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Ana María MatuteEscritora

"Siempre he sido una francotiradora"

Cuesta creer que Ana María Matute tenga 71 años. Su mirada se mantiene viva, intensa, y sorprende de vez en cuando con expresiones casi infantiles y con súbitos arrebatos de vergüenza ante lo que se le avecina. Tiene tras de sí muchos años de literatura de la buena y una obra extensa, muy personal, que ha mantenido viva desde la primera posguerra.Pregunta ¿Impone lo de ingresar en la Academia?

Respuesta Mucho. Cuando me lo propusieron me gustó, porque era un reconocimiento a una de las cosas que más me gusta en la vida: escribir. Pero en los últimos días, cuando veía acercarse la ceremonia de ingreso, empecé a tener miedo. Impone el ámbito, la sala, el protocolo. Voy a pasar una vergüenza... La verdad es que habría preferido escribir dos novelas y cinco cuentos antes que el discurso de ingreso.

P. ¿Y cómo lleva lo de ser la única mujer?

R. Espero que sea por poco tiempo. Además ni están todos los que son ni son todos los que están. Hay mujeres con más merecimientos que algunos hombres y no están en la Academia. Pero creo que las mujeres deben estar en todas partes por sus méritos personales. Lo del cupo me parece una bobada, ya que la mujer no lo necesita.

P. ¿Qué piensa aportar a la Academia?

R. Pues no lo sé. Supongo que no todos los académicos aportan cosas sustanciales. Para pulir la lengua ya están los filólogos y los lingüistas. En todo caso, yo inventaré palabras que luego irán a juicio [se ríe].

P. ¿Le costó aceptar?

R. Me sorprendió cuando me lo propusieron, pero los veo muy abiertos. Últimamente han entrado jóvenes y periodistas, lo que me parece muy bien, ya que no se puede negar la evidencia y hay periodistas que escriben muy bien.

P. ¿No tiene la impresión de que han tardado mucho?

R. Quizá, pero nunca se me había pasado por la cabeza.

P. Lo de escribir parece que es innato en usted. ¿A qué edad empezó?

R. En la Universidad de Boston se conservan cuentos que escribí a los cinco años, pero mi primera novela, Pequeño teatro, no la redacté hasta los 17, aunque se publicó más tarde. La segunda, Los Abel, la escribí a los 19. Siempre quise ser escritora. Ya de pequeña me fascinaba cuando me contaban cuentos y muy pronto me puse a escribir.

P. ¿Le costó abrirse camino?

R. La verdad es que no. Al quedar finalista del Nadal con mi primera novela, y nada menos que detrás de Delibes, ya se me abrieron las puertas.

P. Usted tenía 10 años cuando estalló la guerra.

R. Es algo que marca, sin duda. Fue terrible...

P. Y vivió los años de la censura.

R. A veces se cargaban novelas enteras, como pasó con Luciernagas, que recuperé hace sólo unos años. Fue tremendo, ya que te convertían a ti en tu propio censor. Cuesta imaginar que sea verdad la libertad con la que escribo ahora. La posguerra fue dramática, pero sobre todo fue ridícula.

P. Ganó el Nadal en 1947 y el Planeta en 1959, cuando los premios eran otra cosa.

R. Soy más joven que Cela, aunque muchos me asocian a su generación. Lo que pasa es que empecé a publicar muy jovencita. Yo soy más de la generación de los Goytisolo, Sánchez Ferlosio, Martín Gaite...

P. La infancia está siempre presente en sus libros.

R. La infancia es algo que me marcó mucho. Fui una niña feliz, privilegiada en cierto modo, ya que tenía una familia a la que materialmente no le faltaba nada. Fui a las monjas, pero eso ya es otra cosa... También me castigaban mucho, porque tenía algo de rebelde. De mi niñez recuerdo muy especialmente mi contacto con la naturaleza. Mi madre tenía una casa en La Rioja y allí aprendí a sentirme parte de la naturaleza. Estoy en un bosque y me siento parte de él. El trauma llegó con la guerra.

P. Tiene fama de solitaria, de haber llevado un vivir alejada de los círculos literarios.

R. Soy así. Por naturaleza, supongo. Por timidez, por recelo. En la vida me cuesta mucho participar. Me siento a menudo como una observadora; estoy como en un palco, mirando una función.

P. ¿Se lleva bien con los otros escritores?

R. Me llevo muy bien con todos y, a medida que pasan los años, cada vez me gusta más hablar de literatura. No tengo ganas de perder el tiempo hablando de otras cosas que no me interesan. Me he vuelto egoísta, o quizá es que pienso que queda poco tiempo y no quiero perderlo. A mí lo que me interesa es la literatura.

P. ¿Cómo recuerda los años de la gauche divíne?

R. Yo no participaba. Llevaba una vida retirada. Siempre he sido una francotiradora. Siempre he sido yo. Nunca estuve adscrita a tendencias y eso, en parte, me salvó. En lo del realismo socialista, por ejemplo, me mantuve al margen. Nunca creía que para protestar de algo hubiera que renunciar a la literatura. Al contrario, la literatura en sí misma es una forma de protesta. Es una gran búsqueda. Pero no es una predicación, un ahí va eso... La vida no es así.

P. ¿Qué lecturas diría que la han marcado?

R. Andersen, Perrault, los Grimm y todo el ciclo del Rey Arturo. Me apasiona la búsqueda del Grial y creo que es algo que está en todos mis libros. En Rey Gudú, por supuesto, pero también en La torre vigía y en otros. Son mis demonios familiares, o mis ángeles...

P. Eso, ahora que están de moda.

R. Para mí lo han estado siempre y me da rabia ver cómo se banalizan. Yo los he tenido siempre presentes. Como a los gnomos, que también se han banalizado. Ahora hablas de gnomos y están hasta en los anuncios de detergentes. No es eso. Yo los conozco y sé que son otra osa. Me gusta ese mundo de personajes no humanos. La fantasía es importante y éste es mi mundo en cierto modo.

P. Será porque los humanos son más complicados.

R. Son más estúpidos, sobre todo.

P. Su nombre llegó a sonar para el Nobel.

R. Varias veces, pero me pilló en la época en que yo no escribía y eso me perjudicó. De todos modos, es igual. Hubiera estado bien, pero para mí la literatura es otra cosa más importante. Conozco gente que se pone enferma con estas cosas, pero yo no soy así.

P. ¿Cómo ve la literatura española actual?

R. Hay gente joven que está haciendo cosas estupendas, y además muy variadas. Creo que estamos en un buen momento.

P. ¿Existe una literatura de mujeres?

R. En general, creo que no hay ni literatura femenina ni masculina. Existe literatura buena, mala o mediocre. Hay un tipo de escritora que en realidad no lo es. Lo que hace es escribir para reivindicar sus cosas. Para mí, una escritora es la que, al margen de ser mujer, escribe porque no puede hacer otra cosa. Porque es escritora.

P. Su última novela, El olvidado rey Gúdú, la retuvo durante muchos años y ha acabado siendo un éxito.

R. Ya llevamos más de 200.000 ejemplares. La tuve aparcada durante 20 años en una primera versión, pero no la quería pulir porque pensaba que no era el momento para un libro así. Sabía que no lo comprenderían. Del mismo modo que pensaba, cuando la publiqué en 1996, que había llegado su momento.

P. Durante un tiempo decía que no la quería publicar porque pensaba que se moriría cuando lo hiciera. R. Son cosas que se dicen, pero sigo viva [sonríe].

P. ¿Prepara nueva novela?

R.Tengo una en marcha y cuando pase todo lo de la Academia me pondré a trabajar en ella. El título provisional es Paraíso inhabitado y se sitúa en la época actual con ecos de la guerra civil.

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