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Entrevista:

"El abuso de niños es un problema internacional"

Jean-Luc Dehaene -El León de Vilvoorde, como se le conoce por su empuje- ha anunciado que no se presentará a las próximas elecciones generales belgas, previstas para 1999. Tiene aún dos años por delante para reconstruir la confianza en unas instituciones puestas en entredicho por el caso Dutroux, el caso Cools y la evidencia de quémuchas cosas no funcionan en este pequeño país.Pregunta. ¿Qué está pasando en Bélgica?

Respuesta. Hay que tener cuidado a la hora de acentuar la especificidad de lo que pasa en Bélgica. Todo lo que está ocurriendo aquí tiene características comunes con lo que pasa en toda Europa. Por tomar cuatro elementos ahora en discusión, por una parte está la problemática de la explotación y el abuso de niños. No es ninguna casualidad que se acabe de celebrar una conferencia sobre la materia en Estocolmo. Es un problema internacional del que nosotros hemos sufrido un caso agudo. En segundo lugar, Bélgica !e ha reestructurado de Estado unitario a Estado federal intentando dar una autonomía a sus regiones por sus problemas específicos. Es un tipo de problema que no hace falta que les explique a los españoles. En tercer lugar, hay cierto número de lo que se llama escándalos públicos que están relacionados sobre todo con la manera en que se han financiado las campañas electorales en el pasado. Veo el mismo problema en Francia, en Italia, en España. En cuarto lugar, está claro que hay cierto número de disfunciones en el funcionamiento de la justicia y de la policía. También en esto hay las mismas discusiones en España. y veo que no es un problema típicamente belga.

P. Pero todos esos problemas se han desatado al mismo tiempo en Bélgica, provocando una gran crisis.

R. Está claro que en el momento en que muchos problemas se acumulan y llegan al mismo tiempo eso da lugar a un estallido que pone de relieve los problemas que estaban subyacentes desde hace cierto tiempo. Pero eso también ocurre en varios países.

P. ¿Qué conclusiones ha sacado de la marcha blanca?

R. La marcha ha sido un fenómeno social en sí mismo que considero como algo más bien positivo, porque ha dado voz a los ciudadanos para expresar Ciertos sentimientos encerrados y para lo cual aparentemente no encontraban una vía de escape en términos clásicos. No habían realidad organizador, no había un eslogan, era la expresión de un sentimieno general y no de a reivindicación precisa. Pero todo ello expresado de forma muy serena, muy digna y en definitiva muy democrática.

P. Pero la marcha blanca es la demostración de que la gente ha salido a la calle porque las instituciones no funcionan.

R. Sí, porque las instituciones no funcionan. Aunque también porque el problema de los niños asesinados aparentemente no encontraba un medio de ser expresado por las vías clásicas. Está claro que hay un problema de relación con la justicia que tenemos que intentar solucionar dando un papel más preponderante a las víctimas o a los padres de las víctimas en el procedimiento. Ahora se tiene la impresión de que sólo el acusado tiene derechos.

P. Después de la marcha blanca parecía que empezaba a instalarse un clima más sereno...

R. No, no...

P. En todo caso, esa impresión se ha roto con el caso Di Rupo, que parece una venganza de la justicia y la policía contra los políticos.

R. La marcha blanca ha marcado un cambio en la forma de encarar el problema. Pero lo que ha sucedido después demuestra que es muy difícil lograr que cale el mensaje y que hará falta tiempo para realizar las reformas necesarias. Pero a la vez nos encontramos con una opinión pública que está impaciente por ver los cambios. La gestión el tiempo es uno de los problemas más difíciles de la actual siuación. Y eso no se ha visto facilitado por todo lo que ha pasado después. Hemos llegado a una situación en la que es muy difícil diferenciar entre lo que son insinuaciones sin base y lo que son cosas serias.

P. Usted ha anunciado que no se presentará a un nuevo mandato. Eso le deja las manos libres para gobernar con menos presión. Tiene dos años para hacer cambiar todo esto.

R. Es la clase política en su conjunto la que tiene que hacerlo. No es un problema sólo del Gobierno o de la mayoría. Toda la clase política tiene dos años para intentar llevar a cabo cierto número de reformas positivas que puedan dar respuesta a estos problemas. Pero eso no quiere decir que entonces se vea ya el cambio sobre terreno. Nosotros tenemos que sembrar, pero la recolecta seguramente la harán otros.

P. Mucha gente tiene miedo e que todo esto acabe beneficiano a la extrema derecha.

R. Hay un peligro de que se traduzca en reacciones antipolíticas y en una fuga: sea hacia hombres políticos nuevos, sea hacia partidos que proponen soluciones extremas pero simplistas.

P. Aparentemente, en la marcha blanca el problema regional desapareció. Pero ha reaparecido con el caso Di Rupo. Los francófonos ven en él una conspiración flamenca.

R. La marcha blanca demuestra que algunos problemas son vividos como cuestiones comunes por el conjunto de los belgas. Eso es bueno. Hay reflejos comunes en relación a problemas comunes. Pero no se puede negar que hay regiones con situaciones socioeconómicas muy diferentes, con mentalidades muy distintas, con opiniones públicas que están poco o nada informadas unas respecto a otras debido a la diferencia de lenguas y a que todos los medios son monolingües y trabajan en relación a su comunidad. Eso provoca un riesgo de reacción con acentos distintos en una parte y en otra. Ésa es una de las dificultades con que nos encontramos los responsables del Estado federal.

P. Hay quien dice que en Bélgica se está instalando clima de delación y una ola de moralidad.

R. Está claro que hay un peligro real de eso. Hemos tenido ya el caso de un juez que ha sido denunciado en la línea verde [de delaciones anónimas]. Se ha publicado su nombre en los diarios a partir de esas denuncias y luego se ha comprobado que no tenían ninguna base. Hay que tener una prudencia extrema con esa técnica de la delación y una de las dificultades estriba en diferenciar lo que es serio de lo que no lo es. Aquí, por supuesto, hay también un enorme problema de la justicia y de la policía para mantener un secreto mínimo de la investigación y no hacerla en la plaza pública, porque así se condena a los hombres políticos, pero también a los magistrados y a los empresarios. Son condenados por el tribunal de la opinión pública, en el que no hay inocentes, no hay defensa posible, no hay posibilidad de recurso. Corremos el riesgo de poner a gente en dificultades sin ninguna base. Es un verdadero peligro, pero que veo también en otros países. Gente como Alain Minc ha escrito ya extraordinarios análisis sobre ese peligro.

P. Y la ola de moralidad...

R. Es evidente que algunos intentarán lograr una especie de movilización moral de renovación. Es algo ante lo que también tenemos que estar atentos. Aún sabiendo que hay ciertas normas y límites que hay que respetar en la sociedad, por otro lado hay una serie de normas de no discriminación que también hay que respetar.

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