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"El gesto teatral está condenado a la muerte", dice Lavelli

El director ensaya en Madrid la obra 'Eslavos', de Tony Kushner, para el CDN

Jorge Lavelli forma parte de ese pequeño grupo de grandes de la escena, como Peter Brook, Peter Stein, Lluís Pasqual, Giorgio Strelher y Arianne Monuoskin. El director franco-argentino se encuentra en Madrid enfrascado en los ensayos de Eslavos, obra de¡ neoyorquino Tony Kushner, del que Lavelli dice que pone los sentidos en estado de alarma. "El gesto teatral, la puesta en escena están condenados a la muerte, por su condición de efímero no queda nada de él, sólo en la memoria y esta es muy frágil, el teatro tiene ese privilegio y ese destino" dice Lavelli.

El montaje de Eslavos se estrenará el 4 de junio en el teatro María Guerrero, sede del Centro Dramático Nacional (CDN), que coproduce este espectáculo junto con el Théâtre National de la Colline de París, dirigido durante 10 años por Lavelli.Nacido en Buenos Aires (Argentina), Lavelli es francés hace 20 años, país en el que se instaló cuando llegó becado para estudiar en las escuelas de Carles Dullin y Jacques Lecoq. Su ascensión escénica ha sido imparable desde que abandonara sus estudios en 1963. Los últimos 10 años los ha dedicado a su último gran cometido: fundar y dirigir el Théâtre National de la Colline, que este año ha abandonado, aunque su programación continúa hasta junio, para lanzarse a otras aventuras teatrales.

Inauguró La Colline en 1988 con El público, de García Lorca: "Una pieza emblemática para mí, porque era una pieza que daba el tono de lo que quería que fuera ese teatro, donde hubiera lugar para el descubrimiento, la búsqueda, y al mismo tiempo basado en una dramaturgia libre. Ese texto de Lorca era ideal para iniciar la andadura del teatro", dice Lavelli. Luego vinieron Arrabal, Valle-Inclán, Copi, Javier Tomeo, Roberto Cossa, Gastón Salvatore, Armando Llamas, Marco Antonio de la Parra, Francisco Nieva, Ricardo Sued o José Sanchis Sinisterra.

Ahora está en España para poner en escena Eslavos, de Tony Kushner, autor de 40 años al que define como "dramaturgo norteamericano hasta la médula y heredero directo de los caminos de libertad teatral iniciados por O'Neill". El montaje, compromiso del anterior equipo del CDN, capitaneado por Isabel Navarro, Lluís Pasqual, Gerardo Vera y Álvaro del Amo, es una coproducción junto con el Théàtre National de la Colline, donde ya se estrenó a principios de temporada.Teatralidad pura

De Eslavos, obra que aborda desde las entrañas el sistema soviético, el director dice que es una pieza que se plantea una interrogante común al hombre de Occidente: %Es posible creer en una nueva sociedad? Es una obra en la que no se trata de desmontar una estructura represivo-burocrática compleja, sino de demostrar con ejemplos el bloqueo de una máquina política tan compleja como atrevida, y para hacerlo, Kushner se carga de teatralidad pura, de una singularidad dramática en la que el anquilosamiento del sistema se materializa en el anquilosamiento de los protagonistas", dice Lavelli.

La obra tiene el subtítulo de Reflexiones sobre los eternos problemas planteados por la virtud y la felicidad: "Yo creo que ése es el título real de la obra, que trata de los problemas de la condición humana, la búsqueda de la felicidad, colectiva, individual y la actitud ante la virtud, no entendida como terminología cristiana, sino como la vemos los ateos, y Kushner y yo lo somos, que no es otra cosa que la búsqueda del equilibrio, del bienestar social, una virtud cívica que es una forma de tolerancia y respeto".

A estas alturas, Lavelli se sigue haciendo la pregunta metafísica de para qué sirve el teatro, aunque tiene claro que para lo mismo que otras artes... y algo más: "Sirve para alimentar ese dualismo que está en el hombre, ese querer ser otra cosa, es una manera de encontrar un sentido a la vida, la razón de ser, pero estamos ante un medio que cumple una función social que no tienen otras artes, a pesar de la decadencia que pueda vivir por la aparición de la televisión", dice el director, quien define este último medio como un arma política, demagógica y manipuladora. Para Lavellí, la función social que tiene el teatro "es más útil hoy, porque nos empuja a una reflexión y puede hacer una función dialéctica, en un momento de dispersión".

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