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Usted, el sospechoso

La circular de la Comisaría General de Seguridad Ciudadana emplazando a todas las jefaturas de policía a que extremen su vigilancia y recopilen datos sobre ciudadanos presuntamente sospechosos de cualquier cosa, ha devuelto las ganas de vivir a doña Encarnación Requejo, viuda de Palomeque. Doña Encarnación lleva años, muchos años, recopilando datos sobre comportamientos sospechosos en el vecindario, y no sabe qué hacer con ellos. Desde que la portera del inmueble fue sustituida por un portero robot y a su amiga Concha se la llevaron sus hijos a vivir a Alcobendas, doña Encarnación no tiene con quién compartir las informaciones que recopila a diario, atisbando desde el balcón, pegando la oreja al hueco de la escalera, escrutando ventanas ajenas por el patio de luces, entreabriendo mirillas o sonsacando a niños y ancianos parlanchines con su cháchara aparentemente despreocupada en el ascensor.Doña Encarnación ha leído en el periódico que la policía ha sido emplazada a rellenar cuanto antes las memorias de sus ordenadores almacenando las sospechas de unos ciudadanos sobre otros, y ella tiene un almacén repleto de sospechas, un fichero puesto al día sobre "comportamientos inusuales". Bajo una apariencia tranquila y respetable, la comunidad en la que vive la viuda de Palomeque es un vivero de "comportamientos inusuales" mencionados en la circular: "actitudes de personas no habituales en la zona que han llamado la atención de algún vecino por su comportamiento o espera prolongada", "ostentación de medios económicos en personas a las que no se les conoce empleo o profesión". Ella sabe muy bien a qué se refiere la circular cuando invita a desconfiar de los "nuevos inquilinos" y a "presumir la implicación de los ocupantes de un vehículo en el tráfico de estupefacientes". Antes de que la circular se lo advirtiera, doña Encarnación ya tomaba nota de los anuncios sobre alquiler de viviendas en el barrio y trataba de averiguar la identidad de los nuevos arrendatarios. El único apartado de la circular en el que la viuda de Palomeque tiene sus lagunas es el referente a "locales frecuentados por menores en los que se consumen bebidas alcohólicas"; ella tampoco los frecuenta.

La circular advierte que "un simple dato, aparentemente intrascendente, puede ser de una importancia decisiva para la seguridad ciudadana", y anima a los funcionarios a hacerse eco de los "recelos" que unos ciudadanos hayan despertado sobre otros. Doña Encarnación acaba de encontrar en los párrafos de este frío documento policial lo que estaba buscando, el calor humano de un interlocutor, de un confidente dispuesto a escuchar, incluso a tomar notas y almacenar en el ordenador la larga retahíla de sus recelos, sus sospechas, sus insidias y sus agravios, los frutos de su perseverante y solitario acecho. La viuda de Palomeque, mientras se arregla para ir a la comisaría, va haciendo memoria, un examen de conciencias ajenas, seleccionando y actualizando los datos del que será su primer informe policial, su incorporación como voluntaria a esa legión de policías supernumerarios en la que figuran o deberían figurar, según la nota de la Comisaría General de Seguridad Ciudadana, los vigilantes jurados y los detectives privados, los informadores comerciales y hasta los guardias forestales, porque la inseguridad ciudadana ha llegado también al medio rural

La circular fomenta la delación y favorece la venganza, la calumnia y la impunidad del anonimato, excelentes herramientas que todos los Estados policiales y totalitarios han utilizado para amedrentar y controlar a la población. Los defensores de los derechos humanos protestan, pero a doña Encarnación los defensores de los derechos humanos le parecen "sospechosos", "inusuales" y "presuntos". Sin complejos y con fría determinación, la viuda de Palomeque toma el camino de la comisaría para efectuar su primera deposición en los oídos de un amable funcionario. No resultará fácil, una multitud de ciudadanas y ciudadanos deseosos de colaborar con la ley han tenido la misma idea y forman cola frente al mostrador de denuncias. Cuatro horas más tarde, un ojeroso y despeinado agente, visiblemente cabreado, anuncia: "¡Disuélvanse! La circular ha sido retirada".

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