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Argelia: normalización por la fuerza

Tahar Ben Jelloun

Las matanzas de civiles continúan en Argelia. Son perpetradas del modo más bárbaro, sin motivo, sin justificación, sin piedad. Es el eterno ritual de sacrificio, que se repite día tras día. ¿En qué harán avanzar las cabezas decapitadas de niños y mujeres la causa de los asesinos, si es que existe una causa? ¿De dónde vienen estos asesinos? ¿Quiénes son? Según unos balances parciales, desde el 15 de julio pasado han sido asesinados 760 civiles. No pasa un solo día sin que esté marcado por la sangre de los inocentes. Es derramada abundantemente en los pueblos al sur de Argel, en las montañas donde la muerte llega de noche y ataca a las familias durante el sueño.La prensa argelina, sometida a una censura terrible, da algunas informaciones. El Estado vigila lo que se imprime en los periódicos y lo que aparece en televisión. Es él quien decide dar tal o cual información. Una cosa es segura: la información no es ni objetiva ni completa, ya que está altamente vigilada. Sin embargo, el Gobierno ha admitido que la matanza de Rais es la más espantosa que se haya perpetrado nunca desde el inicio de la guerra contra los civiles.

Mientras que la lista de las matanzas se alarga cada vez más, el Gobierno no deja de afirmar que ha vencido al "terrorismo residual" y que controla la situación. El primer ministro, Ahmed Uyahia, afirmó -una vez más-: "La bestia inmunda del terrorismo será erradicada de la tierra argelina". Incluso el diario Le Monde publicó el 23 de agosto en portada un artículo titulado Argelia, en vías de normalización. Pese a decir que "la paz se ha convertido en una hipótesis razonable con la reciente liberación de dos de los principales dirigentes del antiguo Frente Islámico de Salvación (FIS), Abdelkader Hachani y Abasi Madani", el periodista recordaba que el poder militar ha librado "un combate con métodos bárbaros" y en la actualidad controla la situación. El país está bajo control, desde luego, pero no la situación. Si no, ¿por qué prosiguen las matanzas con esta regularidad macabra? ¿Es tal vez el principio del fin? Los terroristas, al practicar la táctica de arrasar todo lo que puede facilitar el avance del enemigo, no quieren ni rendirse ni negociar. Les gustaría arrastrar con su pérdida a todo ser humano que encuentren a su paso.

La verdad es imposible de decir porque no la conoce nadie. ¿Quién degüella a inocentes? ¿Cómo reacciona el Ejército? ¿Qué hace para poner fin a estas matanzas? ¿Por qué siempre interviene con retraso? ¿Hay un director de orquesta oculto tras toda esta sangre derramada? ¿A quién benefician todos estos crímenes odiosos? No hay respuesta.

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En todo caso, lo que queda de manifiesto es que el Estado se dota de estructuras políticas que denomina "un nuevo orden democrático" a fin de adquirir una legitimidad institucional ante la opinión pública argelina, pero sobre todo ante la opinión pública internacional: elección del presidente de la República y de un Parlamento por sufragio directo, modificación de la Constitución...

Este armazón del poder militar (Argelia siempre ha estado gobernada por militares desde la independencia) está acompañado por un endurecimiento de las condiciones de vida social e intelectual. No sólo la prensa nacional está sometida a una de las más implacables censuras, sino que la importación de periódicos, revistas y libros extranjeros acaba de ser prohibida por el ministro de Información y Cultura, Habib Chauki Haniraui, que considera que estos textos son subversivos e inapropiados para la juventud argelina.

Argelia está instaurando una dictadura militar con el pretexto (le luchar contra el terrorismo. ¿En qué puede amenazar el orden establecido o fomentar el terrorismo la lectura de un periódico extranjero o de una novela que viene de otro país? Lo sabemos: a las dictaduras no les gusta la cultura. Desconfían de ella y emplean los medios necesarios para amordazarla o impedir que exista. La lista de intelectuales, periodistas y artistas argelinos asesinados acaba de aumentar con el asesinato del cineasta Alí Tenkhi. Es una forma de recordar que este país, en el que se ha eliminado u obligado a exiliarse a buena parte de sus intelectuales, no necesita gente que piense o cree. ¿Pero a quién le interesa privar al país de sus intelectuales?

El Vaticano acaba de subrayar la indiferencia del mundo ante la destrucción de la sociedad argelina. ¿Quién podría intervenir? Y, sobre todo, ¿cómo actuar? Los europeos están sumidos en la impotencia. No salvaron a Bosnia. No podrán hacer nada por Argelia, sobre todo porque el Estado argelino es muy susceptible y no soporta ninguna injerencia en lo que considera como asuntos internos. Francia, a la que más atañe esta situación, es la última en poder moverse. Haga lo que haga, será mal recibido.

Queda el Magreb o, más exactamente, la Unión del Magreb Árabe (UMA), creada en 1989 y cuyo funcionamiento está detenido, por no decir bloqueado. ¿Qué puede hacer? ¿Servir de intermediario entre el Ejército y los terroristas? Pero los degolladores de niños y de mujeres avanzan ocultos. Abasi Madani, uno de los dos jefes del antiguo FIS, ha propuesto hacer un llamamiento para un alto el fuego. Pero ¿le escucharán? ¿No se ve superado por lo que su movimiento creó en 1991 para responder al parón del proceso democrático?

Tahar Ben Jelloun es escritor marroquí.

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