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Los padres aceptan ante la juez la voluntad de la hija que pidió 'divorciarse' de ellos

Tras la reunión, la madre se desdice y asegura que "ya veremos lo que pasa"

Saida, en principio, podrá quedarse, como deseaba, en el pueblo tarraconense de Deltebre. Saida González, la adolescente que había solicitado sin éxito el apoyo jurídico para vivir con su madrina en Deltebre (Baix Ebre) y no con sus padres en Canarias, se reunió ayer con su madre, Purificación Enríquez, para intentar conseguir por la vía del diálogo lo que le denegó el juez el pasado lunes. La resolución judicial daba la custodia de Saida al matrimonio González al tiempo que les instaba a respetar la voluntad de su hija. Ayer, ante la juez de instrucción que ha llevado el caso, la madre de la menor se comprometió a aceptar la elección de su hija. Después negó que hubiera acuerdo.

Así lo explicó, tras la reunión, el letrado de la niña, David Domènech: "Se trata de un principio de acuerdo: los padres respetarán la voluntad de su hija y la hija volverá a entablar relación con ellos". Sin embargo, tras la cita, Purificación, que no había hablado con su hija desde hacía 16 días, se mostró reacia a que Saida viva con la madrina, Rosa Vandellòs, a partir de octubre."No hemos acordado nada. Lo único que hemos hecho en la reunión ha sido hablar porque durante los últimos días no lo habíamos hecho. No me dejaban verla porque así la iban manipulando poco a poco. Una niña, los 16 años, ni siquiera sabe qué significa emanciparse de sus padres", aseguró la madre.

"No sé qué pasará"

La madre añadió que "lo cierto es que ahora está conmigo y ya no sé qué pasará durante el resto del verano y menos luego. Ya lo veremos. Lo que no quiero es que se hable más del tema y si la madrina quisiera a la niña tanto como yo tampoco lo querría".Sin conocer esta postura, Rosa Vandellós, ex diputada socialista en el Parlament, consideró ayer muy positivo el pacto oficial que le acababa de anunciar su ahijada: seguiría viviendo con ella y, en invierno, cursaría sus estudios de 3º de BUP en el instituto Ramon Berenguer IV de Amposta. Durante el verano, Saida vivirá en el domicilio de sus padres, donde ya se instaló ayer compartiendo habitación con su hermana Noemí, que tiene previsto casarse este invierno.

Vandellòs afirma que "en definitiva, la pequeña ha conseguido lo que pedía. Hemos dado un voto de confianza a los padres esperando que cumplirán la palabra dada ante la juez, pero ello no nos quita el derecho a recurrir si no acatan su compromiso".

El padre, Reinaldo González, no pudo estar presente en la cita con su hija, que tuvo lugar en la sede del Colegio de Abogados de Tortosa, por encontrarse trabajando en Tenerife. Al término de la reunión recibió una llamada de su esposa, explicándole la situación y, por primera vez desde el pasado 28 de julio -día en que Saida abandonó su casa durante la cena al conocer las intenciones de sus padres de llevársela a Canarias- entabló conversación con su hija: "Le he preguntado cómo estaba y poco más. No era el momento de hablar demasiado. Ahora le haremos un poco de espacio en casa para este verano".

El padre, que reconoce el pacto, admite que éste hubiera podido llegar sin necesidad de recurrir a los tribunales: "Yo ya intenté evitar todo este lío, pero la madrina se cerró en banda y dijo que intentarían conseguir la emancipación para ver si la ley se la daba y podía obtener ella la tutela de la niña". Rosa Vandellós, sin embargo, también considera que el proceso judicial hubiera podido evitarse: "Si hubiera más diálogo y los padres hubieran estado dispuestos a hablar desde el principio, no habría hecho falta todo esto".

Rosa Vandellós, como ha hecho durante los últimos ocho años, seguirá costeando los estudios de Saida que, si no cambia de opinión, será maestra como ella, porque le gustan los niños.

El conflicto se desató cuando los padres de la niña decidieron instalarse definitivamente en Tenerife, donde el padre, que ya vivía allí, había conseguido un empleo estable. La madrina sospechó que el interés paterno por su hija se despertara precisamente cuando ésta había llegado a la edad laboral, 16 años. El padre replicó matriculando a su hija en un colegio canario.

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