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"No soy rencorosa: no hago literatura por venganza"

Carmen Posadas (Montevideo, Uruguay, 1953) ha firmado ya una veintena de libros infantiles -que han sido traducidos a varios idiomas-, dos conjuntos de relatos breves, tres ensayos, colaboraciones esporádicas en guiones de cine y televisión y una novela rosa "con seudónimo" -no quiere decir cuál- Este amplio currículo literario no ha evitado que esta atractiva mujer, que lleva 30 años en España y mantiene todavía un suave acento uruguayo, sea conocida por los españoles por cosas bien distintas a la literatura: por las revistas del corazón, en las que es rostro bastante habitual -"muy a mi pesar"-, y por lo que podría llamarse la vía consorte (es la esposa de Mariano Rubio, ex gobernador del Banco de España). Ahora, Carmen Posadas ha emprendido otro camino, el de novelista, y lo ha hecho con Cinco moscas azules (Alfaguara), casi 400 páginas de "thriller y crónica de costumbres".La novela cuenta con los mejores auspicios. Manuel Vázquez Montalbán ha dicho de ella: "Es el desenfadado e hilarante testimonio de una exiliada interior dotada de un portentoso y redentor sentido del ridículo, es decir, de capacidad de observación".

"He querido escribir dos historias paralelas", dice Posadas: "Una es una especie de thriller en el que ocurren peripecias varias, la otra es una crónica de costumbres de la España de la post-transición, de hoy mismo. Antes de escribirla, tenía dos cosas claras: que debía estar marcada por el sentido del humor, la ironía y el sarcasmo, y que lo más importante era el análisis psicológico de los personajes".

La novela, a la que Posadas ha dedicado dos años, arranca en un lujoso restaurante londinense; allí se encuentra el protagonista y narrador principal, Rafael Molinet, un cincuentón venido a menos, solo, arruinado y deprimido, que, "como Oscar Wilde, decide suicidarse igual que ha vivido: muy por encima de sus posibilidades". Desde esas líneas iniciales, entra en juego la capacidad de obervación del personaje, al que la escritora define como "un nuevo pobre, tierno, inteligente, desapasionado, de vuelta de todos los esnobismos".

Un poco como ella misma, que es hija de diplomático, Molinet es un apátrida: "En ese sentido es un outsider, y los outsiders tenemos una visión más certera de la realidad, nos podemos acercar con más humor a la verdad. La verdad tiene muchas caras, no es unidimensional, pero la gente que está muy involucrada en una historia no ve todas esas caras. Las mujeres guardamos mejor la distancia y eso nos concede la ironía".

La segunda parte de la novela transcurre en un hotel de lujo marroquí, en el que pasa lo que siempre sucede, según Posadas, que "cuando uno huye a un sitio lejano tratando de no encontrarse a nadie, se encuentra siempre con alguien que está en las mismas circunstancias". Desde el lugar que debe ser su tumba, Molinet traza los hilos de una historia que se resuelve en la última página. Eso justifica el título: "Molinet actúa casi como un Dios, como el niño que mete sus moscas azules en el tarro y dice: 'A ésta le corto un ala, a ésta una patita, a ésta la dejo en paz..."

Prototipos

"En la novela prima la voluntad de hacerle la autopsia sin anestesia a una clase más o menos rica, pero sobre todo insoportable", ha escrito Montalbán. Poco a poco, a través de tres puntos de vista narrativos diferentes y de un lenguaje que mezcla cultismos con esa forma arrastrada de decir que tienen algunos ricos, van desfilando los demás personajes: la sobrina Fernanda, dos parejas desparejadas, una viuda... Según Posadas, no hay uno solo tomado tal cual de la realidad: "Son prototipos, que son mucho más ricos e interesantes porque tienen más inatices". Entre ellos, "un hombre del establishment, una cuarentona siliconada y patética pero contradictoria, una niña pija que trabaja mucho (regenta una empresa de catering), una treintañera separada poco inteligente, un cineasta de moda... ".Y también, no podía faltar, un periodista, Sánchez, al que Montalbán denomina "el héroe mediático" y al que su creadora define como "un tipo que no sólo no deja que la realidad le estropee una noticia, sino que fuerza las cosas hasta convertir esa noticia en un asunto comercial".

Pero nada de ajuste de cuentas, concluye Posadas con una sonrisa: "Yo no soy nada rencorosa, y me parece muy traicionero hacia la literatura escribir una novela por venganza. Todos los escritores reflejan en sus libros lo que es su mundo, pero yo no dedico la literatura a vengarme de nada. De eso se ocupa la vida, que lo hace, ya se ve, con muchísima más contundencia".

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