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Con otro aire

Al teatro de la Zarzuela lea sentado bien el periodoe pausa obligada porbras en los últimos meses. Ha pasado al Teatro Real presión de salir airoso con la programación de un Verdi o un Wagner, y ante la nueva situación lírica de Madrid, sus responsables han cargado las pilas buscando un hueco necesario y presentando un proyecto lleno de sentido.

Por una parte, han conectado con los orígenes de difundir la zarzuela en que un día de 1856 se empeñaron a través de la Sociedad Artística los Barbieri, Gaztambide o Arrieta; por otra, han iniciado caminos complementarios -la tonadilla escénica este año, las óperas barrocas y contemporáneas a partir del próximo- con el que dan otro aire a los límites de la lírica madrileña. Continúan sus magníficos ciclos de canto y piano con voces del presente (Bayo, Kasarova, Ziesak, Baer) y sus no menos extraordinarias actividades para jóvenes.

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Gran Vía, El chaleco blanco, El barberillo de Lavapiés o Doña Francisquita dan lustre a una programación breve en la primera temporada, pórtico de una segunda en la que, junto a otros grandes títulos zarzueleros, estarán óperas de Monteverdi, Britten, Maderna y Henze, y seminarios y talleres dirigidos por Alberto Zedda, Raína Kabaivanska, Plácido Domingo y Emilio Sagi. La nueva etapa se inicia, pues, con muchas expectativas. No reaparece con ese aire humilde de "pobres chicas las que tienen que servir" que canta La Menegilda en La Gran Vía, sino más bien aspirando a ser el gran teatro lírico popular que Madrid necesita.

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