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El legendario ladrón de Glasgow deberá volver de su refugio en Brasil

Isabel Ferrer

El Reino Unido ha solicitado formalmente al Gobierno brasileño la extradición de Ronald Biggs, uno de los protagonistas del asalto al tren-correo de Glasgow (Escocia), "el robo más audaz de la historia británica" según las diligencias policiales de 1963. Una petición similar fue denegada en 1974. Ambos países carecían entonces del correspondiente acuerdo de entrega de delincuentes refugiados en suelo extranjero.

La ratificación de un tratado adecuado en agosto pasado podría devolver ahora a su tierra natal al legendario ladrón, de 68 años, y con casi tres décadas de residencia en Suramérica.En un atraco digno de un guión cinematográfico, Biggs y los suyos, que no iban armados, se llevaron 2,6 millones de libras (630 millones de pesetas) de las sacas del tren-correo que efectuaba el trayecto Glasgow-Londres. El botín equivaldría hoy a unos 5.000 millones de pesetas, según los cálculos barajados estos días en la prensa británica. Jack , Mills, el maquinista, fue golpeado en la cabeza con una cachiporra y abandonado inconsciente en el suelo. Se negó a parar el convoy y su familia siempre ha dicho que las heridas contribuyeron a acelerar su muerte de cáncer. Tres semanas después, pasado el estupor inicial, Ronald Biggs, el cerebro del plan, acabó en la cárcel. Cinco de sus cómplices lograron escapar de la justicia y no fueron, detenidos nunca.

En 1965, y convertido ya en una celebridad nacional, el ladrón burló a sus carceleros y huyó del penal londinense de Wandsworth. Había cumplido 15 meses de una condena de 30 años de reclusión y siempre se ha negado a delatar al resto de la banda, que continúa libre. Si alguno de ellos se llevó además un buen puñado de diamantes del vagón desvalijado, es algo que no niega, pero que evita aclarar. "Soy optimista y prefiero no pensar en volver a una celda. Pero claro, el Reino Unido ha pedido mi regreso. Escapé y la ley es la ley", ha dicho desde su refugio en Río de Janeiro.

Cuando llegó allí desde Australia, en 1970, Biggs había seguido los pasos de otros delincuentes célebres recreados asímismo en el celuloide. Venía de París, donde trató de ocultar su identidad bajo una operación de cirugía estética facial. Instalado en las antípodas con su mujer y dos hijos, un día optó por marchar a Suramérica. Por un momento, pareció haber rehecho su vida. Conoció a Raimunda de Castro y tuvo otro retoño, Michael, hoy mayor de edad y cantante de rock. En 1974, el detective Jack Slipper, adscrito a Scotland Yard, logró por fin desenmascarar a su bestia negra. Una vez detenido, el intento de repatriación falló, dada su nueva condición de padre. El pequeño Michael y su compañera sentimental estaban a su cargo y no podía abandonarlos. El tiempo parece haber mitigado los afanes, del propio agente. "Biggs no tiene buen aspecto. Si regresa será un lastre para la sanidad pública y hasta puede solicitar una pensión", ha afirmado.

Pena abusiva

Ahora que el desamparo de su hijo no sirve como argumento legal, los abogados del gran ladrón de trenes han optado por otro tipo de defensa. Una de las cláusulas del nuevo acuerdo de extradición estipula que nadie debe ser devuelto a su tierra si la pena que le será allí impuesta es abusiva.Un robo sin armas como el perpetrado por Biggs no le supondría tres décadas de cárcel en suelo brasileño. El Gobierno británico, sin embargo, puede aducir que le requiere por evadirse de la prisión. Un delito que, además, no prescribe. Convertido en escritor y, sobre todo, en atracción turística ha vendido alarmas antirrobo en televisión y cantado música punk con los Sex Pistols. Mientras los abogados de ambos países llegan a un acuerdo, él sigue su vida y espera poder evitar una vez más el regreso a un país del que huyó hace 30 años.

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