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50º FESTIVAL DE CANNES

"L. A. confidential" y "Funny games", magníficas visiones del cine negro

Los rellenos de la competición siguen ocupados por mediocres películas de conveniencia, más o menos pactadas por los dirigentes del festival. Pero ayer la jomada fue redonda, ya que la película principal -L. A. confidential, dirigida por el estadounidense Curtis Hanson- y la de relleno -Funny games, dirigida por el austriaco Michael Haneke- compusieron la cara y la cruz de una moneda de oro: el gran thriller, el género negro, que en ellas alcanza dos fascinantes visiones antitéticas, pero complementarias, de la violencia.Tanto en la forma como en los contenidos formalizados, hay en ambos filmes auténtica radicalidad, no el aparatoso sucedáneo gestual de moda, pues los dos van con rectitud a las raíces, existenciales y políticas de ese infierno. La estadounidense lo hace a la manera rotunda del relato negro clásico, pues no en vano está basada en una novela de James Ellroy; y la austriaca se apoya en la sutileza y el rigor de las tradiciones escénicas centroeuropeas, pues no en vano Haneke es un vienés nacido en Múnich.

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L.A. confidential representa con vigor la desesperada hazaña de dos policías de Los Ángeles, en los años cincuenta, que se embarcan por su cuenta, a tumba abierta, en la averiguación de la salvaje trama de corrupción que mina las cúpulas de su departamento y cuyos tentáculos pringan a fiscales, políticos e incluso al mundillo del glamour de Hollywood. El trasfondo histórico del asunto asoma unas veces en tomas documentales y otras en referencias a personajes y sucesos verídicos. La escena de los dos policías kamikazes con el mafioso y la bella en un tugurio, además de tronchante, abre en canal la verdad de fondo que corre en las arterias de esta espléndida ficción.

Amputación

Sólo una evidente adulteración del desenlace de la novela, que es forzada por el guión a dar un toque de happy end a su explosivo y frenético recorrido, impide a esta excelente película cerrar el círculo de radicalidad absoluta que se merece. Pero el dinero manda y puesto que manda, manda engañar. Y la intocable radiografía de esa tumultuosa raíz de América sufre así una irreparable amputación, destinada a dar una gota de falso optimismo a este pesimista encadenamiento de imágenes duras como puñetazos.

El filo sutil de la navaja barbera de Funny games sustituye al anterior zarandeo de imágenes. También desde la quietud y el susurro se puede representar la violencia desnuda y absoluta. Algo del hedor del neonazismo creciente en Austria despiden las perfectas, austeras y atroces imágenes de esta variante diabólica del juego del rol, llevado a la crueldad extrema por Michael Haneke y sus cuatro intérpretes (dos verdugos y dos víctimas) completamente excepcionales. De dificil descripción, este thriller sin asfalto ni aceras lleva al paroxismo la idea de A puerta cerrada de que el infierno son los otros y su sitio natural es un hogar feliz y apacible de paredes afuera, pero que de pronto puede comenzar a arder por dentro. Grandísimo cine, cuya negrura ilumina el lado más oscuro de los tiempos que corren.

Reconforta, da confianza en el futuro del cine, ver en sesión continua un programa doble a la antigua, en el que la pantalla se convierte en ventana que arroja luz sobre los temores que muerden la esperanza. Ver en una tacada cómo dos películas antitéticas estilísticamente desentrañan, abren las tripas de los comportamientos que ocurren cada día y perturban el asfalto o el césped movedizo sobre los que paseamos tranquilamente, es la función insustituible del cine, pues ningún recurso expresivo nos sitúa tan de golpe en las grietas de nuestro entorno; y nos hace caer de bruces sobre la parte innombrable de lo que se nos avecina.

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