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LA CRISIS DEL CESID

Cascos responsabilizó a González, como presidente, de la crisis del Cesid de 1995

Francisco Álvarez Cascos afirmó en 1995 que el presidente del Gobierno es el responsable de todas las acciones del Cesid. El Partido Popular, en la oposición, se aferró entonces al caso de las escuchas aleatorias del servicio secreto (hoy todavía en la Audiencia de Madrid), en las que incluso se habían grabado conversaciones telefónicas del Rey, para arremeter con saña contra el Ejecutivo socialista. "No aceptamos ni razones de Estado o de defensa nacional ni causas o explicaciones técnicas", manifestó, a su vez, Rodrigo Rato.

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"El Cesid es legalmente el órgano de información del presidente del Gobierno para el ejercicio de sus funciones de dirección de la política de defensa y de la coordinación del Gobierno en la defensa del Estado. Basta esto para exigirle al señor González la responsabilidad directa por lo sucedido". De esa manera arremetió Francisco Álvarez Cascos contra Felipe González en 1995. Álvarez Cascos negó de plano la versión expuesta por Narcís Serra, el vicepresidente socialista, acerca de lo aleatorio de las escuchas del servicio secreto y, desde su escaño, llegó a llamar mentiroso y cínico a González, a quien responsabilizó no sólo de ese asunto, sino también de todos los demás, con una mención especial para la guerra sucia.

Por su parte, José María Aznar calificó el tema como el último episodio de la cadena de "escándalos" (Filesa, GAL, fondos reservados, Roldán...) que sacudía al Gabinete socialista y provocaba su "descomposición política". En esa línea, acusó a González de haber convertido "el juego democrático en un juego sin reglas" y a espetarle: "Usted hace daño a España" y "es el principal problema, el principal obstáculo, de los españoles".

Dimisiones

Finalmente, Serra y el ministro de Defensa, Julián García Vargas, tuvieron que dimitir. Asimismo, Emilio Alonso Manglano dejó de dirigir al Cesid, del que el ex jefe de las operaciones especiales, Juan Alberto Perote (condenado después a siete años de prisión por ello), se había llevado consigo miles de fichas de material clasificado. La comparecencia de Serra en el Congreso permitió al PP poner en práctica todas sus técnicas de demolición parlamentaria. Desde la ironía de "¡que la grabe!", al comenzar su intervención, hasta el coro bronco de "¡dimisión!, ¡dimisión!", al concluirla, pasando por expresiones como "¡confiesa!", "¡vaya papelón!" o "¡qué vergüenza!", los diputados populares intentaron ridiculizar cada una de sus frases. Así, el Diario de Sesiones recogió más de 130 incidentes provocados por ellos durante los poco más de 60 minutos que Serra estuvo en la tribuna. Joaquín Almunia les tachó de "energúmenos" por ello mientras destacaba la "paciencia franciscana" de los socialistas, de los que era portavoz.

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El propio Cascos acusó a Serra de haberse callado ante "el comportamiento mafioso de quienes se dedicaron a espiar desde el Cesid".

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