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El ejemplo de Europa

El otro día, al abrir el periódico y leer: "Se acorta la brecha entre países ricos y pobres", creí por un momento que estaba soñando. Sin embargo, tras leer más allá del título me di cuenta de que el artículo se refería a los países ricos y pobres de la Unión Europea. Desgraciadamente, fuera de Europa, la realidad a escala mundial es muy diferente. En los últimos treinta años, la disparidad entre los ingresos del 20% de la población mundial más rica y los del 20% de la más pobre se ha duplicado: si antes los ingresos de los primeros eran 30 veces superiores a los de los segundos, ahora lo son 61 veces. Mientras en las tres últimas décadas 15 países han experimentado un crecimiento económico vigoroso, 1.600 millones de personas viven en más de 100 países cuya situación actual es peor que la de hace 15 años. Entre 1960 y 1993, la diferencia entre los ingresos per cápita de los países industrializados y los de los países en vías de desarrollo casi se triplicó, pasando de 5.700 dólares a 15.400 dólares.Quizá podamos aprender del proceso de convergencia que está teniendo lugar en la Unión Europea. El artículo de primera página que me llamó la atención realizaba una valoración de los 10 años del programa de fondos de cohesión, una política de ayuda interna de la UE. Señalaba que se está llevando a cabo un proceso de convergencia, que los ingresos medios per cápita de los "cuatro países pobres" -Grecia, Portugal, España e Irlanda- han aumentado, pasando de representar el 66% de la media europea en 1983, al 76% en 1995. Indicaba también que el éxito del programa deja entrever un posible recorte de éste; nos encontramos, pues, ante un excelente ejemplo de "ayudas para acabar con las ayudas".

¿Qué es lo que nosotros, desde las Naciones Unidas y en particular la comunidad de organismos que se ocupan del desarrollo, podemos aprender de esta historia marcada por el éxito? ¿Pueden ayudarnos estos resultados a identificar bajo qué condiciones funciona la ayuda y cuál es la manera más eficaz de que los . países desarrollados gasten su escaso dinero público?

Procedamos a analizar estos aspectos de la ayuda regional en la UE y cómo pueden aplicarse a la política global de ayudas:

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Las ayudas europeas representan un compromiso considerable (casi la tercera parte del presupuesto de la UE) y comprenden programas como el Fondo Estructural Comunitario y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional. Las ayudas intraeuropeas destinadas a regiones específicas representan un presupuesto previsto de 117 mil millones de ecus para el periodo comprendido entre 1994 y 1999, lo que equivale a 182 mil millones de dólares.

Como a los Parlamentos de los países ricos cada vez les tienta más el recorte de la asistencia oficial al desarrollo, merece la pena recordar que de la cuantía de los fondos de ayuda suele depender la visibilidad de los resultados -tal y como quedó patente en otra historia de éxito, el Plan Marshall- Entre 1948 y 1952, el Plan Marshall transfirió aproximadamente el 3% de los ingresos estadounidenses a Europa. Fue suficiente para cumplir con el cometido fijado.

El éxito de la historia de la UE ha sido posible porque una mayoría de Estados "ricos" de la Unión está ayudando a una minoría de Estados "pobres", he de admitirlo. Resulta más dificil que los cerca de 30 países ricos del mundo reúnan los recursos necesarios para ayudar a escala masiva a los 150 países pobres. Sin embargo, la "minoría rica" del mundo todavía representa un elevado 78% del producto interior bruto global. Actualmente, los países ricos del mundo sólo gastan una media del 0,29% de sus ingresos nacionales en ayudas oficiales al desarrollo. Así pues, el compromiso con el desarrollo debe ser un compromiso sostenido para que los progresos sean patentes y, para que dicho esfuerzo sea sostenido, es necesario contar con el apoyo político.

- Las ayudas intraeuropeas se inspiran en un sentimiento de comunidad compartida, que ha permitido que los países europeos asignen recursos considerables gozando del apoyo de su electorado. Este sentimiento de destino común también está cada vez más presente a escala global. El electorado solicita constantemente a los presidentes americanos que "intervengan" en las tragedias humanas que ocurren en el mundo como Bosnia, Haití u Oriente Medio. El 65% de los estadounidenses quiere que su país participe activamente en los asuntos mundiales.

En 1994, el comercio internacional registró un crecimiento del 10,2%, más de cuatro veces equivalente al crecimiento mundial y, por otra parte, un porcentaje cada vez mayor de las inversiones que se realizan es transnacional. Instituciones multilaterales como las Naciones Unidas promueven las relaciones entre los diferentes líderes y consejeros del mundo. Cada vez más, las organizaciones no gubemamentales tienden las manos hacia socios de otros países. Una red de comercio, inversión, dipIomacia, acción básica y telecomunicaciones está construyendo una aldea global, desde la que se consolida nuestro sentido de compromiso "hacia el otro".

La necesidad de apoyo y torna de conciencia de los países donantes debe corresponderse con la necesidad. de que los propios países en vías de desarrollo garanticen la aplicación nacional de los proyectos en su territorio.

En los proyectos de la Unión Europea, el país receptor asume la mitad de los costes del proyecto, lo que pone de relieve la Importancia de su responsabilidad y de unas buenas instituciones.

Todos los países receptores (le la UE son sociedades estables y abiertas en las que prevalece el Estado de derecho. La responsabilidad pública intrínseca permite sustentar la confianza del donante y la garantía (le que la ayuda no se desviará hacia intereses particulares. Sus sistemas también proporcionan inversores exteriores con ciertas garantías de continuidad a larg,o

,, plazo y certifican que las instituciones son legítimas y que cualquier cambio futuro se pro(lucirá pacíficamente.

Esta última observación 1-nuestra que la ayuda eficaz no depende exclusivamente de su cuantía ni del apoyo que le brinde el compromiso internacional. Los países receptores también tienen un papel que desempeñar en el éxito de la ayuda, consolidando la legitimidad, la transparencia y la responsabilidad de sus instituciones. Por todo esto, si aprendemos y aplicamos esta lección con rigor y seriedad, puede que algún día leamos titulares anunciando que, por fin, la brecha entre naciones ricas y pobres se ha acortado.

Gustave Speth es administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

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