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Tribuna:MALOS TRATOS A MUJERES
Tribuna
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Los errores de un juez pluscuamperfecto

Un juez mató a su mujer, no ingresó en prisión y... sigue dictando sentencias. Estos hechos,ocurridos en mi región en 1989, me invitaron a escribir un artículo con la pretensión de aportar un caso para la reflexión,con motivo del escalofrío que produjo la espeluznante muerte de Ana Orantes. Sin embargo,ha sido ocasión de escándalo para un magistrado, don Perfecto Andrés Ibáñez, el cual considera que puse un "ejemplo inadecuado" y que di "el peor de los ejemplos".Sigo apoyando la idea de que para hacer frente a la violencia contra las mujeres es necesario un cambio de mentalidad de algunos de quienes aplican la ley. Esta es una demanda urgente que dirigen al poder judicial las personas que, desde hace tiempo, se ocupan de este grave problema social.

Reconocer que no todo es perfecto en la justicia española y que aunque abundan los buenos profesionales también hay cizaña, es condición. necesaria para recuperar el crédito que algunos jueces han arrebatado a su corporación. Si la reacción de los magistrados fuera eminentemente defensiva y de repliegue en sí mismos, nunca alcanzarán a comprender que las causas de sus males son también internas. Es decir, en esta posición defensiva los jueces se comportarían como algunos políticos ante la demanda de renovación democrática.

No desconozco que el oficio de juez es difícil. Francesco Carnelutti escribió: "Ningún hombre, si pensase en lo que es necesario para juzgar a otro hombre, aceptaría ser juez", y añadía: "Sólo la conciencia de su indignidad puede ayudar al juez a ser menos indigno". Precisamente por esto, quizá no existe un oficio más alto que el suyo ni una dignidad más imponente.

Pero siendo, al fin y al cabo, hombres y mujeres quienes administran justicia, algunos no se libran de la arrogante tentación de ponerse por encima -o al margen- de los demás, sobre todo cuando son tratados con servilismo. Algunos zotes hasta pueden creer que se merecen la altura del poder que la sociedad les otorga por el solo hecho de vestir toga con puñetas y de haber aprobado unas oposiciones. Por suerte, son muy pocos los que así discurren. II. Llegados a este punto, he de contestar al magistrado que me hizo objeto de su atención y de su acerada crítica.

Según Perfecto Andrés, en mi artículo he "calumniado a varios tribunales", y he "distorsionado" y "manipulado". Por si fuera poco, no me concede la presunción de que tamaños errores los haya cometido por imprudencia, sino que extiende su juicio a mis intenciones y las considera dolosas. Don Perfecto me denuncia, me juzga y me condena por mi actitud ante el poder judicial; y en el tema de los malos tratos a mujeres me examina y me suspende: "José Bono ha dado el peor de los ejemplos".

Por mi parte, prefiero atribuir la agria opinión del magistrado, no a hostilidad o enemistad ideológica hacia mi persona, sino a su imprudencia de juzgar sin conocer el caso.

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Vayamos por partes. Primero: titulé mis reflexiones Un juez mata a su esposa... Perfecto Andrés Ibáñez considera que, emplear el verbo matar, en este caso, carece de calidad ética porque la acción de golpear -afirma- fue "previsiblemente inadecuada para ocasionar la muerte". ¡Qué buen argumento para el abogado defensor del juez! Sin embargo, la sentencia que le condenó afirma literalmente que las causas próximas de la muerte "son dos y ambas imputables al procesado...". "El procesado..., trató de manera hiriente a su esposa, a la que humilló delante de sus propios padres, originándole un estadode altísima tensión emocional, cuyas consecuencias nada convenientes debió haber previsto".

El Tribunal Supremo sentenció: "Existe un hecho base doloso, constituido por el golpe dado en el cuello, y un hecho consecuencia, no querido pero previsible, en cuanto está al alcance del entendimiento medio prever que un golpe en el cuello puede producir la muerte".

Para don Perfecto, la acción violenta era "previsiblemente inadecuada para ocasionar la muerte". Con qué ligereza habla este magstrado! ¿Quién cuestiona el fallo de los tribunales que conocieron el asunto? ¿Quién los calumnia? ¿Quién los critica sin fundamento?

Si don Perfecto sigue empeñado en darme lecciones de ética y de lenguaje, no debe confundir este delito con las imprudencias morales de los accidentes de tráfico, como ha hecho en su artículo. Humillar y golpear a una mujer, señor juez, no es jamás una imprudencia. Es una conducta dolosa, temeraria e indigna de cualquier persona y mucho más de un juez.

Segunda parte: "Un juez mata a su esposa y no entra en prisión". Es un hecho que el juez que mató a su mujer no fue a prisión. Para Perfecto Andrés, "ello se debió a, que en éste, como en la generalidad de los países, es regla que los autores de conductas imprudentes no vayan a prisión, al haberlo dispuesto así el legislador". Este magistrado se va aquí a pasear no por el mundo, sino por los cerros de Úbeda. La explicación concreta de por qué no entró, en prisión es muy distinta. El juez no fue a prisión porque el tribunal que le condenó le impuso en grado mínimo la pena que correspondía a su delito. Legalmente, le pudo imponer hasta seis años de prisión y llevarlo a la cárcel, pero esta elección del grado a imponer quedaba por ley al "prudente arbitrio" del tribunal. Y éste tuvo, y dio sus razones, para "sancionarlo con levedad" (conforme se decía en la misma sentencia) invocando y rogando: "Paz, piedad, perdón". Conociendo al ponente de aquella sentencia, creo que su ánimo podía estar imbuido de las palabras del abogado Carnelutti: "El juicio, para ser justo, debería tener en cuenta no solamente el mal que uno ha hecho, sino también el bien que hará".

Como ya expuse en mi anterior artículo, el ruego de "paz, piedad y perdón" no fue atendido por el condenado. Los padres de la víctima -dejó dos ninas pequeñas- no han podido ver aún a sus nietas. Ganaron el juicio civil en primera instancia. Lo perdieron en la Audiencia Provincial de Madrid -donde el juez que mató a su esposa sigue dictando sentencias-, y está pendiente el recurso de casación ante el Tribunal Supremo. Largo calvario judicial para unos ancianos -sus suegros que pleitean frente a quien en la noche de autos decía desde la "ira" que "a pesar de haber aprobado unas, oposiciones y ser magistrado no se le respetaba". (Los entrecomillados son citas textuales de la sentencia). ¡Ahora pueden enterarse sus suegros de quién es él y los colegas que le amparan!.

La sensibilidad de Perfecto Andrés Ibáñez en todo este asunto le lleva a decir que "bien merecería" dejar al juez "en paz con su conciencia". No se lo discuto; ni de su nombre he querido acordarme. Pero no admito la lección del juez pluscuamperfecto que, al parecer, puede ser respetuoso con los datos sin conocerlos; pero yo, político imperfecto y, además, socialista, no puedo, según él, ser respetuoso con los datos porque los conozco demasiado, ni con las personas, porque mi parcialidad -que admito- está del lado de las víctimas, aunque no sean jueces. III. Perfecto Andrés también me acusa de malformar la opinión pública porque aseguré que el juez que mató a su esposa sigue dictando sentencias y que solamente fue suspendido mientras fue juzgado.

Que sólo fue suspendido, provisionalmente, mientras fue juzgado es un dato irrebatible. Por mi parte, me atrevo a sugerir que la sociedad no puede aceptar mansamente un régimen disciplinario que permite mantener dictando sentencias a un hombre cuya acción dolosa -el golpe- causó por imprudencia temeraria la muerte de su mujer. No propongo retroactividad alguna, pongo un dato sobre la mesa de debate, y planteo: ¿acaso es inamovible también el régimen disciplinario de los jueces?

Ni sugerí, ni dije, que el acuerdo de suspensión provisional del juez tuviera "carácter de privilegio de casta", pero Perfecto Andrés Ibáñez no sólo sugiere sino que afirma que la resolución que tomó el Consejo General del Poder Judicial, suspendiendo provisionalmente al magistrado que mató a su esposa, fue "un exceso de penalización... por motivos no de ley". Es decir, que fueron injustos quienes le impidieron que durante unos pocos meses siguiera poniendo sentencias, mientras se sentaba en el banquillo de los acusados. Con esa opinión, don Perfecto se sitúa, él mismo, en un lugar suficientemente elocuente. Nada que añadir.

También se equivoca el señor Andrés Ibáñez al decir que he insinuado un déficit democrático en el origen de la función jurisdiccional. No insinúo; abiertamente afirmo que la legitimación de origen del poder de los jueces surge de la Constitución, pero del ejercicio acertado de su función juzgadora nace la legitimidad de ejercicio.

Volviendo al principio: en esta materia de los malos tratos a mujeres, ni la última ni la mejor palabra la tenemos don Perfecto ni yo. Las mujeres le piden al poder judicial que se ponga al servicio de su causa para acabar con la violencia que padecen. Los jueces sólo harán lo que deban hacer, pero han de hacer todo lo que puedan, incluido el cambio de una mentalidad que acepta -¿soporta?- un régimen disciplinario que permite a un juez que ha matado a su mujer... seguir dictando sentencias.

José Bono, socialista, es presidente de Castilla-La Mancha.

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