Elegía
In memoriam Oliver HardyAhora que se ha salido para siempre de sus zapatos / es tiempo de enterrar por un rato la lira / y aceptar con humildad el trompeteo de la corneta de latón / que llevamos bien tapada por el chaleco, el apellido o la bragueta.
Nadie puede imaginarse muerto al Gordo, / porque nadie está dispuesto a sacrificar al chivo emisario, / al fácil (por monedas una platea) que se cae del tejado / por nosotros, / que se aprieta la nariz contra una puerta / por nosotros / que se emboca jamás la embocadura / por nosotros, / para nuestra loable carcajada (la verdadera firma) / que nos ajusta en nuestra cara y nuestro día.
Unos pocos bufones / sirven a muchos reyes, / el Gordo sube por escaleras imposibles / en Nueva York, Nueva Chicago, Nueva Delhi, / y siempre va a romperse la cara en las baldosas / y siempre se enderezará con su estupidez de oso hormiguero / para mirar imprecatorio y lastimero a su compadre.
Unos pocos bufones sirven a muchos reyes, / unos pocos corderos lavan los pecados del mundo.
(Ya verán que a última hora / se escapará corriendo del velorio, que en tranvía / seguirá hasta que todo descarrile / y podamos reírnos todavía, / como consuelo de la suba / inmoderada de los precios del biógrafo).
Elegía fue escrito en 1957, año en que murió Oliver Hardy.