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Tribuna
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La preocupación de la Reina

En febrero de 1988 Miguel de Oriol e Ybarra se dirigía espistolarmente a la Reina para justificar la bondad de su proyecto en la plaza de Oriente y eliminar los motivos de preocupación que, según sus noticias, albergaba la soberana por las posibles apariciones de restos arqueológicos en el subsuelo de la plaza de Oriente. Con pertinaz insistencia, el arquitecto Oriol intentaba con esta carta seguir abriendo camino a un proyecto que muy bien puede calificarse de familiar, puesto que inicia su andadura desde que, en el año 1921, la genealogía de los Oriol ha soñado, a cualquier precio, dejar su impronta en el entorno histórico más señero de la Villa de Madrid.Me consta fehacientemente que durante la alcaldía de Tierno Galván ya se intentó convencer al Ayuntamiento para que apadrinara el proyecto. De la misma forma, me consta que fue rechazado, por la vacuidad de la obra, por la desvirtuación sustancial del emplazamiento histórico del Palacio Real, por los problemas de seguridad que podrían generarse con el enterramiento subterráneo de la calle de Bailén y las corrientes circulatorias adyacentes. También, por qué no decirlo, el costo de la operación no se correspondía con las hipotéticas ventajas de ella derivadas y además, no respondía a la demanda conocida de ninguna institución ni de la ciudadanía.

La Dirección General de Patrimonio Cultural de nuestra Comunidad, en enero de 1992, advertía al alcalde Álvarez del Manzano que la obra pretendida destruiría irremediablemente el patrimonio histórico del primer núcleo habitado de nuestra ciudad, desde los restos documentales de la edad de bronce, pasando por los múltiples viajes de agua de la época musulmana, testimonio de la fundación de nuestra ciudad, hasta la muralla del primer recinto fortificado del siglo XI, las Cercas del Arrabal (siglo XIV) y de Felipe II, con los restos de las dependencias del antiguo Alcázar Real, como la Biblioteca y la Casa del Tesoro.

El Ministerio de Cultura, a través de su Dirección General de las Bellas Artes y Archivos, se dirigía en julio de 1994 a la Comunidad Autónoma de Madrid, para informar desfavorablemente el proyecto presentado, por la incidencia negativa que tendría su ejecución en la alteración de un lugar tan emblemático.

Con anterioridad, en mayo de 1993, Patrimonio Nacional, con base en un informe técnico realizado por un equipo pluridisciplinar, se pronunciaba rotundamente en contra de la excavación de un túnel, y de un aparcamiento para autocares en la plaza de Oriente. El debate originado en el seno de la Real Academia de Bellas Artes, al objeto de pronunciarse sobre el proyecto, puede resumirse en la opinión del presidente de su Comisión de Arquitectura: Chueca Goitia lo calificó de "idea abandonada y solución pueril".

Con estos antecedentes creo que está sobradamente justificada la oposición de los socialistas al engendro de la "remodelación" de la plaza de Oriente. El 10 de agosto del año pasado las páginas de EL PAÍS me brindaban la ocasión de manifestar nuestra posición. Tanto desde el Ministerio de Cultura y la Comunidad Autónoma como desde el Ayuntamiento cuando gobernábamos, como desde la oposición municipal cuando, una vez obtenida la mayoría absoluta por el PP, ha llevado adelante el proyecto contra viento y marea. Se justifica también que hayamos estado en contra de todas las decisiones que el actual gobierno municipal ha adoptado para imponer, contra toda razón histórica, artística y urbanística el sueño imperial de los orioles.

El mundo de la cultura, del urbanismo, los medios de información y los ciudadanos más atentos, privados del descanso vacacional de agosto, han asistido atónitos a la expoliación de los restos arqueológicos que la historia de esta ciudad había colocado en el centro de las ansias perforadas del PP y de su túnel más querido.

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La decisión precipitada, nocturna y alevosa de destruir en 24 horas de la Casa del Tesoro y del Jardín de la Reina, soportada exclusivamente en el informe de una licenciada en Filosofía y Letras, especialista en Prehistoria y Arqueología, frente al del otro codirector de las excavaciones arqueológicas, doctor en Geografía e Historia y especialista en Historia Medieval, raya en lo patético.

A estas alturas, está claro que las excavaciones arqueológicas fueron un requisito impuesto y admitido de mala gana por el actual alcalde. Considerado, en definitiva, como un obstáculo para sus objetivos. Por eso no es de extrañar el desenlace final. La decisión de taladrar la plaza de Oriente y arrasar cualquier hallazgo, independientemente de su valor, estaba tomada desde el principio.

Por cierto, la primera decisión de la actual corporación con relación a este proyecto, fue la adjudicación fragmentada y fraudulenta realizada al despacho de arquitectura de Oriol, que nuestro grupo tiene denunciada ante la Fiscalía de Madrid por lo que, a cambio de más de 44 millones, hizo los estudios previos que posteriormente han condicionado el desarrollo de la "remodelación".

Terminaba la carta de Oriol a la Reina con una frase que no tiene desperdicio: "Espero haber tranquilizado, en la medida de lo posible, la preocupación de Vuestra Majestad". Cuando el expolio ya se ha producido podemos pensar que la Reina tenía razones para estar preocupada. Probablemente hoy, también para sentirse engañada. Igual que el resto de los españoles y muy especialmente los madrileños de bien.

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