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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

A la dignidad por el desnudo

Es una escena larga, llena de planos encadenados. En ella, tres obreros en paro se dedican a evaluar concienzudamente a una serie de aspirantes a cubrir las plazas de su proyectada compañía de strip-tease masculino. Por allí desfila una fauna variopinta, algún patoso, otro cuyos atributos no están precisamente en la danza, otros cuyas habilidades resultan sencillamente penosas. Toda la larga, pero nunca excesiva secuencia, está ahí para mezclar con habilidad dos de las premisas básicas sobre las que se construye Full Monty: una, la comicidad. Cada una de las situaciones, jamás llevadas más allá de los límites razonables del chiste visual o hablado, provoca en el espectador la carcajada.Pero, dos, esa comicidad esconde un trasfondo terrible, jamás explícito pero sí presente: si por esos pobres tipos hacen esas cosas tan poco edificantes, es porque están tan necesitados de trabajo como para prestarse al ridículo mientras buscan una salida individual a su drama, que no es otro que el derivado del fin de una determinada concepción del trabajo y de su cultura adherida, la dignidad que las clases subalternas han relacionado siempre con el concepto del esfuerzo personal, aunque sea para que otros ganen después la pertinente plusvalía.

Full Monty

Dirección: Peter Cattaneo. Guión: Simon Beaufoy. Gran Bretaña, 1997. Intérpretes: Robert Carlyle, Tom Wilkinson, Mark Addy. Estreno en Madrid: Liceo, Canciller, Ciudad Lineal, Bristol, Palacio de la Prensa, Velázquez, Vaguada, Odeón Plaza Aluche, Conde Duque, Ideal (en V. O).

Recursos clásicos

Así proceden siempre el director, Peter Cattaneo, y su guionista, el inspirado Simon Beaufoy: echando mano de los recursos clásicos del cine cómico, como son, por ejemplo, la brusca descontextualización de una situación para convertirla en su contraria, la sorpresa y el cambio de punto de vista desde quienes hacen algo hacia los que asisten a ese algo.Pero sin olvidar jamás que el objetivo del filme no es reírse de sus criaturas, sino hacerlo con ellas, criticando de paso y sutilmente un cambio de costumbres cuyas consecuencias distamos mucho aún de tener claras. Y para ajustar cuentas, como vienen haciendo también otros filmes británicos contemporáneos, con la larga y tremenda pesadilla social de la época de los gobiernos de Margaret Thatcher y John Major.

Full Monty es un filme ejemplar, no sólo en sus indudables méritos artísticos -se trata probablemente de la comedia europea mejor construida y escrita de los últimos años-, sino también en la radicalidad de su postura ética, no muy lejana, por otra parte, del cine de directores que, como Stephen Frears o incluso Ken Loach, están distantes en su ira y su gravedad de las aparentes ligerezas que el filme de Cattaneo propone: ahí es nada hablar de la crisis de la industria tradicional británica hablando de espectáculos para mujeres en los que se exhiben hombres en pelota picada. Y hacerlo, además, para reivindicar la dignidad del trabajo, aunque ahora ya no depende de otra cosa que de irse despojando lentamente de la ropa al son de la banda sonora de Nueve semanas y media.

Hábil para la pincelada social, espléndida a la hora de definir con pocos rasgos a unos personajes que jamás son arquetípicos, aunque sus peripecias se parezcan mucho a las de tantos y siempre funcionan en su manejo de los códigos genéricos, Full Monty es no sólo una película inteligente y socialmente comprometida. Es, sobre todo, un soberbio, conmovedor llamamiento a la tolerancia arropado por las formas y la inspiración de una comedia construida con tiralíneas y con una gracia que parece sólo al alcance de unos pocos creadores de talento.

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