'Meninos da rua' en calles andaluzas
Ocho niños del movimiento brasileño y tres de sus educadores viajan a España para estudiar vías que mejores su entorno social
No todo adulto ha sido adolescente. No en Brasil. "Allí el niño no tiene tiempo de crecer. Abandona la infancia de pronto, cuando descubre en la calle la violencia, el sexo y la droga", asegura Patricia da Silva. Lo sabe bien. Es una de los tres educadores del Movimiento Nacional de Meninos da Rua en Fortaleza -una ciudad situada al noreste de Brasil- que, junto a ocho niños de la calle, llegaron a España el pasado día 6. En su estancia han comprobado que el océano marca tajante sus distancias: "En España, el adolescente puede vivir su adolescencia, no tiene que quemar etapas".Es una diferencia que se constata al escuchar a Valdenia Nascimento, una joven menuda de 15 años, que no parpadea un instante cuando pronuncia "injusticia social". La vida -a los 11años ya cuidaba a niños de tres- y el Movimiento -en el que participa desde hace dos- le han ensanchado el vocabulario. Y es que, como asegura Da Silva, el objetivo último de la organización es que "sean conscientes de la realidad que les rodea para que puedan transformarla". Se trata, en palabras de Evelin Arves dos Santos, una joven de 19 años, "de saber lo que pasa para poder cambiarlo".
Y lo que pasa es lo que cuenta: cuatro niños menores de 17 años mueren diariamente asesinados en Brasil, según datos que esta misma organización atribuye a Unicef. Sólo en Fortaleza, una ciudad con dos millones de habitantes, existen 315.000 chabolas. Y lo que pasa también lo ha contado Mabia Joseanne Ferriva en los institutos andaluces. "Aunque vivo con mi familia, tengo los mismos problemas que los niños de la calle: falta de calidad en la sanidad y en la educación. Faltan libros, bibliotecas, meriendas y todo lo que os podáis imaginar".
Es otra de las diferencias con las que se han encontrado en España. Quizá porque el contraste construye la realidad: "Las escuelas aquí están muy bien organizadas: se imparte enseñanza de calidad. Hay sillas para todos los alumnos y la dirección se preocupa por ellos". "Aquí el Gobierno invierte en los niños", concluye de forma tajante Mabia.
Para ser escuchados no les ha bastado la palabra. Han recurrido a los bailes típicos de su región: la samba y la capoeira. Esperan que el ritmo sea una forma más seductora que el manifiesto para dar a conocer su realidad. "No ha sido fácil", asegura Nascimento mientras mueve las caderas. Ha tenido que practicar durante meses para aprenderse los pasos. "Algunas personas no saben nada de nosotros, ni quieren saberlo". Pero otras sí. Estas últimas le bastan para calificar su experiencia en España de "óptima".
Se trata de una iniciativa que se realiza por segunda vez en colaboración con la Asociación Andaluza de Niños y Niñas de la Calle. En octubre de 1994, otro grupo de meninos da rua de Fortaleza visitó Andalucía, después de que en enero de ese mismo año la Asociación Pro Derechos Humanos enviase a tres de sus representantes a Brasil para conocer de cerca el movimiento. Y, según esta misma asociación, las visitas ya han empezado a dar sus frutos: el próximo verano se abrirá la casa de acogida en Fortaleza, que va a llevar el nombre de la región que les ha abierto sus puertas. Y es que, como dice Ferriva, de, 18 años, "el sueño que se sueña juntos se ve con realidad".
A pesar de los logros, la misión que los meninos han traído a España huele a utopía. "Denunciar la situación y que la presión internacional pueda contribuir a que el Gobierno de Brasil construya una sociedad digna", dice Da Silva. Ella no se desanima. Atribuye la sensación de que la realidad es terca, y no se deja cambiar fácilmente "al capitalismo que manipula al pueblo para hacerle creer que su situación es algo natural".
Y, si algo es cierto, es que en ningún momento aparece la duda ni en ella ni en ninguno de los que la acompañan. "Si creyera que es imposible cambiar la sociedad estaría tranquilamente en mi casa", asegura Da Silva. En vez de eso, esta mujer lleva 13 años vinculada al movimiento, encontrándose frente a frente con una "realidad que choca y golpea todos los días".
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