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Entrevista:

"Aún tengo mucha tarea por delante"

Anabel Díez

"No me puedo arrepentir porque me gusta decir lo que pienso", advierte Joaquín Almunia al planteársele si se arrepiente de haber anunciado que dimitiría como secretario general del PSOE si era derrotado por José Borrell en las elecciones primarias para la presidencia del Gobierno.Pregunta. Se habría ahorrado críticas: que si no tiene palabra, que si se aferra al cargo...

Respuesta. Aunque no lo hubiera dicho, después de una derrota conviene pensar si hay elementos para una dimisión. Otra cosa es que ésta pueda contrarrestarse con otros argumentos, como los de miles y miles de militantes. Me han expresado ánimo y apoyo. Lo agradeceré siempre.

P. ¿Qué tiene Borrell que no tenga usted?

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R. Es un magnífico candidato y será un magnífico presidente.

P. Las encuestas le daban a usted como ganador.

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R. Todas decían que los votantes socialistas me habrían preferido a mí. Pero desde ahora todos prefieren a Borrell ante Aznar.

P. ¿Hay divorcio, entonces, entre militantes y votantes?

R. No sacralicemos las encuestas . Las primarias se han puesto en marcha para acercarnos a los electores y así debe seguir siendo cuando se elijan los candidatos municipales y autonómicos.

P. Dice lo que debe ser, pero no que vaya a ser así.

R. El proceso que puse en marcha tiene muchas posibilidades y algún riesgo. El riesgo: que los afiliados voten pensando en intereses particulares, de familia, de sector. Si es así, las primarias no tienen futuro. Por eso insisto en que piensen en los ciudadanos.

P. Han preferido a Borrell haciendo oídos sordos a tantos dirigentes regionales y provinciales como confiaron en su victoria.

R. Estoy muy satisfecho de que esos dirigentes me votaran. A ellos les votaron los afiliados. Gozaban y gozan, pues, de su confianza.

P. Hace once meses, el 34º Congreso le eligió como líder. Usted, a su vez, eligió a una dirección que ha sido casi unánime en defenderle. ¿Han quedado desautorizados?

R. No se ha votado una moción de censura contra la Ejecutiva, sino al candidato a la presidencia. Así lo ha puesto de manifiesto la inmensa mayoría del partido.

P. Sí, pero los secretarios de algunas provincias y comunidades son cuestionados por sectores que apoyaron a Borrell.

R. Pido a los militantes que no aprovechen la situación para que rueden cabezas. Si alguna tuviera que rodar, sería la mía. Como decía, son miles quienes me hacen llegar que no se ha votado contra la dirección, sino a favor de un candidato. Que nadie lo confunda. Que no se pervierta el proceso.

P. ¿No se encuentra en una situación paradójica al haber estado en conflicto durante años con el aparato del partido y haberse convertido en ocho meses en su representante frente a la renovación, que podría estar representada por Borrell.

R. ¡Ja, ja, ja...! Nunca he sido ni seré representante ni defensor de la cultura del aparato. Quien diga que soy aparato en un sentido peyorativo ignora lo que pasó en el último Congreso. Sé que algunos que lo dicen no tienen mucha credibilidad. Pero, en fin, cualquiera que me conozca y haya seguido mi trayectoria, y la siga en los años próximos, verá cómo todas mis decisiones van encaminadas a acabar con la cultura de lo que se ha llamado aparato. De hecho, las primarias son lo más opuesto a esa cultura.

P. ¿Para qué se queda?

R. Para dirigir el PSOE y apoyar a Borrell a que gane las elecciones y llegue a La Moncloa. Me quedo porque el proceso de renovación del PSOE no ha hecho más que empezar. Tengo mucha tarea por delante.

P. ¿En qué materias?

R. La renovación tiene varias facetas. De cara al partido y a los ciudadanos. El socialismo del siglo XXI no puede seguir el guión de hace 20 años. Los socialistas que han sido capaces de renovar más deprisa sus diagnósticos y propuestas son los que antes han recuperado el poder.

P. El orden interno...

R. Hay que cambiar muchas cosas. Los ciudadanos no se relacionan con la política como hace 20 años. Quieren tener un protagonismo en la toma de decisiones y la elaboración de políticas, por lo que hay que encontrar cauces de diálogo y participación.

P. Usted sugirió que también debería haber primarias para la elección del secretario general. ¿Va a impulsar esta reforma?

R. Será materia de reflexión para el próximo Congreso, en el que necesariamente tendremos que debatir sobre el modo de elección de los dirigentes del partido.

P. ¿Mantiene también su idea de que los simpatizantes voten para elegir a los cargos públicos?

R. Lo sigo prefiriendo a pesar de que levanta algunas suspicacias. Todo cambio despierta recelos. Mucha gente los tuvo ante las primarias y ahora las aplaude a rabiar. Pero no se pueden hacer las cosas de manera improvisada. Hay que conseguir que el partido en su conjunto lo asuma. La necesidad de cambio es evidente: existe una enorme desproporción entre afiliados y votantes. Un partido que aspira a tener más de diez millones de votos no puede resignarse a tener algo más de 200.000 afiliados reales. Será muy bueno que voten los simpatizantes porque cuanta más gente participe las posibilidades de acertar serán mayores. Muy pronto abriremos un censo de simpatizantes y habrá alguna experiencia piloto. Desde luego, en la próximas elecciones para designar el candidato a la presidencia seguro que podrán votar. Mi objetivo es que en las próximas primarias voten medio millón de socialistas.

P. Borrell y usted están ya dando muestras de cambio casi a la fuerza. Por ejemplo, usted recibió a una delegación de la Marcha Mundial contra la Explotación Infantil y una hora después también lo hizo Borrell. Dos interlocutores del mismo partido...

R. Yo trato de recibir a toda la gente que quiere verme.

P. Se les va a observar con lupa. En los gestos y las palabras. Se estará atento a las políticas que salgan de la Ejecutiva o del Grupo Parlamentario para ver quién está más a la izquierda...

R. Pues muy bien. Tenemos una magnífica oportunidad para elaborar una plataforma electoral con todos los sectores que quieran ayudarnos. La preocupación no está en la clasificación topográfica, sino en obtener el respaldo mayoritario para resolver los problemas de los ciudadanos. Un trabajo apasionante. Y lo podemos hacer en un clima excelente, ya que la situación polica ha dado un vuelco con las primarias. Millones de ciudadanos nos miran con optimismo y esperan nuestras propuestas.

P. Está claro que no quiere entrar en clasificaciones sobre más o menos izquierdismo.

R. Todos los socialistas somos de izquierda. No me quiero arrogar la exclusividad. Nuestro reto es aglutinar sectores y organizaciones progresistas desde el centro hasta la izquierda. Siempre ha sido así. Y en ese terreno vamos a trabajar Borrell y yo.

P. Durante sus últimos gobiernos el concierto fue con los nacionalistas, no con IU.

R. Aspiramos a recibir el apoyo suficiente para que nuestras propuestas lleguen a la mayoría y gobernar solos. Ahora bien, es evidente que los nacionalistas tienen que estar implicados en un proyecto para España. Hay que dialogar desde posiciones propias y dejando claros los límites: la Constitución y los estatutos.

P. ¿No van a dialogar con IU?

R. Hay que buscar la forma de traducir nuestras coincidencias con toda la izquierda. La derecha está unida. Tenemos que ir del centro a la izquierda, integrarnos en la causa común. Ya estamos en diálogo con IU, Nueva Izquierda e IC sobre el IRPF, el empleo, el recetazo o el Estado autonómico.

P. Hasta ahora parece que han puesto más énfasis en la crítica al Gobierno que en la propuesta de alternativas.

R. No es cierto. Hemos presentado alternativas sobre muchos aspectos. Presentamos unmodelo global sobre el Estado de las Autonomías y no ha habido ni acuse de recibo; una propuesta sobre el empleo... Entregué en mano a Aznar un documento sobre la política judicial... Pero el Gobierno ha vivido muy cómodo. La opinión pública le ha dado un crédito que no se merece. Pero las cosas han empezado a cambiar.

P. ¿En qué se basa?

R. Los ciudadanos notan que la bonanza económica no se traduce en bienestar para todos, que la reforma fiscal es regresiva, que no hay creación de empleo real. Así, el PSOE empieza a emerger como una alternativa posible y deseable.

P. En el debate del estado de la Nación, ¿presentará Borrell una propuesta alternativa o seguirá el esquema del Gobierno, cuyo hilo conductor es la economía y el euro.

R. Aznar ha entrado en el euro como llegó a la foto con los Jefes de Estado o de Gobierno: tarde, mal y situado al fondo a la derecha. No sé qué va a decir en el debate, pero ha entrado sin que su voz haya sido atendida. Estuvo diez horas esperando la foto y, al final, casi no sale. No contaron con él para nada. Me habría gustado que el presidente de España hubiera sido escuchado en la Unión Europea como lo fueron Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo y Felipe González.

P. La iniciativa era de Francia y Alemania.

R. Lo que ocurrió es el fiel reflejo del peso de España: insignificante en estos momentos. Pero lo que importa ahora es la etapa que se abre. Primero, las medidas internas para que el euro beneficie a la inmensa mayoría. Después, la financiación de la UE, que no es distinta del debate sobre la ampliación. También, la reforma de algunas políticas, como la agraria y las de cohesión. En ese horizonte, Aznar está solo. Tanto en amistades políticas como en capacidades para establecer alianzas.

P. No parecen malas sus relaciones con el primer ministro británico, Tony Blair.

R. Voy a los hechos. Han sido dos años de acumulación de errores. Uno, no tener como aliada a la Comisión Europea. Hay una cosa gravísima: lanzar en Bruselas el mensaje de que el Gobierno español renuncia a medio billón de pesetas por rebajas tributarias. Ésta no es la mejor manera de conseguir la ayuda que necesitamos: unos 700.000 millones. No podemos pedir que Europa nos dé lo que dejamos de recaudar en nuestro país.

P. Usted niega que el grueso de la convergencia se haya logrado en los dos últimos años.

R. Hay que tener en cuenta lo que se hizo antes. Aznar ha sido mezquino al querer atribuirse todo el éxito. Se lo dije en público y contestó como suele: tratando de descalificar, hablando de mi estado de ánimo... Debería aprender de otros primeros ministros; mirarse en el espejo del portugués, el francés o el italiano.

P. De estos asuntos se hablará en el próximo debate. ¿Ayudará a Borrell?

R. Tiene todo mi apoyo. El primer interesado en que nuestro candidato haga un magnífico debate soy yo.

P. ¿Sacarán el asunto de la conspiración?

R. Las malas artes de Aznar y Álvarez-Cascos forman parte de su manera de hacer política. En la oposición y ahora. No voy a callar mientras el Gobierno siga hipotecado.

P. En estos meses su voz ha convivido con la de González. Ahora hay otra. ¿Pueden tres voces emitir un mensaje armónico?

R. Soy un gran admirador del Orfeón Donostiarra, más que un trío. También, de algunas orquestas sinfónicas. Lo que es posible en música lo es en política.

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Sobre la firma

Anabel Díez
Es informadora política y parlamentaria en EL PAÍS desde hace tres décadas, con un paso previo en Radio El País. Es premio Carandell y Josefina Carabias a la cronista parlamentaria que otorgan el Senado y el Congreso, respectivamente. Es presidenta de Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP).

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