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Los Pirineos, los Alpes y el 'maillot' amarillo

Ningún deporte como el ciclismo ninguna carrera como el Tour y ningun lugar como la montaña para forjar un leyenda

Francia es el Tour. Y el Tour es la montaña, los Pirineos, los Alpes, el Ventoux. ¡Y el Puy de Dóme! En 1964, en las cuestas de este volcán, el hombro de Jacques Anquetil tocó el hombro de Raymond Poulidor como si sus sudores respectivos tuvieran, ellos también, alguna cuenta que ajustar...El Tour nació en 1903. Los corredores atravesaron los Pirineos por primera vez en 1910 y los Alpes, más exactamente el Galibiér, en 1911. Para cada montaña, un nombre: Lapize para los Pirineos, y para los Alpes, Georget.

1910. Octave Lapize lleva una bicicleta Alcyon, neumáticos Dunlop, pero no tiene cambio de marchas, que no hará su aparición en el Tour hasta 1937. Lapize lucha con Garrigou en el PVyresourde, en el Aspin, en el Tourmalet, en el Aubisque, cuyas carreteras no son más que piedras, grietas, polvo. El sol es un boxeador que golpea en la nuca y quema la espalda. Al entrar en cada revuelta, Lapize y Garrigou dirigen la vista a las rocas suspendidas sobre la carretera, miran a la izquierda, a la de recha. ¿Qué es lo que temen? En la cima del Aubisque, Lapize increpa a Henri Desgrange, padre del Tour de Francia: "¡Asesinos!¡Sois todos unos asesinos!" Octave Lapize acababa de ascender los cuatro grandes puertos pirenaicos llevando en las entrañas el mi edo a ser devorado por los osos. Los osos se contentaron con bayas y arándanos y Octave Lapize salió triunfante del "Círculo de la muerte".

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1911.Emile Georget cruza Saint Michel-de-Mauriennei con Paul Duboc pegado a su rieda. Ante los dos, las rampas del Télégraplie y luego las del Galibier. El Galibier: 33 kilómetros, con un tramo del 14%, una cumbre perdida entre las nubes a 2.556 metros. Emile Georget deja a Duboc, se enfrenta en solitario a las terribles cuestas. La narración es del propio Henri Desgrange: "Nuestro camino apenas logra abrirse entre dos murallas de nieve, carretera desollada, llena de baches desde el comienzo del puerto. Arriba hace -un frío de perros y cuando pasa Georget, tras haber puesto su pie triunfante sobre la cabeza del monstruo, cuando pasa a nuestro lado, sucio, con el bigote lleno de mocos y de comida del último avituallamiento y con el maillot con la porquería del último riachuelo que tuvo que cruzar a nado, nos lanza, horrible pero majestuoso: 'Quita el hipo, ¿verdad?". Transcurridos 86 años todavía nos sigue quitando el hipo...

Los Pirineos, los Alpes, el sol criminal, la nieve, las tormentas, los rayos. En cada revuelta, en cada curva, en cada trozo de rampa que los vascos hasta arriba de vino de Navarra recubren con pintadas de Aúpa Miguel o de Villava con Miguel, los grandes, los gigantes -Coppi, Indurain, Merckx, Hinault...- sé dan cita con la naturaleza en todo lo que tiene de grandioso, de desmesurado.

¿Tienen los Pirineos un rey? Surgen varios nombres: Bahamontes en el Tourmalet, Vicente Trueba, la pulga de Torrelavega, 1,54 y 50 kilos, primero en la cima del Aubisque -en 1932, bajo un cielo de tinta negra y de relámpagos. La montaña temblaba y Vicente subía y subía... Sí, los reyes se cuentan por decenas, pero si hubiera que quedarse sólo con uno, sería Robic, Jean Robic, el rey con pinta destroyer, el rey más deforme, el más magullado, el rey cubierto de motes y de fracturas, el rey gruñón que escupe tacos.

1947. Robic en la etapa Luchon-Pau con el Peyresourde, el Aspin, el Tourmalet, el Aubisque: ¡todas las rampas, todas las cimas! El maillot amarillo está sobre los hombros de René Vietto, líder del equipo francés. Jean Robic arranca en las primeras curvas del Peyresourde. Sólo un corredor salta a su rueda, Brambilla, del equipo italiano. Pero rápidamente Brambilla levanta el pie: la meta está a más de 190 kilómetros, el sol pega con fuerza, Robic está loco. En el Peyresourde y en el Aspin, en el Tourmalet y en el Aubisque, con sus quevedos, con su pañuelo

blanco atado bajo la chichonera para protegerse del sol, Jean Robic, el diablillo poco agraciado de Bretaña, parece una de esas campesinas que siegan el heno en las pendientes secas de la montaña. Qué energía, qué salud: ¡una cronoescalada de 195 kilómetros! Robic atraviesa la línea de meta de Pau y, refunfuñando, gruñendo, profiriendo tacos, se sienta en el suelo con un cronómetro en la mano. Se propone verificar él mismo la ventaja que posee sobre sus perseguidores: 10m 58s. Ese año, Jean Robic, rey de los Pirineos, gana el Tour de Francia.

El rey de los Alpes, de los grandes puertos de la Chartreuse, es Charly Gaul. Robic era deforme, feo, un gnomo. Gaul es la gracia, la armonía, un ángel. "Gaul. Nuevo arcángel de la montaña. Efebo despreocupado, fino querubín, muchacho imberbe, grácil e insolente, adolescente genial, es el Rimbaud del Tour", escribe Roland Barthes en Mitologías.

Tour de Francia de 1958. Bahamontes gana en Luchon. Pero el águila de Toledo, al que ninguna cuesta jamás hizo temblar, es derrotado por Gaul en la ascensión al Ventoux realizada contrarreloj, bajo un sol de justicia. Sin embargo, a Bahamontes le gustaba el sol. A Gaul, sólo le gusta la lluvia. Y a la lluvia le gusta Gaul. Está enamorada del ángel. Vigésimo primera etapa, Briançon-Aix-les-Bains, 219 kilómetros con el puerto del Lautaret, el de Luitel, Charrirousse, el puerto de Porte, el de Cucheron, el puerto del Granier. A partir del Luitel, ¡la lluvia!.

Gaul arranca inmediatamente. Nadie puede seguir su rueda ligera, agarrarse a sus alas. Ni Bahamontes, ni Anquetil, ni Bobet, ni los campeones italianos. Gaul solo, por delante, bajo la lluvia, en medio del frío y de los rayos que hacia el final de la etapa sacuden los árboles del puerto del Granier. Los espectadores se refugian en los coches, el cielo es negro, es de noche a las 4 de la tarde, el viento fustiga las rampas, Gaul sube, sube y vuela hacia Aix-les-Bains. Vence. Luison Bobet confiesa a la prensa: "Pienso que Charly no es un corredor como los demás. Raphaêl [Géminiani] pierde 14 minutos, yo pierdo 19 y Jacques [Anquetil], al que acompañé durante un rato en el Granier pierde 23.. Tamañas diferencias ya no se estilan, son diferencias de las de antes de la guerra, y eso me hace pensar que Charly es un corredor de aquella época, extraviado entre nosotros... De hecho, pienso que Charly no es un hombre. ¡Es un ser sobrenatural!" Ya les digo, un ángel... Que se lleva el Tour.

Los Alpes de Charly Gaul, de Coppi, de Bartali, los Pirineos de Robic, de Fuente, de Merckx y, en 1971, sol y lluvia, triunfo y tragedia, los Alpes y los Pirineos de Luis Ocaña, uno de los corredores más elegantes, más valientes.

1971, los Alpes, la etapa Grenoble-Orcières-Merlette, 174 kilómetros. Eddy Merckx está de amarillo desde... 1969. Luis ataca enseguida en el muro de Laffrey. Acelera en la parte más dura de la rampa y luego desliza su cabeza por debajo del brazo para ver quién le acompaña: Zoetemelk, Agostinho y Van Impe están ahí. Merckx no ha podido responder al arranque fulminante. Sufre sobre su bicicleta, una banderilla en el cuello. Ocaña prosigue su esfuerzo y, en el puerto del Noyer, lanza una segunda aceleración: es el turno de Zoetemelk, de Agostinho y de Van Impe de quedarse descolgados. Es la subida a Orciéres-Merlette. Luis vuela con el sol a su rueda. A la salida de cada curva, Luis acelera, y cada vez es una banderilla que clava en la nuca de Merckx. La luz grita: ¡Olé! Luis se apodera del maillot amarillo; Merckx cede 9m 46s. "Luis nos ha matado como el torero mata al toro", dijo Merckx, agotado, al bajar de su máquina roja y blanca.

Los Pirineos, etapa Revel-Luchon. Merckx ataca en el Portet d'Aspet y de nuevo en la ascensión del Menté. Luis repele cada una de sus aceleraciones: es el amo. Espera el Portillon para dar la estocada final. Su bicicleta brilla como una espada. Pero el cielo se cubre de nubes, se vuelve negro, la tormenta estalla en el descenso del Menté. Luis está a rueda de Merckx. Barro, rayos, granizo y torrentes cruzan la carretera. Merckx se cae, se levanta y vuelve a ponerse en marcha. Luis cae a su vez, intenta levantarse, pero Zoetemelk, al que no le funcionan los frenos, le da de lleno. Luis se desploma sobre una roca. Su maillot amarillo hecho jirones se cubre de barro y sangre. Luis ganará el Tour dos años más tarde...

El maillot amarillo, los Alpes, los Pirineos. Este año estaré en el Tourmalet para aplaudir a Olano que pasará escoltado por Jiménez y por el sorprendente Santiago Blanco. Le aplaudiré a rabiar porque, al contrario de lo que dice la Biblia, Abraham no es sólo un simple profeta: ¡Estoy seguro de que es un dios! Go, Olano, go!

Christian Laborde, escritor francés, autor, entre otras obras, de El Rey Miguel.

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