decía una señora, emocionada como una adolescente.

Pabellones de venta de coches, aprovechando el Salón del Automóvil de estos días, y, lo más espectacular, la exposición de 25 Rolls-Royce, que por la mañana había recorrido la sierra madrileña. Rolls-Royce de todas las edades y modelos, elegantes a más no poder. Llegaron por sus propios pies, pero algunos tiraron de grúa para volver a casa. El precio de ser reliquia. Cuando terminó el rugido de los coches -las competiciones de las fórmulas Toyota y Súper Toyota-, salió el arco iris. "Las nubes no van a afectar al circuito del Jarama", se oyó decir por megafonía. "A eso de las nueve comenzarán las actuaciones de Presuntos Implicados y Joe Cocker". Una ocasión estupenda para haber estado callado. A las nueve, con el sol todavía visible, Presuntos Implicados inició su actuación ante un público valiente que pasaba del tremendo chaparrón. Y Joe Cocker, después, como si la velocidad de su vida le hubiera restado años hacia atrás. Está viejo, sí, pero su voz rota y cascada sigue emocionando como en los sesenta.

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