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Un artista fascinado por Adolfo Hitler

Salvador Dalí se sintió fascinado por la ascensión al poder de Hitler. Era, mantiene lan Gibson, un revolucionario pero al mismo tiempo un individualista atroz. Cuando a comienzos de los años treinta el pintor se adhiere sin contemplaciones al movimiento surrealista acepta todos sus postulados: el hombre debe cambiar para que cambie el mundo.Los surrealistas enfrentaban entonces con el marxismo fines y objetivos. Todos apostaban por la revolución."Aquellos años fueron su gran época, cuando Dalí pinta realmente desde el corazón. Estaba rodeado de gente que concedía gran importancia a la verdad. Fue un periodo breve, cinco años muy intensos y suficientes", explica Gibson. A mediados de los treinta las ideas políticas de Dalí se decantan por el nazismo.

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"Le atrae la justicia social y el autoritarismo que él centraba en la figura de su padre, notario de profesión. Dalí fue un gran individualista y le atrajo la subida de Hitler. Sus objetivos eran: el poder, la fuerza y convertirse en el más grande para combatir al padre", añade el biógrafo. Gibson interpreta ese individualismo exacerbado como una apuesta por el fuerte que tiene la misión de aplastar a los débiles. Coincidiendo con el inicio de la guerra civil y el avance del Ejército alemán, Dalí se marcha a Estados Unidos, donde permanecerá hasta 1948.

"Dalí ansiaba volver cuanto antes a Port Lligat, pero tenía que aceptar cierto sometimiento: convertirse en un buen chico, volver al seno del cristianismo y ser franquista", explica Gibson. "Es difícil saber si fue un franquista convencido, aunque algo hay de verdad. Lo dijo muchas veces. Admiraba a su manera a Franco porque imponía gran control y orden".

Cartas inaccesibles

Una fuente de primer orden del pensamiento de Dalí desde 1930 a 1938 es la correspondencia -más intensa al principio y relajada al final que cruzó con André Breton, el padre del surrealismo y el segundo padre del pintor catalán. Sin embargo, las cartas son prácticamente inaccesibles. Por un lado, están divididas en dos archivos diferentes, uno en París y el otro en Escocia, en Edimburgo.Pero además, se lamenta Gibson, alguna cláusula del testamento de Breton -"que no fue un testamento surrealista", apostilla- impide no sólo fotocopiarlas, sino incluso citar su contenido. Los herederos sólo permiten parafrasear su contenido, un obstáculo insalvable, según Gibson, para comprender cómo se transformó la ideología de Dalí, desde sus simpatías juveniles por el marxismo expresadas en sus diarios, hasta la derivación desde la fe surrealista a la admiración por dos grandes dictadores.

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