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Tribuna:USO DE RECINTOS RELIGIOSOS
Tribuna
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La cueva de santo Domingo en Segovia

Una noticia, publicada el 24 de mayo pasado en este periódico, recogía la afirmación del representante de la institución SEK de considerar ocupantes ilegales a un grupo de 12 religiosos dominicos que albergaban la rara pretensión de reunirse en consejo en la cueva de Santo Domingo de Segovia, donde llevan acreditando su presencia desde hace unos pocos años, exactamente 779, casi ocho siglos.Con el título de "Padres okupas", el redactor de la noticia calificaba (o descalificaba) el proceder de los frailes dominicos haciéndose eco, con desenfado oportunista, de ese neologismo de actualidad que traduce la actitud de jóvenes (y no tan jóvenes) sin hogar o desarraigados que ocupan ilegalmente viviendas ajenas no ocupadas legalmente. Una aclaración del mismo redactor, dos días después, en el mismo periódico (EL PAÍS, 26 de mayo) matizaba que la reunión no se produjo y, por tanto, "los dominicos no okuparon".

Además de la utilización inadecuada de un término que, convenientemente aplicado, traduce una actitud antisocial, reflejo de un drama profundamente social (el de los llamados okupas), el hecho que parece merecer esa calificación constituye una seria desconsideración y un agravio moral a unos representantes altamente cualificados de la Orden de Santo Domingo, herederos de un derecho histórico y sentimental (sus señorías deben determinar si también jurídico-administrativo, caso de acudir a los tribunales siguiendo la recomendación de SEK) a permanecer, cuando más y mejor sea posible, en ese lugar tan plena e intensamente dominico.

Domingo de Guzmán, santo de la Iglesia católica y castellano ilustre, fundó la Orden de Predicadores en 1215, bajo los auspicios del obispo Fulco de Tolosa, confirmándola muy pronto el papa Honorio III.

Si no registrara la memoria histórica de los españoles lagunas y raptos de insensibilidad, habría que facilitar, y aun urgir, la presencia de estos dominicos allá donde su fundador y sucesores dejaron profunda impronta, cosa que sucede en condados y reinos de lo que más tarde serían las naciones de Francia, Italia y España; ya en nuestra tierra, especialmente en Castilla y, dentro de ella, más específicamente aún, en Segovia.

Caleruega (donde había nacido hacia 1172), Osma (que le conoció como canónigo de su cabildo diocesano), Palencia (su lugar de formación, cuya universidad, la primera de España, le acogió como insigne doctor y profesor), Salamanca, Zamora, Burgos, León, Madrid, Toledo, Guadalajara y, muy señaladamente, Segovia, recibieron la actividad pastoral y la irradiación espiritual del maestro, del taumaturgo, del grande y humilde compañero que fue Domingo de Guzmán.

El lugar más venerado de los visitados por santo Domingo hasta estas fechas viene siendo Segovia, en cuya cueva de Santa Cruz hacia sus penitencias. Allí le ubican las crónicas en la Navidad del año 1218.

Hasta tiempos muy recientes se hacía desde Madrid, por el mes de mayo, una peregrinación a Segovia para pasar la noche del 24 (festividad de santo Domingo en Soriano) en la cueva segoviana, seguramente una de las más devotas que pueden existir. El convento y la iglesia que rodean la cueva fueron una donación personal de los Reyes Católicos como muestra de adhesión y cariño a la orden dominica.

Felipe II visitaba la cueva con frecuencia y sentía tanta reverencia por aquel lugar que, enterado de que habían enterrado allí a su muy adicto y querido conde de Chinchón, mandó trasladarlo a otro lugar diciendo que en ése ni sus propios restos merecían estar.

Pero, sobre todo, la devoción popular no ha dejado nunca de señalar con su fervor y con su presencia la idoneidad para el reposo del espíritu de la cueva y su entorno. Muchos elegimos este lugar para celebrar ante la Iglesia decisiones solemnes de nuestras vidas, como es la del matrimonio, y nadie nos señaló, para utilizar el recinto, otra interlocución que no fuera la del Obispado, como potestad espiritual, y la de la Orden de Predicadores, como detentora del derecho de propiedad sobre el lugar.

Nada ni nadie puede ocupar inadecuadamente sus propios límites, su propio ser. Tampoco los dominicos pueden ser okupas de su propia identidad, extraños a su propio corazón, desahuciados de su propia alma.

En cuanto al próximo destino universitario del recinto, bien podría haberse establecido un acuerdo con la Orden de Predicadores, que, desde su lema "dar a los demás lo contemplado", proyecta intelectualidad y gestiona con enorme prestigio universidades en Europa, Asia y América, algunas de tanta entidad y acreditación internacional como las de Santo Tomás de Aquino en Manila y la Pontificia de Santo Tomás de Aquino en la ciudad de Roma.

Ni los dominicos ni Segovia merecían haber soportado nunca alternativas desamortizadoras o neocolonizadoras destinadas a quebrantar interesadamente un pasado histórico profundo y glorioso.

Juan José Díaz Franco es médico

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