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Aquí no se fía

Informaba Vicente González el pasado sábado en La Vanguardia de las manifestaciones de Indro Montanelli en rueda de prensa previa a la recepción del premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Y escribía que el premiado "dio una lección sobre los conceptos de lo que deben ser los testigos de la información". Para Montanelli la profesión periodística "requiere sobre todo dedicación absoluta y la renuncia a las dos cosas que más pueden tentar a los seres humanos: el poder y la riqueza". Luego, este maestro del oficio sentenció: "No me fío de los periodistas ricos y poderosos, porque eso quiere decir que en algún momento han sido unos traidores".Además Montanelli "criticó duramente a los periodistas que se dejan comprar con favores". El colega italiano analizó las presiones de los gobiernos sobre los periodistas y subrayó que las procedentes de los gobiernos democráticos son más insidiosas que las ejercidas por los de carácter totalitario. En esto, últimos regímenes, los periodistas se convierten en víctimas, mientras en los sistemas libres pueden terminar de cómplices. Con más de sesenta años de ejercicio profesional Montaneli recordó que "en las dictaduras te amenazan si no obedeces, pero en las democracias intentan corromperte con favores y es necesario resistir. Sus últimas censuras fueron para los periodistas que se convierten en protagonistas porque se equivocan de oficio al rebasar la condición puramente testimonial a la que deberían atenerse.

. Así que volvemos a los principios de La Presse, le pouvoir et l'argent de Jean Schwoebel, tantos años, presidente de la Sociedad de Redactores de Le Monde. Es una concepción ejemplar de la profesión, cercana a las órdenes de caballería, con aires de austera renuncia, sopechosa del poder y la riqueza, que utiliza otro sistema métrico decimal para reflejar el éxito. Es el modelo de nuestro Corpus Barga y sus Pasos contados o de Karl Kraus y su certero Contra los periodistas y otros contras. Es también la línea de otro gran periodista italiano, Emanuele Gazzo, que hizo casi toda su carrera en Bruselas acompañando a la Comunidad desde su nacimiento.

El de la Agence Europe, creada por Gazzo, es un caso admirable de cómo el buen periodismo hecho apenas sin medios puede adquirir la mayor influencia, describiendo su propia órbita independiente sin estar satelizado por nadie. El producto informativo de Gazzo, unos escuetos folios. azules multicopiados sin más incentivos qué su valor noticioso, ha logrado cada mañana un puesto de privilegio sobre la mesa de despacho de todos los que como responsables políticos, parlamentarios, diplomáticos, miembros de la función pública europea o representantes de las empresas, los sindicatos o las regiones trabajan en la construcción de la UE. Pero todavía es más admirable que el señalado éxito periodístico de la Agence Europe aquí descrito jamás fuera utilizado por Gazzo para ganar cotas de poder o de lucro personal. Marina, su hija, y sus colaboradores recibieron como la mejor herencia el prestigio que supo acumular el fundador y se han aplicado con orgullo a la exigente tarea de mantenerlo.

Algún aprovechategui pretenderá descalificar a Montanelli, que lo ha sido todo en el periodismo, y querrá tergiversar su actitud como si se redujera al prestigio del fracaso tan arraigado entre nosotros. Dirán que Montanelli se excede al preconizar para los periodistas, además del voto de pobreza, el de desobediencia. Pero, en todo caso, las aprensiones de nuestro premiado, tal como fueron expresadas en Oviedo, parecen concentradas en exceso sobre los poderes gubernamentales, cuando de todos es sabido que allí donde se nuclea cualquier poder del género que sea segrega de inmediato el impulso de configurarse como fuente informativa para reclamar la adhesión del público a través de los medios. Se confirma así que todas las fuentes están contaminadas di intereses, muchas veces legítimos, que los periodistas han de saber neutralizar en beneficio de la audiencia a la que se deben.

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