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Ayuno por ruina

María del Carmen Sánchez, de 35 años, vio avecinarse la ruina para su negocio de vinos y licores cuando las máquinas llegaron a la calle de Francisco de Rojas (Chamberí) en abril para construir uno de los siete aparcamientos que financiarán el túnel de Ríos Rosas. Se abrazó a los árboles para que no los arrancasen y se subió a las excavadoras. Pero las vallas rodearon la entrada de su negocio hasta hace un par de semanas, dificultando el acceso de los clientes. El martes inició una huelga de hambre indefinida frente a la sede nacional del PP en la calle de Génova. Reclama que se haga un estudio de cómo están afectando las obras a los comerciantes del distrito y que se les concedan ayudas en función de las pérdidas que sufren.Carmen considera que la rebaja en el impuesto de actividades económicas (IAE) a que tienen derecho los tenderos afectados no llega para nada. "YÓ tengo deudas por 14 millones. ¿Qué hago con las 200.000 pesetas de ahorro del IAE? Con dos millones de gastos al mes y sin que entre nadie en la tienda es imposible pagar a los proveedores", dice recostada en una tumbona en plena acera.

Su situación es similar a la de otros muchos comerciantes de la zona. "A ella le afecta más", comenta Modesto, dueño de una vecina tienda de muebles, "porque necesita que los clientes puedan aparcar en la puerta para cargar las cajas". Molestias y pérdidas en aras del bien común, arguye el Ayuntamiento, pero en este caso, ni siquiera han empezado los traba os para, los que se j

colocaron las vallas. Estas fueron retiradas de la noche a la mañana sin que nadie sepa explicar por qué (este periódico intentó hablar ayer, sin éxito, con el concejal de Obras, Enrique Villoria,y con el de Chambérí, José Antonio García Alarilla). Modesto, el de los muebles, relata que la valla apareció tumbada un día y al día siguiente había desaparecido.

¿Por qué Carmen ayuna para protestar cuando ya no hay valla frente a su tienda? "A todo el mundo le choca, pero es que no sé si finalmente se va a hacer la obra o no. En caso afirmativo, duraría un año, así que tengo que hacer algo ya", explica la bodeguera, donostiarra, divorciada y con dos hijos, de 19 y 11 años.

"Hasta ahora, en cinco años y con crisis, nunca había devuelto un talón", añade. Está tan nerviosa en la calle ("todos te miran rarísirno") que de momento no tiene hambre, según dice. Tampoco ha buscado un médico que vigile su ayuno. Le da miedo dormir en la calle, pero el vigilante de la sede del PP se porta bien con ella. "Aquí ganan las constructoras y el Ayuntamiento, pero a costa de mi ruina y de que pierda el puesto de trabajo", se queja.

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